sábado, 21 de febrero de 2009

Slumdog Millionarie. Mi ida sin ida ni vuelta a la India (viernes 20 de febrero, madrugada del sábado)


   Mi amiga la Capitana Abogada consigue sacarme de mi ya excesivo letargo y llevarme al cine.

   Vemos Slumdog Millionarie de Danny Boyle. Y no diría que es una obra maestra, ni podría decirlo, ni soy vidente,pero sí puedo opinar que me ha parecido una película estupenda.

   No conozco toda la filmografía de Boyle y creo tener la suerte de no haber visto La Playa (aunque por ello mismo tampoco puedo opinar), pero en todas las películas que he visto, Trainspotting (rodada en mi reminiscente Edimburgo) o 28 días después (que vi con subtítulos en chino con el portátil sobre mi regazo en los 11 m2 de mi service apartment de Hong Kong) he podido sentir el ritmo de la vida y las ideas, el ritmo de las ideas plasmadas en imágenes, imágenes que descubrían ideas.

    Y la historia de Slumdog Millionarie no es ninguna historia nueva, pero algunas historias siempre funcionan y, seguramente, es necesario verlas, leerlas,escucharlas de nuevo de cuando en cuando. Porque no hay tantas historias. Porque las historias importantes son siempre las mismas. Porque los seres humanos somos, en un tiempo u otro, con un rostros u otro, seres humanos.

   Y prefiero seguir creyendo infantilmente en la fuerza de algo llamado destino, de una idea llamada amor.

   Tal vez sea la India ese destino, esa idea-fuerza que me está esperando. Tal vez una señal que no fue más que el síntoma de una enfermedad que aún me produce dolor sea la barrera que tengo que traspasar para volver a ser yo mismo, para ser yo mismo siendo ya otro.

   Y no puedo dejar de pensar en ello mientras veo Slumdog Millionarie. Como cuando vi la absurdamente cómica (y más en mi vida) Viaje a Darjeeling. Como en mis dos breves esperas en el aeropuerto de Mumbay.

   Y no conozco la India, y su recuerdo aún me trae tristeza, pero la vida de los personajes es verosímil en su ficción y tal vez sea por los colores luminosos y satinados, por una vez en semanas me parecido sentir que algunas piezas se recolocaban en mi cerebro. Tal vez por el último baile a lo Bollywood. Por la belleza de la protagonista. Por la misma historia que se ha contado durante siglos.

   He sentido como un león fucsia se lamía y relamía las heridas en la azotea de un rascacielos de cristal.

   Tal vez ruja antes de que se acaben el tiempo y mi paciencia.

   Estaría bien.