sábado, 28 de febrero de 2009

No Line On The Horizon (viernes 27 de febrero, madrugada del sábado)

NoLineU2

   No, yo tampoco la veo. Y no, nada es tampoco como entonces, cuando esperaba no diría yo con ansia, pero sí con una hermosa impaciencia su último disco. Ni lo estoy disfrutando como entonces. Ni como disfruté el concierto de la gira Pop Mart en Madrid.

   Pero tampoco yo soy el mismo. Y eso no es culpa suya.

   Y, sí, me lo he bajado de internet. Y en este caso ni si quiera estoy seguro de ir a comprarlo más tarde. Ni me siento culpable por hacer perder (o no no ganar) algún céntimo de euro o de dólar a su productora o a ellos mismos comprando alguna de las infinitas versiones (con una portada ya utilizada en otro disco, parece que pese a la aparente sobreabundancia faltan ideas e imágenes) y que sacarán a la venta para que la maquinaria musical y este bendito sistema capitalista cada día más  renqueantes continúen.

   Y, sí, también las letras de sus canciones serían más creíbles y apreciables si san Bono no estuviera en todas las fotos con todas las personas de cualquier ideología o pelaje. Si no invirtiera lo mismo en supuestas campañas contra el hambre en África que en fondos de alto riesgo. Si no le diera la mano lo mismo a Nelson Mandela que a Bush.

   Pero pese a todo, pese a todo ello, es mejor que los dos discos anteriores. Y, no, no es el Achtung Baby, ni Pop (lo siento, soy un gran defensor de Pop, desde mi punto de vista su segundo mejor disco).

   Y no, hace tiempo que se perdieron en el camino por el que caminan Radiohead.

    Pero algunas canciones y algunas de sus letras son hermosas pese a todo ello  (en las primeras escuchas optaría por Fez o Cedars of Lebanon).

   Y espero que la línea en el horizonte aparezca tanto para ellos como para mí. Que la línea aparezca.

   Mientras, aquí, una de sus canciones subida en esta supuesta ilegalidad. Honestamente, no creo que sea el mayor problema de mi vida o de sus vidas o del mundo. No creo que le preocupe a nadie.

                                           

jueves, 26 de febrero de 2009

El Curioso Caso de Benjamin Button. Mi ida sin ida ni vuelta a la India II (miércoles 25 de febrero, madrugada del jueves)


   Son ya las 12 cuando salgo del cine. Reparo en un desconchón en el techo.

   La ciudad parece apagada.

   La película no me ha emocionado (aún añoro al Fincher de El Club de la Lucha) y aunque Cate Blanchet siempre me ha parecido una mujer preciosa, además de buena actriz (tampoco creo que lo haga mal Pitt, aunque también lo prefiero en El Club de la Lucha).

   Pese a todo me hace pensar un poco. Un poco sobre cómo es la vida. Sobre cómo es mi vida.

   Scott Fitzgerald y Zelda no parecen un buen ejemplo.O tal vez lo sean, de una manera torpe y deslavazada en mi vida, demasiado.

  

   La India aparece breve, tangencialmente, aunque puede ser, una vez más, una señal…

   Regreso a casa por calles en las que creí ser o fui feliz.

   Veo cuatro maniquíes desnudos en una tienda de Purificación García.

   En los edificios hay algunas luces encendidas. En ellos habrá personas ya dormidas, familias, personas solas, parejas abrazadas.

   En las calles Valladolid sólo hay coches aparcados.

   Hago el ademán de intentar ver una ventana a través de calles y cientos de metros.

   Hace frío.

   Subo esta entrada.

   Mañana será de nuevo, otra vez, otro día.

sábado, 21 de febrero de 2009

Slumdog Millionarie. Mi ida sin ida ni vuelta a la India (viernes 20 de febrero, madrugada del sábado)


   Mi amiga la Capitana Abogada consigue sacarme de mi ya excesivo letargo y llevarme al cine.

   Vemos Slumdog Millionarie de Danny Boyle. Y no diría que es una obra maestra, ni podría decirlo, ni soy vidente,pero sí puedo opinar que me ha parecido una película estupenda.

   No conozco toda la filmografía de Boyle y creo tener la suerte de no haber visto La Playa (aunque por ello mismo tampoco puedo opinar), pero en todas las películas que he visto, Trainspotting (rodada en mi reminiscente Edimburgo) o 28 días después (que vi con subtítulos en chino con el portátil sobre mi regazo en los 11 m2 de mi service apartment de Hong Kong) he podido sentir el ritmo de la vida y las ideas, el ritmo de las ideas plasmadas en imágenes, imágenes que descubrían ideas.

    Y la historia de Slumdog Millionarie no es ninguna historia nueva, pero algunas historias siempre funcionan y, seguramente, es necesario verlas, leerlas,escucharlas de nuevo de cuando en cuando. Porque no hay tantas historias. Porque las historias importantes son siempre las mismas. Porque los seres humanos somos, en un tiempo u otro, con un rostros u otro, seres humanos.

