miércoles, 31 de diciembre de 2008

Navidad de sueño II. Fin de año (miércoles 31 de diciembre)

Dormir. Despertar. Caminar. Desconocer el significado de las lágrimas. Dormir. Despertarme.

Nueva visita a mi nuevo psicoanalista.

Cuento de nuevo la vieja historia de un absurdo y fallido intento de abrir mi corazón para no poder volver usarlo ni controlarlo ni cerrarlo hasta el momento.

Voy al cine a ver Gomorra con mi hermano, la única persona que conozco a la que envidio, siendo tan diferentes, buscando en la vida cosas tan diferentes, o quizás no tanto, una vida profesional y una relación sentimental con apariencia de dignas.

Recibo una llamada en mi nuevo número y un correo electrónico de personas del que era hace no tanto mi entorno y con las que aún no me siento preparado para contactar. Porque ya no soy el que era. Porque aún no tengo un nuevo yo.

Por la noche duermo con ayuda de drogas.

Recuerdo un Sueño en el que hago un viaje astral desde el Forum de Barcelona hasta un antiguo puente árabe.

Después, un viaje en una especie de submarino al ártico con un grupo internacional de jóvenes en el que asciendo a la superficie y veo hielo y pingüinos. Recuerdos de Noruega. Un viaje en el que apenas nadie acude a clases de inglés.

Nada más.

Nada más que contar en un año que apenas ha ocupado espacio sólo, solo, en las entradas de este blog. En los cerebros y corazones de personas vinculadas a mí por lazos genéticos y familiares.

Nada más que contar en un año sobre el que podría contar tantas cosas y tan pocas. Nada más que contar en un año en el podría haber vivido tantas cosas. En el que he vivido apenas lo contado en este blog.

Nada más que contar entre el ruido de petardos y cohetes. Nada más que contar a unas horas del año 2009.

Nada más, sólo intentar dormir.

No, nada más.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Navidad de sueño (sábado 27 de diciembre, madrugada del domingo)

El Trankimazin devora lentamente las lágrimas. Ralentiza los movimientos y los días.

Hay un nuevo doctor. Un nuevo psicoanalista. Pero parece, me parece comprender algo más. Habla de descompensación de carácter. Me escucha y habla durante más de una hora. Es una consulta privada. Me da una nueva cita es una semana.

El Trankimazin camina lentamente con el Lantanon hasta mi mente.

Dos nuevas mujeres desean conocerme, ya tarde, en Hong Kong. La Capitana de Nueva Jersey y la vendedora de derivados preguntan por mí en sendos mensaje.

El Trankimazin y el Lantanon Se encuentran con el Zolpidem a las puertas del sueño en los días que terminan lentamente.

Es agaradable sentir que tu familia existe, que tú existes para tu familia.

Incluso hasta responder con una mensaje a la invitación de una amiga para salir este sábado.

El trankimazin, el Lantanon y el Zolpidem provocan un sueño sin sueños en una navidad que pasa lentamente, recordando navidades que desearía no recordar, deseando sólo dormir en unas navidades sin sueños.

martes, 23 de diciembre de 2008

Paso intermedio (martes 23 de diciembre)

    Aquí estoy otra vez. Estoy en Valladolid de nuevo.

   Es agradable sentir el amor genéticamente verdadero de tu familia. Es agradable acariciar a tu perro.

   El cuerpo descansa después de más de 26 horas de viaje. Después un viaje desde Hong Kong haciendo escalas en Bombay y Londres. Después de que el conductor del autobús que te lleva desde el aeropuerto de Heathrow hasta el de Gatwick te diga que no te dará tiempo a coger tu vuelo. Después de hacer una fila interminable frente a mostrador de Air Comet que va con retraso y sortear una vez más el pagar tu exceso de equipaje. Después de casi desnudarte una vez más frente a los controles de seguridad británicos. Y hablar en el vuelo sobre arte con una española de más o menos tu edad que trabaja en Christie’s. y regresar a tu casa desde Madrid.

   Sí, es agradable sentir el amor genéticamente verdadero de tu familia. Es agradable acariciar a tu perro.

   El cuerpo descansa.

   Pero, pese a todo, sigues sintiendo que falta una pieza, que te falta un pieza, que hay una conexión rota, que algo supura y lo invade lentamente todo más allá de tu corazón y tu cerebro.

Shweta in Mumbay Airport (viernes 19 de diciembre, madrugada del sábado)

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Shweta espera pacientemente junto a mí mientras marca un número en su teléfono. Shweta me ha dicho que espere un momento.

El aeropuerto de Bombay está un tanto destartalado. Hay operarios que caminan de un lado a otro sin saber qué hacer o querer hacerlo. Algunos duermen en los escasos asientos llenos de polvo.

Es la 1 de la mañana. Shweta está intentando conseguirme la “boarding pass” para mi viaje a Londres que no consiguieron imprimirme en el aeropuerto de Hon Kong por problemas técnicos. Turistas ingleses le hacen preguntas, le gastan bromas, se enfadan.

Shweta es joven, bajita y morena. Lleva un traje azul marino. Se le he caído la chapa con el nombre. Se lo comento. Me dice que se la ha guardado en el bolsillo. Frente a nosotros largas colas de personas en los controles de seguridad y militares con uniformes verde oliva.

Último día en Hong Kong (viernes 19 de diciembre)

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   Llega definitivamente el final de esta absurda y repetidamente errónea experiencia. Me despido ya de Hong Kong.

   Cojo el autobús al aeropuerto frente a la Biblioteca Pública.

   Causeway Bay se aleja horizontalmente de mis ojos.

   Veo por última vez los rascacielos de Central, las personas caminando, los tranvías, los pasos elevados.

   Me despido mentalmente de las escaleras mecánicas, de los espejos, de los centros comerciales, de los ascensores metálicos.

   Me despido de Hong Kong, de la Asia que no he conocido, de los lugares y personas que no he sentido porque no había hueco en mi cerebro o en mi corazón.

   Me despido de este breve y estúpido intento de renacer. Renacer en mis valores. Renacer en mis valores y mis principios. Renacer en mis deseos.

   Me despido de Hong Kong sin pena. Sin alegría. Sintiendo que nunca he venido, que desde hace dos, tres años, no me muevo, sólo giro desde el eje de mi pecho rozando brevemente lugares, personas, aeropuertos.

   El autobús atraviesa el atardecer de la costa de la isla de Hong Kong.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Primer y último día en Macao (jueves 18 de diciembre, madrugada del 19)

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   Como en un último, desesperado y a la vez minúsculo esfuerzo, consigo vencer mi apatía y mi inercia y me ducho y visto  para ir a Macao el último día posible.

   Antes, me paso por la oficina de mi “service apartment”. Mientras espero a que la chica me haga el cheque por los 300$ hongkoneses de mi depósito un agente filipino me invita a sentarme y me explica que entiende el español y lo habla un poco. Me pregunta que en qué trabajo. Le respondo con vaguedades que en diferentes cosas según el momento (también podría decirle que en nada, que sólo viajo por el mundo sin conseguir salir de mí mismo). Me sugieren dejar las llaves dentro de la habitación, pues mañana es la fiesta de navidades en la oficina y no estarán. La verdad es que, pese a los 11 m2, han sido gente confiada y  agradable.

