martes, 4 de noviembre de 2008

Alicia in Tsim Sha Tsui (martes 4 de noviembre, amanecer del miércoles)


Llego a mi habitación y, después de conectarme algunos minutos, no puedo evitar quedarme dormido sobre la cama con la luz encendida.

El martes, una vez más, vuelvo a despertarme idiota, todo lo ya contado decenas de veces de nuevo. Desayuno y vuelvo a acostarme.

A las 5 decido o tengo fuerzas ya para levantarme. Recibo un mensaje en el móvil de Alicia, la Capitana de Nueva Jersey, para la cena que el sábado postergué. También recibo un mensaje de la chica coreana preguntándome cómo me va.

Hemos quedado a las 8 en la parada de metro de Tsim Sha Tsui, en la provincia de Kowloon. Después de retrasar, como es costumbre en un superhéroe como yo, la cita media hora, me doy cuenta de que faltan 15 minutos y acabo de llegar al metro. Por fortuna, Tsim Sha Tsui está mucho más cerca de lo que esperaba. En diez minutos, y tras hacer escala en Admiralty, estoy allí.

Mientras espero a que llegue Alicia, camino por las calles próximas a la parada. Compruebo que hay más tiendas indias, que está junto a las famosas Chungking Mansions, que los precios son más bajos que en Causeway bay.
Alicia ha pensado que la Knutsford Terrace puede ser un buen lugar. Tras pasar frente a una hermosa mezquita, llegamos. Como tantas otras partes en Hong Kong, la Knutsterrace es un área al aire libre repleta de restaurantes internacionales en la segunda planta de un edificio. Como ninguno de los dos ha estado allí nunca, le propongo a la Capitana de Nueva Jersey que escoja el restaurante. Finalmente, opta por un australiano.

La Capitana de Nueva Jersey es una chica de apariencia dulce que cena con un whisky con soda y se dice escritora. Trabaja en una especie de escuela de formación profesional como asistente para que sus alumnos practiquen el inglés. Me dice que tengo buen gusto tras ver la música que llevo en mi ipod. Hablamos de Hong Kong, Estados Unidos, Europa, España. Un poco de nuestras vidas. De alcohol y drogas. También de religión. De cómo ella es espiritual y su abuela le impuso las manos. De mujeres negras gritando en el suelo de iglesias baptistas. Creo que se toma a bien mis comentarios humorísticos sobre la neurosis y la histeria. Después de cenar, nos despedimos en la estación de metro.

En mi habitación, por más que lo intento, no consigo dormir. El hipérico, la valeriana, incluso el Dorken de 5mg que tengo (que tengo desde hace tiempo, por motivos absurdos, para ocasiones mejores) e intentaba no tomar, no parecen dar resultado. Todo lo contado ya docenas de veces, vuelve de nuevo.

El martes, después de dormirme al amanecer, me levanto a las 4. Apenas tomo el hipérico con agua, un zumo, pharmaton, extracto de semilla de uva, paracetamol, y vuelvo a acostarme.

Me levanto de nuevo a las 8. Leo parte del libro “Si no lo creo, no lo veo” de Xavier Guix. Me ducho. Camino por la calles de Hong Kong. Ceno otra vez en un MacDonald’s rodeado de adolescentes chinos. Compro leche fresca, almendras, dos plátanos y aperitivos de maíz en el wellcome 24 horas. Regreso a mi habitación. Un hombre con el tatuaje de un guerrero en la espalda cena en un banco en el pasaje que lleva a mi portal.

Navego por Internet. Leo los periódicos. Algo más del libro de Xavier Guix.

Subo esta entrada a las 6 y 45 de la mañana.

Falsas apariencias (martes 4 de noviembre)

Cualquier persona que me vea andando con los auriculares de mi ipod por las calles de Hong Kong puede pensar que soy un occidental de turismo o descansando del trabajo en un banco o una multinacional.

Cualquiera de las personas que me ve pagando una cena acompañado de una joven negra de Estados Unidos, o de paseo por un mercado en Discovery Bay con una joven y atractiva china, puede pensar que soy un joven occidental sin problemas de recursos disfrutando de mi juventud.

Cualquiera de las mujeres que estoy conociendo, una joven música, una joven coreana de clase media, una joven norteamericana, una inglesa que tal vez aún no se ha dado cuenta de que esto ya no es una colonia, una joven y atractiva china diseñadora de ropa, una hispano norteamericana que se dedica recomendar qué polígono o rascacielos es el más adecuado para su corporación cliente, cualquiera de ellas, cuando me ven hablar con desparpajo, sonreír sin aparente esfuerzo, pensará que soy un joven, aunque ya no tanto, aventurero, un español que vive y disfruta de la vida, que viaja en una placentera experiencia vital.

Ninguna de estas personas, ninguna de estas mujeres pensará, seguramente, que soy un no tan joven desempleado español en una ciudad asiática con menos de 300€ prestados en su cuenta; que hay noches que el insomnio sólo me deja dormir a la llegada del amanecer; que hay veces que hago listas mentales de los motivos para seguir o desistir de instarlo, para permanecer, llanamente, en esta misma existencia; que me siento aún desamparado y desengañado en mis, posiblemente infantiles, ideas y creencias; que vivo atrapado por las imágenes y esperanzas de un pasado ridículo y absurdo que aún no dejan ni a mi cuerpo ni a mi mente disfrutar de la vida. Vivir.

Aunque, tal vez, seguramente, cuando camino soliario por las calles de Hong Kong con mi ipod, como con una joven en un restaurante, hablo con desparpajo o sonrío sin aparente esfuerzo, entonces, tal vez, seguramente, algo vidrioso se atisba en mi mirada.