domingo, 30 de noviembre de 2008

El fin de noviembre en Hong Kong (domingo 30 de noviembre)

Acaba noviembre en Hong Kong.

Los hongkoneses comienzan a abrigarse aunque la temperatura no baja de 15 grados. En los escaparates de las tiendas europeas de ropa los maniquíes llevan pesados abrigos y bufandas.

Algunos días desayuno leche con cereales y zumo. Otros sólo una pepsicola.

Hay ordenadas filas de personas esperando pacientemente para entrar por turnos a tiendas de bolsos a partir de 500€.

Paso gran parte de los días en mi habitación de 11 m2 de Hong Kong. Leo algo. Me masturbo sin ganas. Me ducho. Me afeito. Me corto las uñas.

Hay ordenadas filas de personas esperando pacientemente para entrar por turnos a ascensores que les llevarán a restaurantes situados en una planta con dos dígitos de cualquier edificio.

Veo películas desnudo en la cama con el portátil sobre mi regazo. Películas británicas con bellas actrices inglesas. Películas absurdas basadas en videojuegos con bellas actrices con apellido serbio.

Hay personas subiendo silenciosas en ascensores con pantallas de televisión y rodeados de espejos.

Leo los periódicos en internet. Juego a antiguos videojuegos en mi portátil intentando que sus cacofónicos sonidos mantegan ocupada y absorta mi mente o hagan, como si fueran una espátula, un click en mi cerebro.

Decenas de personas caminan por las calles con bolsas de la mano, con manos en sus manos, silenciosas, sonrientes, solitarias, en parejas, entre los autobuses, tranvías, pasos a nivel, edificios y centros comerciales de Hong Kong.

Camino solitario por las calles de Hong Kong. Érase un hombre a ipod pegado. Como en establecimientos de comida rápida chinos y americanos. Saco dinero prestado de bancos americanos. Compro galletas en tiendas malasias e indias, en multinacionales de muebles suecas. A momentos mi cerebro consigue escuchar a Radiohead, Los Piratas, Iván Ferreiro, Muse, The Editors, Elbow.

Hay decenas de personas comprando en centros comerciales japoneses. Escogiendo cosméticos de multinacionales francesas. Hablando por móviles de multinacionales de Finlandia.

Los días pasan lentos y parecidos. Parece que hace dos años era ayer y que han pasado un millón de años. No aparece el día, la persona, la espátula que haga click en mi mente.

El futuro se presenta como el presente, lento y parecido. Borroso. Pesado. Las imágenes y los pensamientos siguen repitiéndose como los días, como las multinacionales, como los establecimientos de comida rápida, como las filas de personas, como los centros comerciales, como los rascacielos en Hong Kong.

En este caluroso invierno que parece no acabar ni comenzar nunca. Estas navidades plomizas que parecen llegar de nuevo cuando hace tiempo que no llegaron.