   Cojo el metro hasta Central y allí me dirijo al muelle del ferry a Macao. Compro un billete para el de las 15:30, pero me dejan montarme en el que sale 15 minutos antes.

   Desde el ferry, veo las islas de la costa del sur de China y dormito un poco en la hora que dura el trayecto mientras en la gran pantalla plana veo cómo un joven supera un récor Guiness de ponerse y quitarse un slip a saltos. 

   En Macao parecen hablar menos inglés que en Hong Kong. Consigo que una persona de la compañía de autobuses me indique qué autobús coger para ir al centro. Voy al centro por el precio de 3,2 patacas de Macao, que me aceptan en dólares hongkoneses, que equivalen a 32 céntimos de euro.

   Macao muestra estar menos desarrollado económicamente  que Hong Kong. Los autobuses son peores, hay menos rascacielos y tiendas de lujo occidentales, muchos de sus edificios se muestras viejos.

   Pero también parece más real, diría que más humana si no fuera porque Hong Kong es una construcción radicalmente humana. Aunque están también las calles repletas y abigarradas de los barrios populares de Hong Kong, hay espacios abiertos y árboles en algunas de sus plazas y calles. Decenas de scooters surcan sus calzadas. Aún se ven hermosos edificios coloniales portugueses.Pese a que el inglés también está presente, y parece que en aumento, resulta extraño y a la vez acogedor para un español como yo ver los nombres de las calles y los letreros de tiendas y servicios en chino y portugués.

   Ando sin rumbo. Después de dos meses aquí, no me he traído la guía y son casi las cinco.

   Veo un colegio católico en un palacio desde el que salen niñas y jóvenes con uniforme escolar.  La portera me enseña un mensaje escrito en inglés en un cuaderno indicando que está prohibido entrar a hacer fotos.

   Veo atardecer en la la Plaza de Vasco de Gama.

   Por azar llego subiendo por un camino rodeado de vegetación hasta la Fortaleza da Guia, con el primer faro construido en la costa de China en el S. XIX.

   Desde allí, veo Macao erguirse y crecer ante mis ojos mientras el sol comienza a ocultarse. Hay siempre un ruido de obras en China. Hay siempre un zumbido en mi cabeza. Un sentimiento de alienación ensimismada. Falta una mano, un pasado más tibio e inteligente, un futuro, un presente. El sol se pone tras el falo del hotel Grand Lisboa, sobre la desembocadura del río de La Perla. Y yo no sé dónde estoy. A qué vine. Veo Macao en la distancia como si sólo fuera un cuadro y fuera yo el que está en el cuadro. Cada vez en un lugar del mundo sin salir de mi cabeza,  sin que la luz saque la tristeza mi cerebro.

   La noche llega a Macao.

   Deambulo por sus calles sin dirección alguna.

   Paso junto a la Biblioteca Pública y un centro de salud ubicados en bellos edificios coloniales.

   Me interno en un jardín ofrecido por el Gobierno Portugués en los setenta. Hay ancianos haciendo tai chi o jugando a las damas. Chicos jugando con sus móviles. Flores observándome desde el lago.

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   Como o ceno mi típico entrecot barato y una patata asada a la que consigo que le quiten la salsa después de no hacerme entender por varios empleados que sólo hablan chino en un Café de Coral

   Compro dos bollos con crema.

   Cuando son ya casi las ocho, busco en los letreros de una parada de autobús cuál me puede llevar a muelle. Me ayuda un inglés de Liverpool de más de cuarenta años que está con una filipina de pocos más de veinte excesivamente maquillada y con minifalda. El hombre inglés dice  trabajar en un casino y me recomienda venir más de un día para verlos. Al parecer, en uno hay canales como los Venecia. También me dice en qué ventanilla conseguir mi billete de vuelta a Hong Kong más barato.

   Voy en autobús hasta el muelle y paso junto a lo que parece la plaza mayor de Macao. Junto a los casino con gigantescas luces de neón. Veo un casino llamado “Pelota Basca”.

   Desde el ferry, las luces de neón parecen decirme adiós sabiendo que nunca he estado en allí. Que no he visitado los casinos. Que no están seguras de que haya estado en Macao. Que tal vez nunca haya estado en Chicago o en Barcelona.

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   Sabiendo, tal vez,  que dentro de menos de 24 horas tampoco estaré ya en Hong Kong.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Blogs y personas. Último miércoles en Hong Kong (miércoles 17 de diciembre, madrugada del jueves)

 

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   Leo sobre la muerte de André Gorz y su esposa.  Leo también cosas aparentemente más banales.

   Navegando blogs en internet descubro algunos que hablan de lo que todos deseamos. Ser oídos, ser queridos, sexo.

   La mayoría están escritos por hombres. Son quizás los que más gráficamente hablan de sus deseos. Y es evidente la influencia en ellos, hasta en los que parecen más autoconscientes y dejan entrever inteligencia, de nuestro mundo audiovisual contemporáneo, de cómo nuestros sueños son o se han transformado en imágenes pornográficas. Hechos que apenas jamás ocurren u ocurren de muy diferente manera. Sueños de mujeres hermosas y esperma.

   Y son verdad. No hay que engañarse. Y no pasa nada. De lo único que hay que lamentarse es de su falsa realidad. De que, hombres y mujeres, soñamos sobre nuestros sueños más veces de las que los cumplimos. Y muchos de estos blogs no son más que la prueba. Como en otras personas es lo que dicen o la imagen que pretenden, muchos de estos blogs parecen contar la historia que hubiesen deseado historia. Sueños de personas que no existen, de hechos que no ocurrieron. Los cuerpos y los momentos que hubiesen deseado que les perteneciesen.

   También descubro un blog de un tal Alfredo de Hoces y una novelita escrita por él , Fuckowski, memorias de un ingeniero,  publicada en papel e internet que tiene cierta gracia.

   No coincido en todo con él, claro, las diferencias con su exnovia parecían mucho más superables (aunque parece ser que tampoco se superaron) y de una estupidez menos relacionada con la moral y más disculpable; pero en algunos puntos me siento identificado con su forma de ver la vida.

   También valoro el la distancia y el sentido de humor que ahora me faltan y que eran algunas de mis escasa armas en la vida.

   Y no es ninguna genialidad, y algunas de sus imágenes y metáforas son algo simples e infantiles seguramente. Pero qué puedo decir yo.

   Resulta mucho más ameno e interesante leerlo a él que las absurdas vivencias de un personaje depresivo y a ratos patético que arrastra su falta de tolerancia a la realidad y a las relaciones  humanas por el mundo.

   Que recorre de nuevo las mismas calles de Hong Kong después de haber pasado todo el día metido en 11 m2 cuando son ya las 10 de la noche.

