lunes, 8 de diciembre de 2008

Dos meses en Hong Kong (lunes 8 de diciembre, madrugada del martes)


Hoy hace dos meses que llegué a Hong Kong.

Las cosas no han sido como esperaba. Aunque sería mejor decir como deseaba. Hace tiempo que no espero mucho. Hace mucho que no espero que lo que ocurre tenga que ver con mis deseos.

Y no ha sido el entorno. He sido yo. Hemos sido yo y mi cerebro. Las personas que conocido aquí han sido en su mayoría agradables. Pese a sus centros comerciales infinitos y sus carteles con grandes logotipos y marcas, Hong Kong me resulta una ciudad interesante. El transporte público es magnífico. Las tiendas de comida rápida (y barata) son mejores que las occidentales. Muchas de sus mujeres son hermosas.

Pero apenas la he visto, apenas he usado su transporte público. Apenas he conocido a sus mujeres. Conozco mejor mi habitación de 11m2. He pasado más tiempo intentando comprenderme a mí mismo, o no conociéndome como pensaba que era. He pasado más tiempo en mi cerebro.

Pero hay momentos. Momentos en lo que intentos salir de mi cerebro. De mi habitación de 11 m2.

Noches de domingo en que camino por Wan Chai y Central emulando al Capitán Cook en busca de pequeños comprimidos de felicidad en forma de raíz de kava. Noches de domingo en las que llego cuando las tiendas están ya cerradas y camino por los pasos a nivel de Central, entre los cartones que han dejado después de pasar sobre ellos el domingo las mujeres malasias y filipinas. Noches en los que veo la noche erguirse sobre los rascacielos mientras escucho a Elbow.

Hay momentos en los que decido seguir creyendo, seguir conociendo gente.

Mañanas de domingo en las que me disculpo de la Capitana Música por no haber salido con ella y sus amigas por Lan Kwai Fong ni atendido su última llamada. En los que renuevo algún anuncio y recibo a las horas mensajes de dos o tres mujeres. Mujeres chinas que trabajan para grandes compañías vendiendo “productos estructurados y derivados”

Tardes de lunes en las que este Capitán Cook idiota consigue por fin pequeños comprimidos de raíz de kava como promesa de una leve tranquilidad.

Mediodías de lunes en los que recibo mensajes de mujeres chinas absurdas que se autodefinen como modernas y progresistas y buscan un occidental con el que casarse en unas semanas para que sea el macho cazador y sustento de la casa (pero hace algún tiempo que sé que muchas autodefiniciones no tienen que ver con la realidad, y que no deseo ni me siento ni creo que pueda ser un macho cazador, ni puedo ser en estos momentos sustento de ninguna casa y que lo que me faltaba era, ahora mismo, casarme)

Noches de lunes en las que chateo con altas ejecutivas británicas de origen chino que viven en los rascacielos de Central a las que les propongo ver 99 Francs en el festival de cine de francés y que aceptan encantadas y me invitan a la cena posterior.

Noches de lunes en las que compruebo que llegan a este blog desde Noruega buscando comics gays en páginas de Perú. Que el significado del último anuncio de Bond sigue siendo la más importante referencia.

Noches de lunes en que sin olvidar, sin sentirme feliz, no me siento totalmente perdido. En la vida, en esta habitación de 11 m2, en Hong Kong.

Noches de lunes en los que tal vez sienta el efecto placebo del Kava.

Noches de lunes en las que intento pensar que han sido sólo algunas personas, algunos años, sólo dos meses en Hong Kong.