jueves, 27 de noviembre de 2008

Deseos de ser Ikea (jueves 27 de noviembre)


Hace más de un año que no visitaba un Ikea. Más de dos desde mi primera visita a un Ikea. Las cosas ahora son diferentes. Aunque no me atrevo a decir cómo o cuánto han cambiado.


Después de ducharme y afeitarme, salgo de mi habitación saludando a la chica que ha venido para la limpieza semanal.


Entro en algunos supermercados malasios e indios. Compro galletas de nata y de vainilla.


Visito DNM, un centro comercial situado justo enfrente de mi edificio y que, hasta ahora, me había pasado inadvertido (en Hong Kong es imposible ser consciente de todos los centros comerciales). DNM resulta ser un centro comercial un tanto alternativo, con exposiciones de artistas y bonitas camisetas con tirada limitada de diseño. Si no fuera porque vivo de prestado, no me importaría comprar algunas cosas.Pienso, inevitablemente, como un auténtico estúpido, con quién podría haberlo visitado, y habernos probado, y haber comprado algunas cosas.


Entro en el Ikea de Causeway Bay, también a cuatro minutos de mi edificio, intentando encontrar un pequeño espejo.


A veces desearía ser un Ikea. Que me resultara tan fácil tener complementos para todo, adaptarme a cualquier país, hogar, persona. Conseguir la felicidad y la belleza de forma tan barata.


Pero me temo que, en mi caso, soy más bien como ese mueble con unas instrucciones supuestamente sencillas al que le faltan algunas piezas. Al que le sobran algunas otras.


El Ikea de Causeway Bay se ha adaptado perfectamente a Hong Kong. Ocupa dos plantas bajo el suelo de un centro comercial. Todo es pequeño y reducido. Lo que España y Estados Unidos son aparcamientos y enormes hangares, aquí son estrechos pasillos en los sótanos de un centro comercial. Ejemplos de cómo ajustar sus muebles y complementos en pequeñas habitaciones. Un pequeño restaurante en una esquina.


La angustia no se apodera de mí como en mis últimas visitas a un Ikea. Aunque vea la mesa roja que intenté comprar varias veces para mi apartamento en Chicago. Aunque veo a una atractiva china escogiendo mobiliario junto a su novio europeo. Ahora la angustia es una cosa más sorda y líquida.


Compro unas galletas y unas gominolas.


Regreso escuchando “An end has a Start” de The Editors.

Chicas con cuenta en Warcraft y con la melena del color de los cuervos (jueves 27 de noviembre)

Recibo mensajes de algunas chicas para conocerme.

Una dice tener 21 años, ser algo excéntrica, vestir camisetas, ser aficionada al anime y a los videojuegos y tener una cuenta en Wow. Dice que acaba de salir de una relación y que sólo quiere quedar de manera informal. Intentando solventar mi ignorancia, descubro que Wow es el acrónimo de World of Warcraft, un juego de rol en Internet al que están sucritos más de 10 millones de personas en el mundo.

La otra es una mujer de 32 años que ha venido a Hong Kong por motivos de trabajo. Por las formas entusiásticas de su mensaje, sospecho que es estadounidense. Dice ser una profesional poco convencional. Gracias a su mensaje descubro que en inglés de puede utilizar al cuervo para describir un color negro.

Y tal vez sería divertido quedar con una chica de 21 añitos que viste camisetas (no me parece, en principio, la prenda más extraña) y juega al rol en Internet.

E incluso interesante conocer a una mujer que poco convencional profesionalmente (qué voy a decir yo, que aún no sé qué quiero hacer ni dónde). Y, contrariamente a otras personas, siempre pensé que los vikingos demostraban ser inteligentes respetando la inteligencia de los cuervos.

Pero el problema es que, en estos momentos, tengo poco que ofrecer.

No he vuelto a contactar con las chicas que hasta ahora he conocido aquí. No he respondido a algunos mensajes. Ni siquiera he tenido fuerzas para pasarme por el consulado.

Porque, ahora, en estos momentos, no sé si tengo algo que ofrecer. Ya apenas recuerdo mi cáustico e irónico sentido de humor. No sé si tengo fuerzas para hablar sin pausa disimulando la realidad. No creo que quieran, que nadie quiera conocer a alguien que, como yo ahora, no entiende ni conoce nada.