   Que come o cena el mismo entrecot barato y diría que la misma ala de pollo y las mismas rodajas de pepino y zanahoria y setas y la misma media docena de patatas fritas y la misma cocacola en el mismo Maxim’s de cada día y cada noche por apenas 4 euros.

   Que ve algunas hermosas mujeres de ojos rasgados y piensa que no las ha conocido. Que ya no las conocerá. Y no sabe si es un error o si le llevarían de nuevo a la tristeza de la que no ha escapado tampoco en Hong Kong.

Amor, personas y filósofos (miércoles 17 de noviembre, madrugada del jueves)

No, hoy tampoco he visitado ningún lugar nuevo en estos mis últimos días en Hong Kong.

Por la noche, si saber bien por qué o sin querer saberlo, tengo frío. Me acurruco bajo el edredón nórdico, intento jugar con el aire acondicionado para que dé algo de calor.

Parece que ya pasó definitivamente el efecto placebo del kava. Tampoco parecen hacerme mucho efecto los comprimidos de hierbas para dormir. El Dorken 5mg. Son más de las 5 de la mañana.

Pese a todo me despierto temprano. Pero no me levanto. Me quedo dormitando en la cama, acurrucado bajo el edredón nórdico, hasta casi las tres de la tarde.

Paso el día leyendo recortes de artículos de periódico que me traje de España. Una columna de José Vidal-Beneyto de El país me anima a conocer a al filósofo André Gorz y la historia de amor con su mujer Doreen.

Marxista, existencialista que se distanció después de Sartre, confundador de Le Noveul Observateur, defensor de la ecología y una nueva izquierda. Todo esto ya le haría importante.

Pero lo más importante, creo, pienso, es cómo una persona puede ser fiel a sus principios, a los más importantes, en todos los sentidos. También en los sentidos de la piel y la carne.

En Carta a D, Historia de un amor, cuenta su vida y relación con su mujer. Sus 58 años en común. Sus 34 años luchando también contra el cáncer de ella, con la enfermedad degenerativa surgida de una intervención contra él.

Esta carta acaba diciendo:

“Acabas de cumplir 82 años, has perdido 6 centímetros y no pesas más de 45 kilos, pero sigues teniendo la misma belleza, y yo te quiero más que nunca. El insoportable vacío de no ser una sola cosa contigo sólo lo calma el calor de tu cuerpo contra el mío. Por lo que si contra toda evidencia existiera otra vida, querríamos también vivirla juntos”.

Antes dijo: “A ninguno de los dos nos gustaría sobrevivir al otro”

El 29 de septiembre de 2007 se suicidaron en su casa del pequeño pueblo de Vosnon, en Francia.

El 2007 fue el final de muchas cosas. Pequeñas, patéticas e insignificantes en mi vida. Otras importantes, como la de estas dos personas.

Mi vida siente envidia de su vida y de su muerte.

martes, 16 de diciembre de 2008

The Day the Earth Stood Still. Último martes en Hong Kong (martes 16 de diciembre, madrugada del miércoles)

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   El sol ya se ha ocultado de nuevo cuando salgo a la calle. Son las seis y media de la tarde.

   Hoy tampoco he conseguido visitar ningún sitio nuevo ni viajar a Macao.

   Compro dos pinchos de pollo y uno de ternera en el puesto de mi amigo gay junto a la parada de metro de Tin Hau . Unas patatas en el Macdonald’s.

   Le había propuesto a la Capitana Música ir a ver ir a ver The Day the Earth Stood Still al cine Imax de Megabox, en Kowloon Bay, disculpándome por mi insociabilidad y comentándole que no creía que fuera muy “política”, al menos de una manera aparente (Body of Lies se lo había parecido). Pero parece que nuestros horarios no han coincidido. Tal vez también haya influido que le comentara por el messenger muy sucintamente los motivos de mi apatía. No lo sospecharía ante mi aparente jovialidad. Tendría otras expectativas. Preferirá otras cosas. La comprendo.

   Es absurdo ir a ver una absurda película hollywoodiense en mis últimos días en Hong Kong. Pero soy incapaz de dormirme pronto y levantarme temprano y de noche no es tan fácil visitar lugares. Tampoco tengo fuerzas para mucho más. Incluso me da pereza coger el metro.

   Keanu Reeves parece el actor perfecto para representar a un extraterrestre que desconoce  la forma de expresarse  y los sentimientos de los humanos. Parece que lleva toda su vida representando este papel. Jennifer Connelly cumple años y su belleza crece desde Érase una vez en América. También yo me replantearía destruir la tierra por ella. Poco más puedo decir de esta película (y habría que hacer un estudio estadístico de cuántos insectos biomecánicos y destrucciones de material urbano hay en el cine de Hollywood de los últimos años).

   Mientras orino en los limpios y amplios servicios del cine, veo las autopistas y las luces de la noche de Hong Kong en los edificios de Kowloon Bay.

   Camino solitario junto a carreteras, solares, rascacielos.

   Atravieso la barroca decoración navideña de Telford Plaza.

   Cojo, con los ojos de William Hurt, el metro de vuelta a Tin Hau y a mi habitación.

   La Tierra permanece en pie; soy yo el que no está muy seguro de hacerlo.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Último lunes en Hong Kong (lunes 15 de diciembre, madrugada del lunes)

Las calles de Causeway Bay no están tan transitadas como de costumbre. La temperatura es la de un templado día de otoño.

Aunque debería aprovechas mis, posiblemente, últimos días en Hong Kong, y haber entregado algún curriculum más o haber visitado algún lugar nuevo o haberme informado de los ferrys que salen diariamente para Macao, cuando consigo salir de mi habitación para comer/cenar algo son más de las 11 y 30 de la noche. Hasta ahora sólo he comido una especie de doritos australianos, una pepsi y cuatro gominolas.

Anuncios de relojes de lujo, la decoración navideña de Times Square con las luces apagadas. Parejas, hombres solos, hermosas jóvenes chinas con botas de caña.

En el Macdonald’s 24 horas de Times Square hay algunos individuos solitarios que no comen nada. Un hombre que lleva sandalias lee un periódico. Una mujer dormita sobre su mesa frente al gran ventanal.

En el Hong Kong de los perfumes, coches, ropa y cosméticos europeos, parece que el mayor lujo consiste en evitar la soledad.

Nunca he sido una persona dada a los lujos.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Mentiras y madrugadas de sábado en Hong Kong (madrugada del sábado 13 de diciembre)

Me sigue resultando imposible no pensar en cómo era cuando cenaba con otra persona, incluso con otras personas, cuando las 9 y media era sólo la hora de comienzo. Cuando a la hora en que escribo estas líneas sentía el calor de la piel y de una mente y un corazón que creía cercanos.

Me sigue resultando imposible pensar en que cómo hubiera sido si todo hubiera sido de otra manera. Si la realidad hubiera sido la que parecía, supongo.

Porque sí, es fácil hablar, las palabras pueden ser engañosas. Pero mentir, por mucho que tanta gente piense lo contrario, es dificilísimo. Es fácil intentarlo. Es fácil el acto de mentir, el gesto. Pero la mentira tiene fecha de caducidad. Según su calidad, según la habilidad de quien la ejecuta, puede durar instantes, minutos, horas, días, meses, años. Pero caduca. Siempre caduca. Mentir a los demás. Mentirnos a nosotros mismo.

