jueves, 19 de marzo de 2009

Almodóvar, primaveras, relojes, cenizas y Coca-Cola (miércoles 18 de marzo, madrugada del jueves)

   Es miércoles. Ya la madrugada del jueves. Faltan 2 días para el supuesto comienzo oficial de la primavera, pero las estaciones, como tantas otras cosas, no saben de fechas y ya ha llegado. Los días son luminosos, el frío parece haberse escondido, florecen los almendros junto al edificio del piso de mis padres y Argos, mi perro, corre con la boca abierta, formando una especie de sonrisa, olvidando su sordera y sus cataratas.

   Esta noche han estrenado Los  Abrazos Rotos, la última película de Almodóvar.

   Hace tres años vi Volver también en primavera. Vi Volver acompañado en un cine de Salamanca.  Y en mi mente cohabitaban las endorfinas y la esperanza. La estupidez y la oxitocina. Algo que podría llamarse amor y el comienzo de este camino sin destino, aún a la nada. Y hace  tres años, más tarde, también en primavera, en la llamada “semana santa”. En Sanlúcar de Barrameda también hubo endorfinas, oxitocina, cocaína, MDMA, algo que podría llamarse amor. Algo que consideré  amistad. El comienzo de este camino aún sin destino, aún a la nada.

   Hace dos años era también primavera y a comienzos de abril, también en la católica semana llamada santa viajé acompañado a Tánger: amor, estupidez, endorfinas, oxitocina. Pero era el comienzo del fin, la oscuridad que se cernía donde antes había habido luces que aún se ven en las ventanas y camas donde la realidad era inexorable.

   Hace un año era también primavera. Hace un año era todo distinto, vivía en Barcelona, pero también buscaba la felicidad. Hace un año Coca-Cola también hacía anuncios sobre lo que era la felicidad. Hace un año, quién lo iba a decir, también estaba de acuerdo. Hace un año escribía de lo mismo.

   Pero hace un año todo era también diferente y la primavera parecía tener algún sentido. Hace un año, sin tampoco excesivas esperanzas, tuve alguna leve esperanza. Hace un año era ya la llamada “semana santa”. Hace un año era también primavera y escribía del pasado, pero también del posible futuro, de la esperanza.

   Hace un año conocí a una persona con la que vi dos veces seguidas el Drácula de Coppola en la madrugada. Y era muy pronto aún, y no lo llamé amor porque era muy pronto, porque hubiera sido ingenuo, porque sólo algunas semanas bastaron para demostrar que tampoco era un camino. Pero también hubo endorfinas, estupidez  y oxitocina. Hace un año también era primavera y  una persona despertaba mientras escribía su entrada.

   Y hace un año, en primavera, también había algo que podría llamarse amistad, también hubo algo que pareció un grupo. Un  grupo de superhéroes peripatéticos y torpes intentaban ayudarse y comprenderse. Un grupo que comenzaba a desmoronarse.  Hace un año también era primavera y dos personas hablaban sobre la vida por última vez intentando ayudarse y comprenderse.

    Y ahora, en esta primavera todo es también, otra vez,  distinto. Y hay noches en que el zolpidem que debía hacerme dormir hace que  me sienta más despierto en la cama que durante el día. Y oigo sonar las horas de la madrugada. Y la maquinaria de reloj de mi cerebro que hace tres años que no ajusta, que se se mueve lenta y forzada, con los dientes mordiendo los dientes parece funcionar de manera extraña. Y recuerdo otras primaveras. Y me siento extrañamente vivaz, falsamente despierto, y sueño sí, con otras personas, con otras primaveras.

   Pero todo es distinto, en esta primavera todo es también distinto. Y la persona con la que vi Volver en Salamanca, la persona con la que viajé a Sanlúcar, con la que viaje a Tánger sé vuelve ceniza al recordarla. Y ya no hay amor ni endorfinas ni oxitocina. Sólo estupidez, este camino aún sin destino, este camino aún a la nada. Es sólo dolor, recuerdos y una luz en una ventana.

   Y la persona con la que vi dos veces el Drácula de Coppola también se transforma en ceniza que viaja a través de internet intentando recordar, tal vez, también otra primavera.

   Y el grupo de héroes peripatéticos dejo de ser grupo. Y, tal vez como en Watchmen, aquel que fue incapaz de callar y hacerse el ciego, que fue patológicamente intransigente con la verdad, con la honestidad, hubo de ser eliminado.

   Y por eso es miércoles, esta madrugada del jueves, cuando faltan 2 días para el supuesto comienzo oficial de la primavera que sabe tan poco de fechas oficiales, y los días son luminosos y el frío parece haberse escondido y florecen los almendros junto al edificio del piso de mis padres y Argos, mi perro, corre con la boca abierta, formando una especie de sonrisa, olvidando su sordera y sus cataratas, todo es distinto.

    Hoy, ahora, cuando acaba el miércoles, en la madrugada del jueves, mi primavera son un montón de periódicos que no acabo de leer en mi escritorio, mi familia, mi perro, un psicoanalista, lantanon, alprazolam, una tristeza que transforma el pasado en cenizas y un camino aún sin sentido, aún a la nada