martes, 28 de agosto de 2007

Preguntas (16 de agosto)

¿Por qué a algunas personas les cuesta tan poco encontrar el amor y el sexo tantas veces, en casi cualquiera?
¿Por qué a algunas personas nos cuesta tanto?
¿Por qué, cuando después de, tal vez, seguro, demasiado tiempo, parece que los hemos encontrado, además nos equivocamos?

Curso de Orientación (16 de agosto)




El jueves comienza el curso de orientación. A las 8 de la mañana entramos en el gimnasio de la “Juárez Middle School”. Hay una entusiástica mujer que hace de presentadora/animadora. Comienza a hablar el superintendente educativo de Waukegan, un hombre negro. Después al alcalde, creo que republicano, un hombre blanco. Varias personas más. Aplausos. Comentarios graciosos. La bandera siempre presente. La presentadora/animadora nos intenta animar a hacer algunas dinámicas de grupo, me mantengo en un discreto segundo plano sin que se note que apenas las hago. Descanso. Conozco a Mauricio, chico de origen mejicano que vino con tres años, graduado (gracias a una beca) en Ideanápolis por una de las tres universidades de EEUU que sigue siendo exclusivamente para hombres y que sale desde hace cinco años con una "güerita", una chica rubia. También a Román, un chico judío cuyos padres, comunistas, hicieron el periplo Odessa, Argentina, Estados Unidos. Nos separan por niveles. En “middle” comenzamos con otra dinámica y premio de material escolar para los dos ganadores. Mismo segundo plano. Después, instrucciones generales. Nos llevan de “tour” por Waukegan, atravesamos su zona de clase alta, con población mayoritariamente blanca y casas unifamiliares de piedra con jardín. Vamos, junto al lago, a un curioso museo de historia en una casa del S. XVII. Nos dan de "lunch" un perrito caliente una bolsa de aperitivos, un refresco y unas galletas.

De vuelta, lo que es tal vez más interesante del día. Un profesor universitario de historia, blanco, con dos discretos pendientes en la oreja, una fisonomía que se podría definir como levemente "oso" y yo diría que de izquierdas (lo que aquí se definiría como "liberal" o incluso "radical") nos habla de la inmigración y de cómo se formó Waukegan. De las sucesivas migraciones que llegaron: ingleses e irlandeses en un primer lugar, y más tarde, y muchas veces traídos por las propias fábricas que los utilizaban en empleos que sabían, que, no sólo ponían en peligro, sino que abreviaban sus vidas: eslovenos, alemanes, finlandeses, negros del sur ( a los que las factorías les construyeron casas porque los blancos no querían vendérselas)... Y cómo cada uno hacía su propio barrio, construía su propia iglesia... hasta que empezaron a llegar los mejicanos, desde el 4% a principios de los 80 hasta ser ahora casi el 85% ... Y todos gracias al NAFTA, y cómo éstos, que iban y venían, que van y vienen, no aprenden tan rápidamente inglés, cómo empiezan algunos problemas... Y cómo éstos van a ser nuestros alumnos, niños mejicanos, de padres inmigrantes de bajos ingresos, mucha veces casi trashumantes... Así, por ejemplo, en la Webster, la que me corresponde a mí, el 90% son hispanos y el 93% de bajos ingresos.

Después de esta charla, unas palabras más para todos en el salón de actos, y un sorteo con papeletas de material escolar.

Barbara, una amable compañera norteamericana que acaba de llegar a Waukegan pues su marido a venido a trabajar a un “college” me lleva a la estación de trenes. Decido ir hasta la estación central en el “Loop” para conocer el centro de Chicago. Ya en el “Loop” descubro que Chicago, aparte de Wicker Park, es una ciudad hermosa. Me monto en un autobús después de preguntar la dirección de la agencia de alquiler a su conductora negra. Me bajo algunas manzanas más allá. Hasta el MacDonald's de Clark St. donde entro a comprar unas patatas fritas y un refresco parece elegante. Cojo otro autobús después de asegurarme preguntándole a su conductor negro. No siendo todo igual, teniendo lugares mejores y peores, la hora más o menos que duran mis viajes en el autobús me hacen pensar que sí, que Chicago parece una ciudad hermosa y agradable. Un lugar donde puede ser agradable vivir.

Después de algunas firmas más en la agencia me dirijo a mi apartamento. Prefiero ir andando. Pregunto varias veces. A la hora decido coger un taxi para llegar y poder recoger las llaves de mi casero. El conductor del taxi es negro. Ya en mi apartamento conozco a mi casero. Tiene pelo blanco y bigote. Es mejicano. También parece agradable. Me ofrece un colchón y un sofá. Me indica, después de vacilar unos minutos hablando con un chico también mejicano cómo ir a la estación de tren. Hago varios fotos a mi apartamento. Con algunos arreglos podría quedar bien. Sería necesario pintar las paredes y hacer una buena limpieza. Comprar un candado para la puerta exterior de metal. Ya veremos.

Regreso de camino a la estación. En la estación conozco a una mujer polaca. Trabaja cuidando niños. Es habladora. Al poco me pregunta por la Unión Europea y el Gobierno Español. Si es verdad que quiere que España no sea católica. Habla sobre cómo cada vez son más grandes las diferencias entre ricos y pobres. Que hacen falta reglas en la sociedad. Le pregunto por su actual Gobierno. Critica al anterior. A los medios de comunicación. A "los que tienen el poder". Cuando le pregunto por los hermanos presidentes y los tetubbies, contesta que son inventos de los "media". No es tan progresista como parecía al principio. Le digo que no sé, que creo que son un poco demasiado conservadores para mí. Me responde que ella es conservadora. Parece que, si alguna vez la hubo, la empatía desaparece. Prefiere ir a otro vagón. Se despide de mí: "Bye, media guy".

A las 11 de la noche la estación de Waukegan está desierta a excepción de varios taxis y un grupito que llegamos. Dudo, los taxis se van, subo a la parada del autobús. Hay un chico, dos hombres y una mujer, todos negros, esperando. Pregunto al chico si aún hay autobuses. Me responde que sí, que el 565, creo recordar que es el mío, espero. A la media hora sólo quedamos el chico y yo, le pregunto si sabe a qué hora pasa. Me responde que a las 10. Le comento que son las 11:30. "¿Sí, es tan tarde, no sabía que era tan tarde?". Blasfemo en bajo y con cierta delicadeza. Camino por el "down town" desierto de Waukegan buscando un taxi. En la ventana de un "drive trhu" de un MacDonald's veo un taxi. Le pregunto si me puede llevar. La mujer latina que lo conduce me contesta que tiene que recoger a un cliente, pero que vale. Espera mientras tres chicos latinos le sirven dos cafés y unas galletas. Salimos, recogemos a un hombre negro y lo dejamos en una iglesia baptista. Llegamos a mi hotel. Me da su tarjeta. Le pago seis dólares. Cruzo al Dunkin’ Donuts y me compro un donut y un "hot chocolate". Subo al hotel. Mi maldito ordenador sigue sin funcionar ni conectarse a internet. Son las 2 de la mañana. Me tengo que levantar sobre las 6 para hacer la maleta e ir al curso de orientación. Me acuesto. La cama sigue siendo un poco grande.

Chicago y Wicker Park 2 (15 de agosto)


El miércoles me levanto a las 9 para ir de nuevo a Chicago. Haber vuelto a instalar el Windows no parece haber servido de nada. Se sigue reiniciando cuando ejecuto un antivirus. Y ahora ni siquiera consigo que se conecte a la red del hotel.

Me ducho y me visto. Mis compañeras esperan los coches alquilados para comenzar su pequeña mudanza. Cruzo la carretera y me compro un zumo de naranja y un donut en el Dunkin' Donuts donde todos sus dependientes son jóvenes de origen mejicano que hablan en español. Cojo el autobús de las once menos veinte. Como se me había olvidado mirar el horario de trenes, veo que no hay uno hasta las doce y diez. Falta algo más de una hora. Espero bajo la marquesina en un día lluvioso. A mi lado un chico latino y un hombre de origen anglosajón. Una mujer latina, embarazada, poco cuidada y sin atisbo de felicidad en su cara y el que parece su pareja, un hombre negro, junto a tres niños y una niña que no me atrevería a decir si sólo de él de los dos. Cuando cruzan al otro andén, veo a lo lejos como la mujer latina pega a la niña.