Y por desgracia, la reciprocidad no es una ley universal. Dar bondad no significa recibir bondad. No mentir no significa que no te mientan. Aunque, tal vez, a veces, sólo a veces, cuando nos mienten nos hemos mentido primero nosotros a nosotros mismos.

Me resulta imposible no pensar en todo esto en esta madrugada, tal vez mi última madrugada de sábado en Hong Kong.

Después de haber visto 28 días después (imperfecta, pero con algunas metáforas e imágenes maravillosas)con subtítulos en chino y el portátil sobre mi regazo en mi habitación de 11 m2.

Después de haber recibido un mensaje de la estudiante de español sólo para decirme hola y comentar que fue agradable chatear hace dos madrugadas.

Después de ver que hay personas que llegan a este blog interesándose por la vida de Sasha Grey.

Después de leer el comentario de alguna antigua visitante.

Antes de tomar dos comprimidos de glutamina, hipérico y dos comprimidos de hierbas para intentar dormir.

Noelle y 99 Francs (sábado 13 de diciembre, madrugada del domingo)

Espero a Noelle frente al Mandarin Hotel, en la esquina de la gran tienda de Chanel. Son las 4 y 10 de la tarde.

Noelle lleva, como decía en su sms, falda y blusa negras. Tacones. El negro siempre es un color elegante. El negro siempre es un buen color para estilizar la figura. Noelle decía, entre otras cosas, en el primer y elaborado mensaje que me envió: “Look is of course important to an extent, and trust me, i do not disappoint”. Yo soy siempre más partidario de las descripciones estrictamente descriptivas que de las valorativas. O al menos siempre son mejores las descripciones valorativas un tanto dubitativas. Nunca sabes, ni siendo Olga Kurylenko, cuáles serán los gustos de la otra persona.

Después de que Noelle compre un paquete de chicles y pregunte dónde está exactamente el City Hall Theatre, llegamos a él y entramos en la sala donde proyectan 99 Francs dentro del French Cinema Festival.

La película, sin ser genial, tiene cierta gracia e interés en algunos puntos. Y sigo interesado en el libro en que se basa y su autor, Frédéric Beigbeder, miembro de la clase alta y pija parisiense, tertuliano televisivo, dj, publicista cocainómano creador del eslogan del anuncio del Wonderbra “Loook to my eyes. I said to my eyes!” y consejero del candidato del Partido Comunista Francés en 2002 (consiguieron el 3,37% de los votos). Un tipo que tal vez no me gustaría, pero interesante. Siempre es necesario recordar y recordarse a uno mismo cómo se hace la publicidad y cómo la publicidad construye nuestro mundo.

Después de la película, Noelle me invita a elegir entre un restaurante tai o uno chino. Escojo el Tai, pero no está donde pesaba. Acabamos en el American Peking Restaurant, en Wan Chai, que pese a su nombre es un popular restaurante chino desde la II Guerra Mundial. Aunque veo cómo sirven una especie de gambas en tempura con salsa y pato asado, Noele elige una especie de vegetales con salsa y algo que dice que es cangrejo, una especie de relleno con cerdo y arroz y algo de ternera con salsa de soja y verdura. Intento probarlo todo y aparentar que ceno. Me dejan usar cubiertos y pedir agua para evitar el té caliente.

Noelle ha vivido 18 años en Europa. Viene de una familia de clase alta. Ella trabaja en un banco, del que no me dice el nombre, y tiene trece personas a su cargo destinadas a siete países asiáticos. Su hermana, casada con un alemán, se dedica a comprar y vender propiedades. Noelle me habla de sus amigos internacionales, de las veces que viaja por placer o por trabajo, de sus amigos propietarios de helicópteros. Noelle parece segura de sí misma, pero yo diría que sólo lo parece. Aunque cree que el colapso económico saneará el sector, no la veo excesivamente preocupada. Cuando le pregunto por cuestiones políticas en China, evita el tema.

La alta ejecutiva de un gran banco pide envases para llevarse la cena que ha sobrado.

La acompaño hasta la parad del autobús que la llevará a su piso en Central. Me dice que sigamos en contacto y que la avise para ver otra película.

Vuelvo caminando.

Paro en Maxim’s para cenar mi ala de pollo y mi entrecot barato y, en verdad, cenar algo.

Regreso sin caminar demasiado. Aún detenido.

Efectivamente, no había tanta prisa.

viernes, 12 de diciembre de 2008

El turista accidental II (viernes 12 de diciembre)


El cielo está nublado cuando salgo de mi habitación a las 2 de la tarde. Acabo de recibir un mensaje de la mujer ejecutiva que comienza diciendo “Buenas tardes, carino” (no puedo exigir que su móvil chino tenga ñ) y pregunta en qué lugar y a qué hora quedaremos para ir al cine mañana.

Lo que debería haber hecho hace dos meses lo hago hoy. En la parada de Admiralty pregunto a un hombre dónde está Pacific Place Two. Cruzo el paso elevado y una vigilante vuelve a indicarme la escalera mecánica precisa. Subo en un ascensor en el que uno teclea antes de montarse en él a qué piso desea subir. Subo hasta vigésima planta.

En el consulado español la atención “a españoles” termina a la una. Son casi las cuatro. Pese a todo pregunto a la mujer china que está tras la ventanilla por el nombre que me dio hace casi dos meses la mujer española de Discovery Bay. Resulta ser una mujer de Burgos agradable que vive también en Discovery Bay con sus hijos y un perro. Me pasa una lista de centros donde se imparte español. Me dice que a veces es un poco complicado conseguir un permiso de trabajo. Me da su tarjeta por si necesito cualquier cosa. Me pide mi curriculum por si sabe de algo. Cuando se lo entrego hace un comentario sobre lo corto que llevo el pelo ahora.

Decido, aprovechando el día y el ánimo, entregar mi curriculum personalmente en algún lugar más.

En Central lo entrego en una academia de lengua española dirigida por un español. El dueño está de vacaciones y me atiende alguien del que su tarjeta indica que es coordinador de estudios. Es de León y me dice que de momento no necesitan a nadie. Que no lo ve muy fácil en Hong Kong. Puedo equivocarme, pero parece la clase de persona que no ve nunca las cosas fáciles y que no desearía saber o pensar que no son tan difíciles las cosas que ha conseguido. Lleva el pantalón demasiado alto. El pelo podría parecer más suave. Gracias a él descubro que hay una compañera de tiempos de la universidad de lectora en la Universidad China de Hong Kong, que está al norte de los Nuevos Territorios.

Se lo entrego también a la recepcionista del Hong Kong Institute of Languages. No necesitan a nadie en un centro de enseñanza para niños.

Tal vez no sea fácil, no hubiera sido fácil, pero creo que depende, que ha dependido más de mi cerebro. También me dijeron que no era fácil en Noruega o el Reino Unido. Y no fue tan difícil. Aunque mis expectativas eran otras, mi cerebro era otro.

