martes, 27 de mayo de 2008

La Capitana Gó(neuro)tica (lunes 26 de mayo, amanecer del 27)

Sigue lloviendo. He regresado a casa bajo la lluvia desde la Plaza de Cataluña. Desde la terraza que da a Paralel oigo truenos, veo relámpagos mientras escribo estas líneas a las 6 de la mañana. La oscuridad está cediendo.

He regresado de acompañar a la Capitana Gótica (que, como todos los héroes de este blog, fue o nunca ha sido y no es), mi pequeña empresaria de Sarriá, a coger el autobús nocturno. Tal vez debía de haber hablado antes de ella. Tal vez. Otra de las pocas personas que mi estúpida y enclaustrada pasividad me ha permitido conocer de momento en Barcelona.

Habíamos quedado en una cervecería irlandesa junto a la Sagrada Familia. Mientras la espero, después de haber retrasado yo la cita media hora, veo por primera vez la catedral inacabada en persona. Hemos quedado para hablar de su última historia. Y todo me suena conocido. Y hay gestos que me parecen comunes. Que le recuerdo que son típicos de neuróticas. Que me parece haber vivido ya. Y pese a mis críticas, pese a mi pretendidamente didáctica ironía, no se enfada, entiende que, acertado o equivocado, lo digo de buena voluntad. Incluso me agradece esta infantil y pretendida pseudosesión de pisicoanálisis entre guiness y kebabs.

Y le recomiendo, le repito, me repito al repetírselo, que sea honesta con los demás, que sea honesta consigo misma, que intente descubrir qué cree necesitar, qué necesita verdaderamente,que me temo que el amor huye de la necesidad.

Todo es tan complicado, tan ambiguo, el mundo es tan complejo, lo que buscamos, lo que creemos buscar, lo que hacemos contradictoriamente en nuestra búsqueda.

Y no dejo de decirle que evite pensar sólo en sus sentimientos, pensar que la otra persona está en su mente, que piense que hay otra persona. Que hay dos personas en el sexo. Que nunca debe haber menos ni más. Que la igualdad de género debe de ser aprendida por las dos partes. Que ya no debe haber príncipes ni princesas o deben de serlo los dos. Que evite cometer los errores que, tal vez, tantas mujeres cometen, que alguna mujer creo que cometió conmigo… Intento, supongo, que evite errores que cometió la Chica Dulce levemente, que cometió fieramente otra mujer que soy inexplicablemnete incapaz de olvidar, incapaz de perdonar lamentablemente.

Y es, claro, un poco imposible no recordar hechos que no consigo dejar de recordar, no lamentar situaciones que siempre he lamentado… Y sólo espero aprender un poco de ellas.

Y olvidarlas también, mientras oigo el graznar siempre melancólico y confuso de las gaviotas, de los primeros vehículos del amanecer.