Ha llegado más gente a la estación. Cojo finalmente el tren. Me duermo. Va con restraso. Los revisores, una vez más, son negros. Al llegar a la estación de Clybourn y preguntar a un joven rubio que ha venido conmigo en el tren, me indica la dirección de la misma agencia en la que estuve en Evanston y me comenta que él va un trecho para allá. Me hace las preguntar de cortesía: de que dónde soy, que a qué he venido. Al parecer tiene un amigo que viene en unos días que también es español. Al comentarle que seré profesor en Waukegan vuelven a salir los comentarios sobre su seguridad, su riqueza y la hiperestesia que produce su belleza. Acabamos hablando de inmigración. Reconoce que es difícil pararla, pero es partidario de regularla para que perviva esta "cultura". Yo, para arreglarlo, le comento la teoría del "Imperio" y como de verdad me recuerda lo que estoy viendo la los últimos momentos del Imperio Romano. Pese a todo, parece simpático. Nos despedimos.

Sigo caminando. Compro pollo rebozado, unas patatas y un refresco en un McDonald's. Antes de llegar a la agencia veo otra: "Chicago Apartments Finders". Entro. Una chica joven de origen asiático me acompaña para cumplimentar la "aplication form" en un ordenador. Me pide que espere hasta que un agente me pueda atender. Espero comiendo una galleta de chocolate y ojeando el último número de "Details". Reconozco a varios en su publicidad y veo cómo, pese a mí, los modelos españoles triunfan en el mundo. También leo un artículo sobre los nuevos "mandingos", jóvenes (generalmente siempre menores de cuarenta años) negros, generalmente universitarios, que trabajan como chaperos para las mujeres entradas en años de varones blancos. Generalmente ellos observan o participan mientras follan.

Un chico gay de origen asiático con un piercing en una oreja viene a buscarme. La verdad es que no parece excesivamente informado. Nunca ha estado en Wicker Park. No encuentra nada. Descubro al ver que se apellida "González" que el origen asiático es muy primario. Salgo, sigo caminando, me conecto unos minutos a internet en una tienda. Compruebo que allí este blog funciona, aunque no puedo ni quiero (allí) actualizarlo.

Llego por fin a la sede de "Apartment People" en Chicago. Relleno de nuevo una "Aplication Form". Espero en un sofá junto a una televisión en la que se ve la película Dreamgirls con Beyoncé y Edddie Murphy. Ojeo los dos últimos números de la revista "Enquire". Me llaman. Subo al piso de arriba, donde puedo ver unos treinta agentes atendiendo a unos treinta clientes. Busca en el ordenador algo que se ajuste a mis deseos. No aparecen muchas cosas. Aparece un apartamento en Wicker Park por 650$. Parece demasiado barato. Llama a otro agente (el que me ha atendido parece tener algún cargo). Éste habla algo de español, me dice que acaba de tener una novia colombiana. Me dice que están locas. Opino parecido, ampliando el listado a todas las latinoamercianas, las españolas y las italianas. Mientras busca en el ordenador canta algunas estrofas de "Dos gardenias para ti". Es simpático y parece conocer la ciudad. Vamos a por su coche para ver el apartamento en Wicker Park y dos más en otras zonas que él dice que también están cerca de la estación de trenes y que a él le gustan. En el viaje me cuenta cómo ha estado en 14 países el último año. Me habla de Chicago. De mujeres. De cómo le gusta la agresividad de las mujeres del este (que te ahorra esfuerzos, según él)... Finalmente llegamos al apartamento de Wicker Park. Le cuesta encontrar la puerta correcta, cree que es un sótano. Pero no, es la planta baja de una casa de madera. Es y está viejo, pero es aceptablemente espacioso. Tiene una cocina decente (aunque sin ventanas a su lado, sino que va a dar a un salón abierto), un baño con la antigua bañera sobre el suelo y una alacachofa fija en lo alto. Una habitación. Armarios. Sobre el salón cruzan las grandes tuberías del agua y la calefacción. No está muy limpio. Pero me gusta. 650$ en el centro de Wicker Park y a diez minutos andando de la estación de trenes para Waukegan. Con una buena limpieza y algunos retoques puede tener un muy simpático aire bohemio. Perfecto para mí en estos momentos. Tal vez lo que todo progre desea, ayudar a las clases desfavorecidas mientras se vive entre la clase media bohemia. Intentaremos hacerlo todo decentemente.