Como o ceno en Maxim’s. Compro dos versiones chinas muy curiosas de los últimos discos de Radiohead y Rem que contienen las canciones de éstos y docena y media más.

En mi habitación, lavo la camisa a mano y la tiendo en la percha bajo la ducha.

Tomo gingkgo, kava y vitaminas con un Smirnoff Ice.

Veo El Turista Accidental y entiendo la tristeza del protagonista (pese a que mi pérdida fuera seguramente insignificante y otra) y envidio como aparece la solución en forma un estrafalario amor que lo persigue.

Recibo un nuevo mensaje de una joven china de 27 años con la que chateo unos minutos.

Cuando le propuse que escogiera la hora y el lugar a la ejecutiva, me respondió con un mensaje que acaba diciendo “Can’t wait”.

Por desgracia, yo sí que siento que puedo esperar a conocer a una desconocida a la que he conocido por Internet. Por desgracia, siento que no puedo, que no deseo esperar mucho más tiempo a que sucedan ciertas cosas. Ojalá en ambos caso esté equivocado.

La soledad en Internet (viernes 12 de diciembre, madrugada del sábado)

Puede que sean estas fechas, la cercanía de las navidades hasta en un lugar no propiamente cristiano como Hong Kong. A veces las imágenes son demasiado poderosas.

O puede que sea esta ciudad repleta de centros comerciales y escaleras mecánicas, de anuncios de rostros pálidos e imposibles.

Tal vez sólo que Internet es un buen lugar para los solitarios. Un buen lugar donde intentar ocultar infructuosamente la soledad.

Cuando regreso del Soho por la noche he recibido cuatro mensajes más.

Un mensaje de una estudiante china de 19 años.

Un mensaje con fotos de una chica que se define como “curvy and with frame” que estará sola en navidades en Hong Kong.

Un mensaje con fotos de una mujer nigeriana, la cual me parece entender que vive en Nigeria con su hijo.

Un mensaje de una chica que dice salir de una relación con un “broken heart” y desea conocer gente.

Puede que sean las navidades. Puede que sea Hong Kong. Puede que sea Internet.

Hace dos años visitaba a alguien y recibía la llamada de alguien y me sentía falsamente (tal vez, porque en el fondo era consciente de la realidad, tal vez también del futuro) acompañado Hace un año pensaba que estas navidades serían diferentes.

Puede que sea estas fechas. Puede que sea Hong Kong. Puede que sea Internet. Puede que sea yo.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Cath in Soho (jueves 11 de diciembre, madrugada del viernes)

Son las ocho en Bacar. Cath es una mujer inglesa simpática de 33 años que trabaja en un Spa. Cath me ha contado en un mensaje que, tal vez por trabajar en un spa, sólo conoce gays y hombres casados. Ha sugerido un bar de supuestas tapas junto a la gran escalera mecánica del Soho, enfrente del Pure Fitness, al lado del estudio de la Capitana Música.

Una vez más, hablo demasiado.

Hace unas semanas, una antigua visitante de este blog decía que en la primera cita que tuvo con la persona de la que estaba enamorada le dijo que hablaba demasiado. En mi caso, siendo antes tal vez una virtud (también a veces un defecto, todo tiene dos caras), ahora no estoy tan seguro. Porque me he vuelto más egoísta conmigo mismo y con mis palabras. Porque, sin mentir, muchas veces siento que no estoy siendo sincero hablando tanto. Porque, como cuando juego al Tetris o al Dr. Mario en el portátil, creo que sólo lo hago para tener ocupada la mente. Para no pensar. Porque no sé si quiero hablar tanto.

Hablamos un poco de ella, de mí, de los países en donde hemos estado, de su trabajo en el spa, de Hong Kong. Después la acompaño a la estación de autobuses para que coja un autobús a Stanley.

Mientras regreso a las 12 de noche en el metro escuchando The Seldom seen Kid de Elbow, siento que las imágenes vuelven a caer descolocadas y vertiginosas, que las píldoras no acaban con los virus.

Mediodías inconclusos (jueves 11 de diciembre)

Aunque, sí, por desgracia, mi mente sigue sin conseguir salir de su propio tránsito.

Apago el portátil y vuelvo acostarme. Las imágenes y los recuerdos giran en el estúpido sistema solar de mi mente. No me siento con fuerzas de ir al consulado.

Cuando oigo la llegada de la mujer de la limpieza, me ducho y salgo a la calle.

Hace un hermoso día soleado. Frente al diciembre del año pasado en Chicago, parece un día cualquiera de primavera en Castilla.

Las personas van y vienen del trabajo, salen de compras, pasean por las calles. Hermosas mujeres casi tan altas como yo se tocan el flequillo y mueven sus caderas bajo vestidos de seda y lana.

En la zona de establecimientos de comida rápida de Times Square apenas quedan mesas. Los hombres sorben la comida que llevan con los palillos desde los tazones.

En Lee Gardens Two hay una tienda de Arte Madrid. Un concesionario Mercedes. La sede social de Gucci en Hong Kong. Sociedades que operan en las Bermudas. Tiendas con las líneas infantiles de Burberry y Dior. Una peluquería infantil donde cortan el pelo a niños sentados en caballitos de feria.

Cuando regreso a mi habitación tengo otros dos mensajes de mujeres chinas que quieren conocerme. Hay un nuevo comentario en el blog.

Es un mediodía inconcluso en las calles soleadas de Hong Kong. Un mediodía en el que, seguramente, no hecho lo que debería hacer. En el que el abrasador sol de mi cerebro a oscurecido la que debería haber sido una agradable y soleada mañana en hong Kong.

Jenna the Astrologer. Mi vida en tránsito (jueves 11 de diciembre)

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   Buscando el significado de algunas palabras hace algunas semanas en www.wordreference.com , me encontré con la publicidad de una supuesta astróloga que te leía el futuro de manera gratuita. Como he probado cosas peores en mi vida pagando mayores precios, rellené los tres o cuatro datos superficiales que requería en sus nueves casillas.

   Por curiosidad lo hice con dos cuentas de correo y algunos datos diferentes.

Parece que Jenna the Astrologer predice basándose más en lo algoritmos que en los planetas y las estrellas, lo que que no deja de tener sentido. A los pocos días recibí sendos mensajes en mis cuentas dándome algunos detalles referidos a los detalles que referí. Los mensajes eran largos. Todo tenía cierto razonado sentido. Ella decía en ambos haber sentido una fuerte conexión conmigo. Las únicas diferencias en ellos era las diferencias que había marcado.

   Una lástima que mi cabeza no esté para creer en casi nada, y menos en el pensamiento mágico. Una lástima que pidiera 60$ para decirme los aspectos más importantes.

   Al parecer comenzará el 17 (0 el 19, según el días o la cuenta de correo) un tránsito esencial en mi vida. Un tránsito en el que aparecerá la persona que amé. Un tránsito esencial para mi vida laboral. Para mi futuro. Ella me diría como aprovecharme de él, como no dejarle pasar.

