domingo, 2 de noviembre de 2008

Sasha Grey y la tristeza(sábado 1 de noviembre)



Hace unos días leí que Steven Soderbergh iba a contar con una actriz porno de 20 años como protagonista principal de su próxima película, que tratará sobre una prostituta de lujo.

Buscando en Internet un poco descubrí que hay más de 1600000 entradas con su nombre en Google. Más de 10000 imágenes.

Una postadolescente de 20 tiernos años que rodó su primera película (un dato en la industria del porno siempre tan dudoso) a los 18 años y que en estos dos años ha rodado más de 130 películas. Que gana un millón de dólares al año.

Una postadolescente de 20 ya no sé si tan tiernos años que se dice existencialista, admiradora de Sartre (del que sólo critica el que ocultara alguna de sus pasiones), Godard, Bertolucci… Que dice disfrutar con lo que hace en público y en su intimidad.

Y veo imágenes de ella participando en torrenciales bukkakes, bebiendo leche proveniente de lugares inimaginables, participando en películas como Anal Acrobats 3 de nombres sinceramente literales.

Y, sí, parece buena actriz. Frente a pobres películas porno en las que se aprecia que era en el último lugar en el que querrían haber estado sus protagonistas, que es algo que están intentando borrar de su mente sin poder hacerlo en el mismo momento enl que lo están haciendo, ella parece disfrutar en cada escena, gime, dice lo que todo hombre espera y/o desearía que le dijeran, lanza turbias miradas de placer a la cámara.

Pero no sé que pensará Soderbergh de todo ello. Ni siquiera sé lo que siente Sasha Grey con todo ello.

Es tan fácil, tan engañosamente fácil, pensar que esta preciosa mujer de 20 turbios años, con cierto parecido a Keira Knightley, disfruta haciendo lo que hace, lo hace por propio deseo, se siente bien cuando vuelve caminando sola a casa.

Es tan estúpidamente fácil pensar que es realidad la ficción, cuando muchas veces es ficción lo que creemos o hemos creído realidad. Tan fácil pensar, creernos y hacer siempre lo más fácil.

Una postadolescente de 20 complicados años que se ha hecho famosa y ha ganado premios por hacer lo que la gran mayoría de las mujeres, incluso en la industria del porno, se negaría y se niega a hacer, por ser una mujer preciosa que hace lo que cualquier hombre tal vez desea en sus sueños más perversos y ocultos. Sólo tal vez.

Actos que pueden ser hasta hermosos y placenteros en una pareja pero que, ante una cámara, entre desconocidos, para desconocidos, tal vez sean otra cosa, otra cosa que me producen una sensación ambivalente. Una sensación ambivalente que podría llamarse tristeza.

No soy un experto o gran consumidor de porno. Hace años tendría una opinión mucho más aparentemente liberal y desprejuiciada. Pero, ahora, seguramente por mi experiencia personal, por la experiencia que da saber que las personas y las cosas no son lo que parecen, que muchas veces, cuando más aparentan o intentan aparentar una cosa es para ocultar precisamente lo contrario, ahora no, ya no.

Estando todo, como lo está, relacionado con todo, afectándonos todo tanto como nos afecta, siendo la sexualidad la plasmación de tantas cosas, tal vez donde mostramos nuestro verdadeo ser, es acaso tan absurdo o masoquista preguntarse cómo es la vida de esta apenas mujer de 20 años, en qué piensa cuando está sola, cómo es su vida sentimental, cómo fue su vida hasta dedicarse a esto, cómo es su verdadera vida sexual, qué le hizo pensar que el mejor destino de su belleza era éste.

Con la misma sensación de tristeza que me produce ver la maravillosa película de Paul Thomas Anderson, Boogie Nights, sobre cierta realidad de la industria del porno; o ver cómo explican en entrevistas ingenuas actrices lo difícil que les resulta tener verdaderas y duraderas relaciones sentimentales o cómo contárselo a sus posibles o futuros hijos; con la misma sensación de tristeza, ya digo, veo escenas en las que Sasha Grey parece disfrutar tanto y estar tan segura de sí misma.

Tal vez sea la edad. O que me estoy haciendo un poco conservador. Pero también puede ser que esto no tenga nada que ver con el progresismo y que esté más cerca de la macdonalización capitalista de la intimidad, la felicidad y el sexo.

Puede que por todo ello, por mí mismo, me de un poco de pena pensar en Sasha Grey. Sienta cierta tristeza al ver porno.