domingo, 19 de octubre de 2008

Noche y “Body of lies” (domingo 19 de octubre)


Salgo a de mi habitación para cenar algo a las 7 de la tarde, cuando la noche ha llegado ya a las calles de Hong Kong.

Ceno, como acostumbro, mi entrecot, con pollo a la vietnamita, patatas fritas, verduras a la plancha y cocacola , por 46 dólares, en mi ya habitual establecimiento de la misma cadena de comida rápida china.

Camino por las calles siempre llenas de Hong Kong. Compro el “Sunday Morning Post”.

A las diez de la noche entro en los UA Cinemas de Times Square a ver “Body of lies”. Salvo en dos excepciones, nunca he podido evitar ver las películas de Ridley Scott. Pese que sus últimas películas no hayan sido las obras maestras que dirigió al principio. Ésta, a la espera de su próxima película de ciencia-ficción, resulta interesante. Visualmente magnífica. Aunque el héroe se salve. Eran mucho más sabios y realistas los griegos.

Al menos, como acostumbra, el cine activa y reanima mi mente.

A la salida el cine, las luces de neón iluminan las calles.

El agua de la calle se pierde en una alcantarilla junto a un andamio de bambú.

El escaparate de la tienda de Loewe señala con un falso ocre el otoño.

La última “e” de Mercedes-Benz parpadea en un falso azul.

El seveneleven de mi calle sigue abierto.

Atravieso el pasadizo de mi edificio.

Bebo una Pepsi.

Chateo con una chica china.

Cuelgo esta entrada antes de correr alrededor del Estadio cuando son las dos y media de la madrugada en Hong Kong

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Subidas y bajadas (jueves a sábado del 16 al 18 de octubre)

No todos los momentos son iguales.

Por momentos, por unos instantes, durante unos minutos, siento que Hong Kong puede ser un lugar agradable en el que vivir durante un tiempo.

En otros, siento que aún no acabo de despertarme. De librarme del peso en el pesado, absurdo y estúpido saco que arrastro en mi interior desde hace más de dos años.

Paso muchas horas en mi habitación/apartamento de 11m2.

Pienso en cuántas horas ha dedicar una persona en el s. XXI a reconfigurar a volver a cargar su Windows después de que un virus espía lo infecte pese a los antivirus y antiespías.

Camino por las calles de Hong Kong.

Compro comprimidos de glutamina para intentar no envejecer demasiado en estos días en que mi juventud se esconde.

Duermo casi toda la tarde del jueves.

Vivo a base de leche, cereales, plátanos, manzanas, pharmaton, extracto de semillas de uva, comprimidos de alfalfa, levadura de cerveza, cola de caballo, ajo, gotas de hipérico y epilobio, agua, zumo de naranja, paracetamol, entrecots de cadenas de comida rápida chinas y pepsicola.

Leo El País del martes en la Biblioteca pública el viernes.

Añado algunos complementos y entradas a este blog.

Compro dos pequeñas pesas azules de plástico de 12 libras.

Leo el librito sobre la biografía y obra de Klimt y recuerdo otros momentos y una película indescriptible, pese a John Malkovich y la siempre atractiva Saffron Burrows, que mis compañeros del teatro de Edimburgo desconocían al señalársela en una fiesta.

Y esos recuerdos y otros, parece que inmortales, que mi estúpida mente se empeña en oír y visualizar de nuevo , que aún no consigo borrar o traspasar a una zona menos sensible de mi cerebro, también viven conmigo en mi apartamento de 11 m2.

Algunos sueños desconcertantes.

Cuando ha pasado ya más de una semana desde que he llegué a Hong Kong.