   Parece probable que, alguien que no vio o quiso ver la realidad en año y medio de relación absurda, no sea consciente de este tránsito.

Y es cierto que mi vida está en tránsito. En tránsito de demasiadas cosas.

En apenas cuatro días que he decidido y conseguido estar mínimamente social y proactivo y tengo dos números de teléfono, una cita para ir al cine y cenar con una alta ejecutiva de un banco, otra para tomar algo hoy por la tarde en un bar español con una británica empleada en un spa. Una vendedora de productos estructurados y derivados que tiene curiosidad por saber cómo es una español con ojos verdes. Una Capitana Música que se preocupa por mi vida. Una chica china de 23 años que quiere practicar español conmigo. Otra mujer británica. Otra mujer china. Una chica china de 25 años que responde al mensaje que envié a un anuncio que me pareció sugerente.

   No sé qué hubiera ocurrido si mi cabeza hubiera estado en su sitio. Si además de razonarlo, sintiera que me puede pasar algo mejor y diferente a lo que fue un año y medio estúpido cargado de estúpidas esperanzas.

   No sé que hubiera ocurrido si hubiera respondido al último mensaje de la Capitana de Nueva Jersey, al de la amable chica que me dio su teléfono tras un viaje en el autobús, si hubiera avisado a la mujer chilenoestadounidense cuando fui al cine como me pidió.

   No sé qué hubiera ocurrido si me hubiera pasado por el consulado. Si hubiera entregado mi curriculum en algún lugar.

   No sé qué hubiera pasado si no hubiese estado, si no estuviera aún atrapado por mi pasado.

   No sé si aún puede pasar. Porque los días para mi vuelo del 19 pasan. Porque el dinero y los préstamos de una familia de clase media-baja se acaban.

   La pasada noche parece que los comprimidos de tilo, melisa, pasiflora y valeriana no ayudaron. Que la raíz de kava ingerida con Smirnoff Ice tampoco me ayudó a dormir pronto. Las mismas ideas recurrentes de siempre. También tuve un sueño acerca de cómo volver de un país europeo del este en guerra. Cómo me quería traer, absurdamente, las dos pesas que había comprado.

   Las dos pesas que no me llevaré a España de vuelta. La vuelta a España que no sé si quiero hacer. En estas navidades que nunca hubiese querido que llegaran. Mientras mi familia sólo desea verme y que pruebe otros doctores y drogas que eliminen por fin mi tristeza.

   Sí, mi vida está en tránsito, una pena que Jenna the Astrologer me pida, como detalle por la gestión, 45$ en dos largos mensajes para decirme cómo aprovecharlo.  Que su videncia se base en algoritmos.

   Hoy me levanto a las 10 de la mañana sin sueño, pese a que esta noche me he acostado a las 6 de la madrugada. Dentro de poco vendrá la mujer de la limpieza. Tal vez debería pasarme por el consulado.

   ¿Sería posible encontrar, si no la felicidad, la serenidad en Hong Kong? ¿Conocer a alguien caminando por su calles, concertando citas a ciegas’ ¿Supone esta ceguera un índice de la soledad de Hong Kong?¿Sentiré rápidamente lo que ya tengo, lo que debería tener ya razonado?¿Debería volver a España, descansar, comenzar luego en otro lugar del mundo?

   Alguien como Jenna the Astrologer, que escribe tan largos e individualizados mensajes a desconocidos que apenas señalan su fecha de nacimiento y su dirección de correo electrónico, debería decirme cómo salir de este tránsito de manera gratuita.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Blogs (miércoles 10 de diciembre)

Visito algunos blogs desde la entradas de los contactos de mi messenger mientras me muestro como “no conectado” (más allá de lo que implique de ocultamiento es quizás la forma más sincera de describir mi estado).

Como otros blogs personales, hablan de política, de música, cine, de lo que han hecho en su último o van a hacer en su próximo viaje, de la última o próxima fiesta con los amigos de sus proyectos de futuro… Temas inevitables y, en muchos casos, los mismos que en éste. Pero el tono es muy distinto. Más optimista o neutro, más desapasionado u ocultando la pasión bajo cierto distanciamiento o el siempre acertado manto de la ironía. Un tono más humorístico. Más inteligente.

Deseos, supongo, de decir que existimos. Que somos interesantes. Importantes. Deseos de comunicarnos. Deseos de ser queridos. Deseos de ser deseados.

Seguramente yo no habría escrito este blog en otras circunstancias o habría escrito otro blog. Un blog muy diferente. Siempre he sido un defensor del humor y la ironía. Los hubiera usado. Sin ser un experto tenía cierta facilidad, incluso familiaridad con su uso.

Pero las circunstancias son distintas y también yo soy otro. Y podría ocultarlo. Podría negarlo. Intentar usar la escritura del blog como un sucedáneo de la terapia ocular o la cognitiva. Podría intentar mostrar unas circunstancias distintas. Podría intentar mostrar que soy el mismo que hace años. O no tan diferente. Pero, aunque tal vez sería un blog más ameno, más positivo para mí y para quien lo leyera, más inteligente, no sería cierto.

Y soy consciente del tono narcisista, lacrimoso y peripatético de este blog. De sus perífrasis y oscuros circunloquios para evitar mencionar nombres privados, hechos concretos. Sé lo infantil y egocéntrico que resulta describir cómo el mundo se derrumba porque un hombre, seguramente inmaduro, haya descubierto mal y tarde un poco de la realidad humana: de lo frágil de las palabras y los sentimientos, de la ingenua creencia de tantas personas en pensar que es fácil ocultar sus verdaderos sentimientos, deseos, carencias y creencias bajo la forma de otras personas, objetos, otras creencias (porque la realidad, antes o después, resulta siempre vencedora). Un hombre seguramente inmaduro, un proletario, pero europeo y burgués, que para superar lo que no es más que la realidad y el fruto de sus propios actos de autoengaño, creencias y percepciones equivocadas y errores, ha optado por una especie de estúpidas vacaciones alrededor del mundo a cargo de préstamos familiares.

Para mi ventaja, para mi desgracia, en mi descargo, soy consciente. Soy consciente de todo ello. De mi egocentrismo, de mi inmadurez, de mi fragilidad.

Y quizás por ello, por ello mismo, en estos momentos, prefiero no mentir. Prefiero no variar el tono melodramático, pomposo, e infantil de un blog que ni yo mismo leería.

Este blog y su alambicada, prolija, precipitada y confusa sintaxis.

Si las circunstancias son otras, si mi estado pasa a conectado, si mi cerebro consigue hacer click, supongo que también cambiará el tono de este blog.

Pero incluso en ese momento, intentaré no borrar lo escrito. Aunque sólo sea por honestidad conmigo mismo y con los demás. Por no ocultar mis errores. Con la esperanza de demostrar que hay un futuro que merece la pena ser vivido desde la fragilidad y las imperfecciones.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Dos meses en Hong Kong (lunes 8 de diciembre, madrugada del martes)


Hoy hace dos meses que llegué a Hong Kong.

Las cosas no han sido como esperaba. Aunque sería mejor decir como deseaba. Hace tiempo que no espero mucho. Hace mucho que no espero que lo que ocurre tenga que ver con mis deseos.

Y no ha sido el entorno. He sido yo. Hemos sido yo y mi cerebro. Las personas que conocido aquí han sido en su mayoría agradables. Pese a sus centros comerciales infinitos y sus carteles con grandes logotipos y marcas, Hong Kong me resulta una ciudad interesante. El transporte público es magnífico. Las tiendas de comida rápida (y barata) son mejores que las occidentales. Muchas de sus mujeres son hermosas.

Pero apenas la he visto, apenas he usado su transporte público. Apenas he conocido a sus mujeres. Conozco mejor mi habitación de 11m2. He pasado más tiempo intentando comprenderme a mí mismo, o no conociéndome como pensaba que era. He pasado más tiempo en mi cerebro.

Pero hay momentos. Momentos en lo que intentos salir de mi cerebro. De mi habitación de 11 m2.

Noches de domingo en que camino por Wan Chai y Central emulando al Capitán Cook en busca de pequeños comprimidos de felicidad en forma de raíz de kava. Noches de domingo en las que llego cuando las tiendas están ya cerradas y camino por los pasos a nivel de Central, entre los cartones que han dejado después de pasar sobre ellos el domingo las mujeres malasias y filipinas. Noches en los que veo la noche erguirse sobre los rascacielos mientras escucho a Elbow.

Hay momentos en los que decido seguir creyendo, seguir conociendo gente.

Mañanas de domingo en las que me disculpo de la Capitana Música por no haber salido con ella y sus amigas por Lan Kwai Fong ni atendido su última llamada. En los que renuevo algún anuncio y recibo a las horas mensajes de dos o tres mujeres. Mujeres chinas que trabajan para grandes compañías vendiendo “productos estructurados y derivados”

Tardes de lunes en las que este Capitán Cook idiota consigue por fin pequeños comprimidos de raíz de kava como promesa de una leve tranquilidad.

Mediodías de lunes en los que recibo mensajes de mujeres chinas absurdas que se autodefinen como modernas y progresistas y buscan un occidental con el que casarse en unas semanas para que sea el macho cazador y sustento de la casa (pero hace algún tiempo que sé que muchas autodefiniciones no tienen que ver con la realidad, y que no deseo ni me siento ni creo que pueda ser un macho cazador, ni puedo ser en estos momentos sustento de ninguna casa y que lo que me faltaba era, ahora mismo, casarme)

Noches de lunes en las que chateo con altas ejecutivas británicas de origen chino que viven en los rascacielos de Central a las que les propongo ver 99 Francs en el festival de cine de francés y que aceptan encantadas y me invitan a la cena posterior.

Noches de lunes en las que compruebo que llegan a este blog desde Noruega buscando comics gays en páginas de Perú. Que el significado del último anuncio de Bond sigue siendo la más importante referencia.

Noches de lunes en que sin olvidar, sin sentirme feliz, no me siento totalmente perdido. En la vida, en esta habitación de 11 m2, en Hong Kong.

Noches de lunes en los que tal vez sienta el efecto placebo del Kava.

Noches de lunes en las que intento pensar que han sido sólo algunas personas, algunos años, sólo dos meses en Hong Kong.

domingo, 7 de diciembre de 2008

My Blueberry Nights (domingo 7 de diciembre)

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   Veo en vídeo cd My Blueberry Nights, de madrugada, con el portátil sobre mi regazo.

   Y me acuerdo de “2046” con quién fui y con quien no fui a verla hace más de tres años. Me acuerdo de “In the Mood for Love”, a quien se la regalé hace dos años y medio y con quien no acabé de verla tumbados en un sofá naranja de un piso de Valladolid.

    Y ya, ya sé que sólo hablo del pasado, que sólo hablo del presente en referencia al pasado. Que parece que sólo vivo el pasado. Los días presentes que se convierten, día a día, en pasado. Desgraciadamente, aún hoy, todavía, es verdad.

   Había visto algunas imágenes, algunas referencias en periódicos sobre su estreno en Cannes y en Días de Cine. Después lo había olvidado. Pensé que se habría estrenado durante mi estancia en Chicago. Descubro que en España se estrena el 12 de diciembre.

   No me atrevo a hablar de su calidad. No creo que sea la mejor película de su director. Pero sus imágenes, pese  a verlas en formato vídeo cd con subtítulos en chino e inglés en un portátil sobre mi regazo, como siempre en Wong Kar Wai, siguen siendo bellísimas. Y está Natalie Portman.

   Y, aunque, no sé si es muy creíble la historia de amor entre los protagonistas siento como propias algunas cosas. Vagar por el mundo tratando de encontrar y olvidar. Los Estados Unidos de bares y carreteras. Devolver llaves (pese a que  yo lo hiciera al principio de fin y su comienzo). Ver una sociedad con unos ojos que han crecido en otro sitio. La soledad.

   Aunque me temo que ellos lo llevan con un poco más de dignidad. La búsqueda de ella no lleva más de un año.

My Blueberry Nights de comprimidos y pepsicola parecen ser más largas. Parecen durar más.

sábado, 6 de diciembre de 2008

El Capitán Cook y el Capitán Idiota (noche del sábado del 6 de diciembre)

Hace dos años continuó y comenzó el fin de la nada en un puente de la Constitución como éste en el que, aquí en Hong Kong, apenas sé por internet y sus diarios.

Consigo salir de mi apartamento cuando son más de las 9 de la noche.

He recibido un correo electrónico de una chica china que desea conocerme. He visto un mensaje en mi móvil de la Capitana Música más de media hora tarde invitándome a ir a no sé dónde con ella y una amiga. Tal vez decir que sí, quedar con ellas y salir un rato. Es la tercera invitación de la Capitana Música y es una chica agradable. Pero no me siento con ganas ni fuerzas de ir a ningún sitio de manera precipitada. Le respondo mientas espero mi cena en Maxim’s. Cuando me llama y quedo en llamarla más tarde, después de cenar, para comprobar si sigue por ahí y dónde está, sospecho que no lo haré.

Compro el South China Mornig Post. Un bollo caliente relleno de crema. Comprimidos de valeriana, pasiflora, tilo y melisa. Chocolate polaco esquivando la oferta de bombones Trapa con un cartel con su banderita española. My Blueberry Nights de Wong Kar Wai por 2,5 euros en formato vídeo cd.

Aunque no consigo emular al Capitán Cook al no encontrar comprimidos de Kava Kava en esta mi infantil búsqueda de alguna sustancia, objeto, momento, lugar o persona que cambie las cosas y los sentimientos.

. Leo un nuevo comentario amable de alguien que inconscientemente ha decidido seguir este absurdo diario.

Recibo una llamada de la Capitana Música que no cojo

De momento, como desde hace dos, tres, o treinta y un años, seguiremos siendo el Capitán Idiota.

Cosas III (sábado 6 de diciembre)

Cosas que puedes perder, dejar, abandonar o nunca tuviste en este mundo complejo:

Dos pesas azules de plástico que apenas has usado y no viajarán contigo a España en un service apartment de Hong Kong..

Un absurdo aparato de abdominales que te dio tu cajas de ahorros a cambio de los puntos de tu tarjeta de débito en un piso de Barcelona.

Unas cuerdas en un apartamento de un pueblo de Valencia.

Una bicicleta estilo chopper que compraste por menos de 100 dólares americanos en un Target, y unos muebles blancos del Ikea, y el cargador de tu móvil norteamericano y una cama y un televisor de segunda mano y unos cuantos litros de alcohol para futuras fiestas que nunca diste o sentiste en un apartamento de Chicago.

La cazadora que te regaló por tu cumpleaños tu tía favorita (y tal vez, lamentablemente para ella, tú su sobrino predilecto) en el autobús de Alsa que te llevaba al aeropuerto.

Drácula de Coppola y Un corazón en invierno en VHS, crema hidratante y los restos de un frasco de colonia en un piso de Valladolid.

La Niña de la Guerra Civil y el falso amor y la falsa felicidad del MDMA en un adosado de Sanlúcar de Barrameda.

Tu indio favorito que tiraste sin saber porqué al Pisuerga desde el Puente Mayor.

Una persona, unos muslos, una voz, varias camas, tus erecciones, la serenidad, el corazón, el cerebro, tu deseo, unas personas, la juventud, tu olor, las esperanzas en algunos de los lugares mencionados.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Centros comerciales rojos en Kowloon Bay (jueves 4 de diciembre)

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Cojo un un autobús desde Po Lam sin saber a dónde me lleva. El autobús repta por las autopistas de Hong Kong, pasa junto a la costa de los nuevos territorios. Me bajo cuando aparecen calles y centros comerciales.

Un gran bloque rojo llamado explícitamente Mega Box se alza entre los rascacielos. Un centro comercial de diseño. Catorce plantas de tiendas de ropa, cines Imax y restaurantes. Firmas europeas. Muñecos minimalistas para coleccionistas adultos del tamaño de un niño. Enormes tiendas donde los clientes juegan gratuitamente frente a enormes pantallas de plasma a Playstations 3.

   Cuando estoy ya saturado de tiendas y ofertas, de escaleras mecánicas y ascensores con pantallas digitales y espejos, pienso en volver a mi habitación.

Son casi las siete de la tarde. Ya es de noche.

Hay un concesionario Porsche que parece perdido en un solar.

Me decido a a encontrar la boca del metro siguiendo a la riada de personas que salen del trabajo. Cientos de personas cruzamos pasarelas invadidas por tiendas y restaurantes, atravesamos centros comerciales, subimos y bajamos por escaleras mecánicas.

Descubro que estaba en Kowloon Bay.

Kowloon Bay, Ngau Tau Kok, Kwun Tong, Lam Tim, Yau Tong, Quarry Bay, North Point, Fortress Hill, Tin Hau.

Un chico occidental rubio habla sonriente con una chica oriental.

En mi cabeza suena suena Waht if this storm ends? de Snow Patrol, pero en esta tormenta sólo estoy yo. Y no pasaría nada si acabara.

El Turista Accidental (jueves 4 de diciembre)

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   No he leído la novela de Anne Tyler. Apenas recuerdo escenas de la película de Kasdan (el perro saltando desde las escaleras). Pero parece una buena descripción de mi situación actual.

   He venido a Hong Kong cuando ya no sabía si deseaba venir. Y no sé si he perdido a alguien, si he perdido algo, porque no sé si lo tuve, si realmente he perdido algo.  Pero, más allá de estas diferencias, más allá de las diferencias físicas, me puedo reconocer en los ojos de William Hurt.

   Hasta hace unos minutos no me había dado cuenta de que ya era jueves. Hasta que no he consultado el calendario del portátil todavía pensaba que era miércoles. Por eso me sorprendo cuando escucho a en el pasillo a la chica de la limpieza esta mañana. Me voy de la habitación después de ducharme y tomar vitaminas, hipérico, una perla de ajo, una perla de aceite de pescado, gingko y un zumo de naranja.

   Con Pioneer to the Falls de Interpol como banda sonora de mi cerebro cojo el metro en dirección a Po Lam.

   Sentados frente a mí viajan una pareja de veinteañeros. Comparten los auriculares conectados a la Psp. Alternativamente comprueban también algo en el móvil. Ella lleva una camiseta que dice “Fresh Sauce”. Él, zapatillas de piel y gafas de pasta negra. Se acarician las manos, sonríen, cierran los ojos mientras ella apoya la cabeza sobre el hombro de él.

  Metro City Plaza es un conjunto de galerías comerciales haciendo de base de unos rascacielos construidos en ninguna parte. Parece ser una zona residencial de la clase media hongkonesa. Apenas se ven tiendas de firmas de lujo. En una tienda de electrónica venden imitaciones del iPhone por 100€. En el MacDonald’s en el que como hay decenas de niños y niñas con uniforme escolar.

   Soy el único occidental en el Metro City Plaza de Po Lam. Un occidental con los ojos de William Hurt. Un turista accidental.

martes, 2 de diciembre de 2008

Días de años II (martes 2 de diciembre)

Hace ya casi año y medio te ofrecían una mano y una cama sospechando, tal vez, que la oferta ya no sería aceptada. Que entendían que la oferta, por más que doliera no aceptarla, ya no compensaba, porque no era una oferta sentida más allá del miedo superficial y la superficialidad misma, porque no era una oferta esencial ni verdadera.

Hace ya casi año y medio que te creíste librar de una cadena, aunque la cadena siguió aferrada a tus tobillos, tu corazón y tu cuello. Hace ya casi año y medio dejaron de estar presentes una mano, una cama, unos muslos, una voz, una persona. Una esperanza marchita. Una creencia. Aunque éstas eran tuyas. Y también han dejado de estar. Un año y medio perdidos tras un año y medio

Hace ya casi un año que te despediste de una persona esperando verla en menos de un mes. Hace cuatro meses que no te despediste de una persona, de unas personas, porque esta vez era también para siempre. Porque la creencia y la esperanza habían sido también tuyas. Porque la oferta tampoco fue esencial ni verdadera.

Hace ya casi un año esperaba que llegara este día, este momento, para que todo fuera distinto, para que todo volviera a un cauce más esperanzador y soportable. Pero sigue sin aparecer. O está tan seco que no se distingue.

Es todo tan frágil. Tan inconsistente. Tan perecedero.

Hasta tú mismo dudas de tus creencias. De tus esperanzas.

Hace apenas unos años creías contar con una mano, una cama, una voz, unos muslos, una voz, una persona, unas personas.

Y hoy despiertas en Hong Kong en esta habitación de 11 m2 sin saber exactamente para qué despiertas. Y pagas tu habitación hasta el 19 de diciembre cuando tiene el vuelo para España y no sabes si quieres volver, para qué quieres permanecer aquí, para qué quieres volver. Y comes o cenas en un Macdonald’s. Y compras las únicas nubes posibles, y doritos y gominolas y 8 latas de Pepsi.