miércoles, 26 de septiembre de 2007

Entrando en mi coche con la policía (miércoles 5 de septiembre)

Parece que hoy por fin puedo ir por primera vez a Waukegan en mi coche. A la salida de mi barrio, junto a la autopista, pregunto, pero ni me oriento ni me indican bien. Me veo yendo al norte a través de los barrios de Chicago. Veo amanecer junto al lago Míchigan en Evanston. En otro momento,en otra situación, con otra mente, resultaría idílico, pero no era hoy el objetivo. Por fin consigo entrar en la autopista.

Nada más llegar a mi escuela, al bajar los pestillos de mi coche (único sistema de cierre), compruebo que me he dejado las llaves dentro. Las llaves del apartamento, del candado de la bici, de mi clase, de mismo coche. Pregunto al personal de seguridad, a un profesor, me dicen que con una percha podrían pero que no tienen, que llamarán a la policía. Al rato viene la policía. Es un policía amable. Saca lo que serían las herramientas de un buen ladrón. Mete una varilla a través del hueco de la venta del coche. Sube el pestillo. Hablamos de la policía, de cómo mi padre también lo es en España, de cómo aquí, en Estados Unidos, con todo el mundo pudiendo llevar armas es todo un poco más complicado.

Según llego a Chicago recibo un mensaje de "mi agente" diciendo que lo de mis muebles le está volviendo loco porque en la empresa de alquiler de camiones han perdido la reserva. Le constesto diciendo que él verá, que yo puedo cualquier día a partir de estas horas, pero que no quiero que se estrese por mis muebles. No sé nada de él desde entonces...
Al menos, compruebo al llegar al apartamento que el haber llamado a mi casero y haberle visto y volvérselo a recordar ha servido de algo y ya han pintado algunas molduras en la casa.

¿Recargando baterías? (martes 4 de septiembre)

Me levanto una vez más de noche, con sueño. No tengo tanta prisa. Hoy voy al trabajo por primera vez en mi nuevo/viejo coche. Entro en él. Meto la llave. No hace absolutamente ningún sonido. Ansolutamente ninguno. Lo intento varias veces. Nada. Decido dejarlo, porque en el siguiente tren ya llego tarde, pero si no salgo también lo perderé.

En el tren compruebo, cuando me pide el billete el revisor, que seguramente en el último viaje, decidí regalar los cinco viajes que me quedaban en el bono. Mi cabeza y el moderno sistema de dejarlo en una pequeño soporte de metal para que los vea el revisor lo han conseguido. Es la segunda vez. Busco dinero. No tengo. Y en la compañía de trenes no aceptan tarjetas. El revisor decide invitarme.

Regreso en el primer tren que puedo para intentar ver qué le ocurre al cohe. Me han comentado que, si no suena absolutamente nada, es la batería. Al llegar veo una pareja de jóvenes negra que se baja de un todoterreno. Les pregunto si tienen pinzas, pero no tienen. Un hombre blanco que estaba sentado en las escaleras de la antrada de su casa se acerca. Parece de clase baja. Me dice que él tiene. Acerca su furgoneta. Me ayuda a encontrar la palanca para abrir el capó del coche. Pone las pinzas. Manda a su hijo pequeño a casa a por una llave. Se acercan dos amigos. Revisa los bornes. Aprieta las tuercas. Me indica cuándo encender el motor, cuando parar. Me dice que, posiblemente, se deba a que es una batería vieja. Que, si me vuelve a ocurrir, me compre una batería nuvea. Que en la K-Mart no costará más de 45$. Que si quiero, si necesito comprarla, él me la pone. Es muy amable. También muy americano. Parece mecánico o cualquier otro trabajador del sector oficios. Le digo que, cuando tenga ya el apartamento pintado y con muebles, pienso hacer una fiesta de inauguración. Que está invitado. Me lo agradece, dice que no faltará.

Cojo el cohe para que se acabe de recargar la batería. Vuelvo a perderme en Chicago. Conduzco por calles que creo lejanas y más tarde descubriré que están junto a mi apartamento o que empiezan junto a mi apartamento y terminan, quién sabe, esto es América, tal vez en Nuevo México.

Luchando contra América o el destino (martes 25 de septiembre)

Hace mucho que no actualizo este blog. Ha sido complicado. El mundo es muy complejo y todo es un poco complicado. El disco duro de mi portátil no pasa por sus mejores épocas. Mi disco duro tampoco. Ayer, volviendo en el tren de Waukegan con una de mis compañeras españolas, una chica catalana con la que, pese a las diferencias, hay cierta empatía, hablábamos de cómo estábamos un poco muy hartos de todo y cómo a veces nos daban ganas de volver a España. Y sí, hay momentos, bastantes, en los que es así. Pero le dije, y me digo cada poco, que no, que no va a ser así, que América o el destino no nos van a ganar y que voy a vencer a este puto país, a mi destino, a mis absurdo pasado, a recuerdos que no me dejan dormir tranquilo, a todas las inclemencias que, una tras otra, parecen perseguirme.

Sí, hay veces que me arrepiento de cosas que hice, que he hecho, de cosas que no supe, que no he sabido gestionar, de cierta inflexibilidad, de cierta falta de sangre fría, de mente despejada, no sé, de tantas cosas... Y hay veces que pienso en rectificar ciertas cosas, dar mi brazo a torcer, ofrecer cosas que, en estos momentos, creo poder ofrecer (cosas que he ofrecido tantas veces), ser generoso, olvidar, de nuevo, tantas cosas del pasado, este último verano, los sentimientos de los últimos meses, volver a intentarlo... Pero sé que, en lo esencial, no debo hacerlo, que debo de olvidar, superar el pasado y rectificar el futuro, evitar caer, cometer los mismos errores, pese a que Waukegan, Chicago, Illinois, Estados Unidos, parezcan no querer dejarme encontrarme, encontrar mi camino.

Hace mucho que no actualizo este blog. Intentaré hacerlo. Intentaré no ser pesado ni excesivamente aburrido. Intentaré resumirlo.