   Y prefiero seguir creyendo infantilmente en la fuerza de algo llamado destino, de una idea llamada amor.

   Tal vez sea la India ese destino, esa idea-fuerza que me está esperando. Tal vez una señal que no fue más que el síntoma de una enfermedad que aún me produce dolor sea la barrera que tengo que traspasar para volver a ser yo mismo, para ser yo mismo siendo ya otro.

   Y no puedo dejar de pensar en ello mientras veo Slumdog Millionarie. Como cuando vi la absurdamente cómica (y más en mi vida) Viaje a Darjeeling. Como en mis dos breves esperas en el aeropuerto de Mumbay.

   Y no conozco la India, y su recuerdo aún me trae tristeza, pero la vida de los personajes es verosímil en su ficción y tal vez sea por los colores luminosos y satinados, por una vez en semanas me parecido sentir que algunas piezas se recolocaban en mi cerebro. Tal vez por el último baile a lo Bollywood. Por la belleza de la protagonista. Por la misma historia que se ha contado durante siglos.

   He sentido como un león fucsia se lamía y relamía las heridas en la azotea de un rascacielos de cristal.

   Tal vez ruja antes de que se acaben el tiempo y mi paciencia.

   Estaría bien.

domingo, 15 de febrero de 2009

Charlie Cooper in Wicker Park. San Valentín vacío (domingo 15 de febrero)


   Ester viernes leí en El País el obituario de Charlie Cooper, uno de los miembros de Telefon Tel Aviv. Llega con casi con una semana de retraso con respecto al obituario más completo que había aparecido en El Mundo el sábado anterior.

   No lo conocía. No conocía su grupo hasta leer la noticia de su muerte.

   Pero me llamó la atención su edad, 31 años, la mía. Había nacido en Luisiana el 12 de abril, el mismo día y el mismo año en que nací yo. La última vez que se le vio con vida fue en Wicker Park, el barrio en el que viví hace ya más de un año en Chicago. Se le había diagnosticado un “leve” cuadro depresivo. Acababa de discutir con su novia. La última vez que se le vio con vida fue el 21 de enero.

   El egocentrismo y la melancolía son sentimientos tan estúpidos como inevitables. Y no puedo evitar recordar ese barrio de clase media blanca rodeado de polígonos industriales, enormes centros comerciales y restaurantes mejicanos.

   El calor y la aparente vida de agosto. El frío húmedo e intenso del invierno. Los villancicos saliendo desde viejos altavoces y haciéndome bajar aún más los ojos en un supermercado hispano.

   Una época aún no pasada que pensé que debería haber sido de otra manera, que debería ser hoy de otra manera. Una época en la que añoré lo que creí haber tenido y en la que pensé que tenía lo que luego descubrí que tampoco tuve.

   Pero, sí, la tranquilidad y belleza aparentes de Wicker Park pueden resultar dolorosas. La belleza y la fealdad están demasiado cerca. Los polígonos industriales construidos por humanos parecen haber surgido por sí mismos desde lo más profundo de la tierra. Los hispanos y los negros dedican la mayor parte del día a trabajar en trabajos detestables para conseguir llegar a ser tan felices como los jóvenes blancos que son vistos con vida por última vez un 21 de enero. La soledad y la tristeza se mastican si tienes boca.

   Y pienso y escribo sobre todo ello este 15 de febrero, después de una de esas fechas tan queridas por El Corte Inglés de varios santos tan estúpidos como han sido la mayor parte de los santos. Mientras me descargo los discos de Telefon Tel Aviv,otro lugar donde las cosas no son como deberían. Mientras me descargo su último, irónica y tristemente descriptivo disco Inmolate Yourself

   Veo que los capitanes idiotas somos un grupo de oficiales excesivamente grande al que le faltarían soldados.

   Aunque algunos han hecho música, publicado discos.

   Otros sólo seguimos aquí.

viernes, 13 de febrero de 2009

Coincidiendo con Carlos Boyero. Cuando ser Ulises era cómicamente aburrido, pero no dolía (viernes 13 de febrero)


   Leo en El País la crítica de Carlos Boyero sobre la última película de Angelopoulos exhibida en Berlín, The dust of Time (qué descriptivo es siempre en los títulos)y, sin haberla visto, sin estar seguro de hacerlo en el futuro, me temo que coincido con él, que coincidiría con él si fuera a verla.

   Aunque no coincida siempre con él y tenga menos predilección por el “cine clásico” y ningún interés por el fútbol (y me cause un poco de grima la imagen un tanto impostada de maldito, aunque qué voy a decir yo escribiendo este estúpido blog), suele resultarme una buena guía.

   Recuerdo cuando fui a ver solo La Mirada de Ulises (hace ya más doce años, quién lo iba a decir). Era en los Casablanca, unos minicines pelín e intencionalmente culturetas de Valladolid.

   Me parece recordar que su argumento comenzaba con la proyección de las supuestas primeras imágenes rodadas del cine griego, macedonio más concretamente. Imágenes en blanco y negro. Mudas. O supuestamente mudas.

