lunes, 8 de octubre de 2007

Por qué me ponen tristes los Ikea 2 (viernes 5 de octubre)

Cojo la 294 hasta Schaumburg. Me sigue resultando un poco imposible no ponerme trise en el Ikea. La mesa roja que quiero todavía no ha llegado. Compro tres sillas, una alfrombra, otra especie de alfombra de plástico, seis vasos, dos mesitas, dos trapos de cocina, servilletas de papel rojas...

Y no puedo evitar sentirme de nuevo saturado por las miles de referencias, los miles de muebles, objetos, accesorios, ordenados de manera tan perfecta que, estando solo, buscando sin encontrar, sigo sintiendo que el que está descolocado soy yo.

Y sigo añorando mi primera visita a un Ikea cuando me siento agobiado entre sus pasillos infinitos, sus cajas de cartón, sus palés, sus número de referencia, sus pequeños lápices de madera, sus bolsas azules y amarillas, sus grandes carros metálicos, sus instrucciones de montaje...

Tengo que dejar de ponerme triste en los Ikea. Volveré dentro de dos semanas a comprar, de una vez, mi mesa roja.

Camino a Chicago vuelvo a perderme. Está anocheciendo. Me encuentro en una carretera secundaria entre lagos. Veo patos en el cielo rojizo emigrar al sur.

Sólo puedo preguntar cada vez que paro en un semáforo. No hay siempre alguien junto a mí. Suelen orientarme mal. Y no puedo evitar un ataque de ansiedad. Gritar yo sólo en el coche, blasfemar, acordarme de la misma persona...

Finalmente una mujer me indica bien la dirección a la izquierda con la manos mientras dice que a la derecha. Decido hacer caso a su mano.

Cojo la autopista a Chicago en dirección contraria. Pago autopista de ida y de vuelta para corregir el error. A veces, también la primera vez que vine al Ikea, cuando he venido hoy desde Waukegan, no puedo pagar porque sólo se puede pagar en monedas y sólo tengo billetes o porque apenas te da tiempo a ponerte en el carril para pagar en "cash".

Espero que por estas decenas de millas de más no tenga que morir ningún iraquí a la hora de la cena.

Tenía que haber llegado a mi apartamento sobre la ocho, llego a las nueve y media. Me quedo dormido sobre la cama.

No hay comentarios: