martes, 21 de octubre de 2008

Shirley in Soho (martes, 21 de octubre)

Una vez más, todo sucede como acostumbra. He quedado con Shirley, una chica hongkonesa de 27 años que he conocido a través de este peculiar submundo que es Internet. Una vez más, llego tarde. Las 2 de la tarde no parecía una hora como para no llegar, pero después de dormirme a las 5, y con mis superpoderes, todo es posible.

Hace un hermoso día soleado en Hong Kong. Esquivo a la gente sin apenas mirarla mientras mando un segundo mensaje con mi móvil disculpando el retraso caminando hacia el metro.

Llego sudoroso a Portobello, el bar al comienzo de la escalera mecánica del Soho donde me ha citado. Shirley es una chica agradable, con cierta elegancia. Es música, toca, me ha parecido entender, la tuba, el saxofón y un poco el piano. Trabaja dando clases particulares y está haciendo en internet una página para músicos.

Shirley ríe con naturalidad. Le hablo un poco de España y Europa. Ella me habla un poco de China. Me describe su nombre en chino, algo así como “La bella nieve amarilla”. Cómo tomando un pedazo de la nieve, la palabra se transforma en lluvia.

Tiene que ir no sé exactamente por qué a su estudio. Me lleva con confianza hasta él. No es más grande, pero tampoco más pequeño que mi “apartamento”. Y paga 1000 dólares menos en pleno Soho, junto al “escalator”. Tal vez un pequeño inconveniente sean las tres cucarachas que descansan panza arriba en su mínima cocina junto a una bandejita con veneno.

Me muestra un poco el Soho. Visitamos un HMV donde me recomienda algunas películas. “Body of lies” le ha parecido un poco demasiado política…¡!

Me despido de ella en el metro, tras haber pasado entre dos tiendas de Louis Vuitton y Loewe, con dos besos a la española, que ella entiende por haber estado en Francia. Son las seis y media de la tarde.

Ceno en Maxim's.

Camino por las calles de Hong Kong.

Entro en un Park’N Shop. Suena cierta música de ascensor que duda entre ponerme melancólico o eliminar algunas de mis maltrechas neuronas. Venden productos orgánicos de Waitrose, ese supermercado de clase alta que había en el barrio de Morningside en Edimburgo, y revistas británicas. Hay aceite Carbonell en la sección de productos de Italia. Compro 1,75 litros de zumo de naranja Tropicana de Estados Unidos, leche “The Dutch Lady” de Australia, unos bollos de chocolate de Corea, dos yogures de fresa con ácido linoleico conjugado de Malasia. La cajera se ríe junto a unas compañeras que están comiendo y me obliga a comer en su presencia el quesito que me regala.

Me conecto a Internet.

Como dos de los bollos de chocolate coreanos, que no están mal.

Subo esta entrada.