   A los 15 minutos no me quedó más remedio que levantarme y, mirando a el resto de 8 ó 10 personas con las que compartía la sala, decir:

   - No nos hagamos los cultos, que se les ha olvidado poner el sonido

   Estaba en lo cierto. Había habido un error y la estaban proyectando sin sonido. La taquillera me dejó elegir entre añadir el sonido desde ese momento o volver a proyectarla desde el principio. Los grandes errores de la vida se deben a nuestras propias decisiones. Como sólo habían pasado 15 minutos opté por lo segundo.

   Recuerdo una película eterna, recuerdo una cabeza de Lenin rotando durante interminables minutos (Angelopoulos parecía pensar que los espectadores no podríamos pillar su inteligente y sutil metáfora en menos tiempo). Y había algunas bellas imágenes, y Harvey Keitel es un gran actor. Pero como dice Carlos Boyero de su última película, Angelopoulos me pareció “denso y plúmbeo”.

   Cuando volvía a mi asiento un chico le decía a una chica: “Ya me perecía a mí raro”. Pero nadie había dicho nada por miedo a no entender “el arte” ni al “artista”

   No fui a ver su siguiente película La eternidad y un día por miedo a que el título fuera una descripción literal.

   Esta anécdota me sirvió como gracia y descripción de la falsa cultura durante muchos años. Cuando mi vida de supuesto Ulises era cómicamente aburrida, pero no dolía.

   Hoy, Boyero, me ha hecho recordarla. Seguramente su última película sea igual de “culta” y “artística”, pero me fiaré de Boyero.

   Porque también coincido con él en lo relativo a Oliveira, Kiarostami y tantos otros.

   Porque también comparto su opinión sobre Michelle Pfeiffer, Robin Right y Nastassja Kinski.

   Porque seguramente los dos seamos idiotas, aunque en mi caso sin oficio ni beneficio. Seguramente yo sea más idiota.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Despido “express” (martes 11 de febrero)

   Aunque últimamente la realidad y yo estamos algo enfrentados, a veces es inevitable que me haga salir de mí mismo, y aunque hay tanto de qué hablar ( de la ingenuidad de la gente al sorprenderse de ver cómo la gente se enriquece, y en concreto la derecha (y los que se dicen de izquierdas) y cómo la única ideología posible de tantas personas es el dinero, aunque haya que ponerle otro nombre, y cómo se pueden nacionalizar bancos para que sigan siendo privados y ganar 8000 millones de euros y despedir empleados para ser “rentables” y defender que para crear empleo hay que despedir gente y ser tan torpe como para que te pillen de caza (sin entrar a valorar moralmente la caza) con el ministro de justicia mientras destapas levemente una leve trama de corrupción de los más pardillos entre todos ellos…)…

   … aunque haya tantas cosas sobre las que se podría escribir, ya digo,  me ha hecho una gracia un poco diferente ver este anuncio de Google en una noticia en el diario Público sobre los despidos que va a hacer Nokia (y van…)  en el que prometen, entre otras cosas,  enseñarte a despedir empleados por no más de 59€. Toda una ganga sí, señor.

   Aquí pongo el enlace para ayudar a promocionar a gente tan noble:

                              www.Despido-Laboral.com

   Sí, el mundo es muy complejo y la vergüenza muy escasa.

sábado, 7 de febrero de 2009

Confusión, éxtasis y caballos (sábado 7 de febrero)

Leo en Público la noticia de cómo el Presidente del Consejo Consultivo sobre el abuso de Drogas del Ministerio de Interior del británico ha afirmado, en un artículo de una importante revista científica, que el consumo de éxtasis no es más peligroso o adictivo que montar a caballo.

Sólo he montado a caballo, me parece recordar, una vez en mi vida. No tendría más de 8 ó 9 años. No me pareció peligroso. El caballo me parece un animal muy hermoso.

Sólo he consumido éxtasis (MDMA) una vez en mi vida, dos días de mi vida. Y fue divertido. Incluso el peligro inherente. Y me sentí feliz. Y casi todo fue mentira, como han mostrado ser algunas cosas, las más importantes, de aquellos días. Pero no fue el éxtasis.

El infierno no está en las cosas.

No soy un defensor del consumo de drogas. Tampoco un detractor. Sólo pienso lo de siempre, que el mundo es muy complejo. Un mundo lleno de matices. Y que casi todo, casi todos, es, somos química, átomos chocando cuyo sentido, cuya combinación, cuyo control todavía, más en estos días, no logro comprender bien.

Hoy hace una semana desde que escribí la última entrada en este blog. Ha sido una semana como tantas semanas desde hace tantas semanas. Demasiadas semanas. Una semana confusa.

Pero esta semana no he montado a caballo. No he tomado Éxtasis.

Todo lo que he hecho, todo lo que he consumido ha sido, es “legal”.

Pese a todo, el mundo me ha parecido seguir siendo muy complejo.