viernes, 13 de febrero de 2009

Coincidiendo con Carlos Boyero. Cuando ser Ulises era cómicamente aburrido, pero no dolía (viernes 13 de febrero)


   Leo en El País la crítica de Carlos Boyero sobre la última película de Angelopoulos exhibida en Berlín, The dust of Time (qué descriptivo es siempre en los títulos)y, sin haberla visto, sin estar seguro de hacerlo en el futuro, me temo que coincido con él, que coincidiría con él si fuera a verla.

   Aunque no coincida siempre con él y tenga menos predilección por el “cine clásico” y ningún interés por el fútbol (y me cause un poco de grima la imagen un tanto impostada de maldito, aunque qué voy a decir yo escribiendo este estúpido blog), suele resultarme una buena guía.

   Recuerdo cuando fui a ver solo La Mirada de Ulises (hace ya más doce años, quién lo iba a decir). Era en los Casablanca, unos minicines pelín e intencionalmente culturetas de Valladolid.

   Me parece recordar que su argumento comenzaba con la proyección de las supuestas primeras imágenes rodadas del cine griego, macedonio más concretamente. Imágenes en blanco y negro. Mudas. O supuestamente mudas.

   A los 15 minutos no me quedó más remedio que levantarme y, mirando a el resto de 8 ó 10 personas con las que compartía la sala, decir:

   - No nos hagamos los cultos, que se les ha olvidado poner el sonido

   Estaba en lo cierto. Había habido un error y la estaban proyectando sin sonido. La taquillera me dejó elegir entre añadir el sonido desde ese momento o volver a proyectarla desde el principio. Los grandes errores de la vida se deben a nuestras propias decisiones. Como sólo habían pasado 15 minutos opté por lo segundo.

   Recuerdo una película eterna, recuerdo una cabeza de Lenin rotando durante interminables minutos (Angelopoulos parecía pensar que los espectadores no podríamos pillar su inteligente y sutil metáfora en menos tiempo). Y había algunas bellas imágenes, y Harvey Keitel es un gran actor. Pero como dice Carlos Boyero de su última película, Angelopoulos me pareció “denso y plúmbeo”.

   Cuando volvía a mi asiento un chico le decía a una chica: “Ya me perecía a mí raro”. Pero nadie había dicho nada por miedo a no entender “el arte” ni al “artista”

   No fui a ver su siguiente película La eternidad y un día por miedo a que el título fuera una descripción literal.

   Esta anécdota me sirvió como gracia y descripción de la falsa cultura durante muchos años. Cuando mi vida de supuesto Ulises era cómicamente aburrida, pero no dolía.

   Hoy, Boyero, me ha hecho recordarla. Seguramente su última película sea igual de “culta” y “artística”, pero me fiaré de Boyero.

   Porque también coincido con él en lo relativo a Oliveira, Kiarostami y tantos otros.

   Porque también comparto su opinión sobre Michelle Pfeiffer, Robin Right y Nastassja Kinski.

   Porque seguramente los dos seamos idiotas, aunque en mi caso sin oficio ni beneficio. Seguramente yo sea más idiota.