Como hoy es mi última noche de hotel pagada decido quedármelo. Volvemos a la oficina para formalizar los papeles y pagar el depósito. El dueño del apartamento tiene que dar su visto bueno, pero, aunque aún no tengo número de la seguridad social ni historial alguno de crédito, con la carta de las "Waukegan Public Schools" que le enviaré por fax no cree que haya problemas. Me ofrece, si espero un segundo a que atienda a otro cliente con el que irá en la misma dirección, a llevarme a la estación de vuelta. Acepto. En la vuelta hablamos ya los tres, él nos comenta cómo corrió en el los "San Fermines". También me ofrece una cama de su piso para mi apartamento e informarme de dónde comprar muebles y como alquilar por 30$ una camión para hacer la mudanza. Después de no saber dónde viviría parece que mejora el día.

En el tren veo al primer revisor blanco. Es de Waukegan, se sienta frente a los viajeros y habla con ellos. Lleva una bandera americana (no consigo ver si tiene algún símbolo relativo al partido republicano). No le entiendo mucho. Creo que comenta que es del 42 y que lleva 40 años trabajando y que tiene familia de y en Japón. No parece hacerle especial ilusión que vaya a enseñar español (me parece entenderle una gracia sobre que hay ya demasiada gente hablando en español, aunque no podría jurarlo).

En Waukegan cojo el autobús para ir al hotel. Salvo el conductor y yo (si es que no soy latino), todos son latinos y negros. Entro en el restaurante de 24 horas. El dueño, un griego llamado Costa de misma edad y que ya me saluda y se me acerca cuando llego se sienta un poco conmigo a hablar en lo que me sirven. Ceno. Hablo por teléfono con una de mis compañeras. Mañana empezamos el curso de orientación y debo llevar algunos papeles. Vuelvo al hotel. Nada más llegar, mientras estoy en el baño orinando llaman a la puerta. Es Costa, el dueño del restaurante. Ha venido a traerme el móvil que se me había olvidado.

Escribo estas dos entradas que añadiré vete a saber cuándo. Mientras, continúo borrando archivos del ordenador. Es ya la una y cuarto. Me tengo que levantar a las seis para empezar el curso de orientación a las siete y cuarto. Debería irme a la cama. Espero hacerlo, dormirme pronto y profundamente y no soñar nada que mi inteligencia no aprobara.

Evanston 2 (agentes y camareritas ucranianas, 15 de agosto)



El martes vamos por segunda vez a Evanston a buscar alojamiento. Me voy por mi cuenta a ver si hay suerte y encuentro algo de una vez. Antes de mi cita deambulo un poco por la ciudad. Compro unas patatas y un refresco en un Burguer King (hasta para mí en este país y recién llegado es inevitable usar este tipo de lugares). A la 1, la hora de la cita, un simpático hombre llamado Rob Domann, de la agencia "Apartment People Realty" me lleva a ver varios apartamentos en su coche. El primero es un estudio al que ya me había llevado una agencia anterior, ridículamente pequeño y caro. El segundo me lo enseña junto a lo que parece la dueña, una mujer mayor que lleva también, creo, el mantenimiento del edificio, y a la que parece que le gusto por ser sólo una persona y profesor. Me lo enseñan mientras come el actual inquilino, una persona de más o menos mi edad de origen indio. El lugar parece aceptable y le van arreglar cosas, pero no puedo ocuparlo hasta el 1 de septiembre y cuesta 900$. El tercer apartamento cuesta algo menos pero está ya un poco lejos de la estación del centro. El cuarto resulta un pelín más divertido. El actual inquilino lo tiene que dejar porque pensó que aceptaban perros y no es así. Y él tiene uno. Mi agente lo llama para ver si es posible verlo, y le responde que sí, que lo único que ocurre es que él no está, pero el perro sí. Mi agente, que dice no tener miedo a los perros, parece estar interesado en saber si hay posibilidades de que nos muerda. El dueño parece indicar que no. Vamos al apartamento, situado en una zona y edificio residenciales, con apariencia de clase media... Al abrir la puerta, un perro de esa raza alemana que tiene la apariencia de un dobermann pero con el tamaño de un caniche en miniatura nos recibe dando saltitos. Al poco lo tengo sobre el sofá, con sus patas delanteras sobre mí, pidiéndome que lo acaricie. No parece peligroso del todo. Es el mejor apartamento que he visto, pero no lo dejan libre hasta el 1 de septiembre también y está en la estación del tren más lejana del centro. Mi agente me comenta cómo Waukegan no es la zona más segura de Illinois. Decido que al día siguiente iré a Chicago a ver si encuentro algo que pueda pagar y que me guste (hay otra oficina de esta misma agencia).

Me compro una limonada (es algo que me gusta de este país, la verdadera limonada hecha a base de zumo de limón agua y azúcar) y unas cerezas en el supermercado "delicatessen" y orgánico. Hablo con mi madre. Me reúno de nuevo con mis compañeras, la mayoría de las cuales ya han reservado su apartamento en el edificio del "El Resplandor". La única compañera que no ha alquilado en el resplandor y que lo ha hecho a través de la misma agencia con la que he estado, me comenta que el agente de recepción, según ella gay, estaba muy interesado en saber si era yo español o italiano y qué tal me había ido. Les repito que no se me dan mal los hombres. Volvemos a Waukegan. En el tren hablamos con un hombre agradable y yo diría que de ideología demócrata que ha nacido en Waukegan, pero es profesor en San Francisco. Nos describe con discreción lo que ya parece evidente sobre nuestro distrito En el hotel conocemos a una nueva compañera que viene de Galicia que está con el profesor español que nos ha ayudado estos días y dos compañeras que han tenido que ir también al aeropuerto a intentar recuperar dos maletas que no vinieron con ellas. El español nos lleva a buscar colchones y menaje para las compañeritas. Entramos también en un Wall Mart, un supermercado que desde España, y también aquí, no me despierta especial simpatía. Volvemos. Decido que yo, personalmente, tengo que cenar algo de cierta consistencia en el restaurante 24 horas, el único que está abierto a las 22:30.

En el restaurante, la camarerita ucraniana, una chica que algo más joven que yo, está especialmente simpática conmigo. Me habla del español (como lengua) y no es especialmente amable con los mejicanos, que según ella son tontos y no quieren aprender inglés. Le intento explicar que es algo un pelín más complicado (qué manía tengo siempre con intentar explicar las cosas, espero que ahora que voy a dar clases de manera oficial me salga más rentable), que son gente de clase baja sin muchos estudios que sólo buscan un trabajo y una vida mejor, y que su español no es ni mejor ni peor que el de España, sólo diferente. No sé si me acaba de entender. En cualquier caso, me pregunta si podría darle algunas clases y ser su profesor. Le digo que vale, que espere hasta el 1 de octubre, cuando ya tenga alojamiento, horarios y esté un poco ubicado. Me pregunta si tengo número de teléfono. Se lo doy. Se tiene que ir, porque al día siguiente entra a las 7 de la mañana.

Al regresar al hotel veo a mis compañeras en la habitación de una de ellas. A la chica andaluza apolítica que en su vida solo ha votado al PP no parece hacerle gracia que vaya a dar clases particulares (clases que, por otra parte, he ofrecido dar gratis) y con su buen humor por no tener aún una de sus dos maletas y el que le hubiera hecho el gran esfuerzo de llevarme la carta de referencia del distrito en su mochila, no está especialmente simpática conmigo. La verdad es que, viniendo de donde vengo y como vengo, decido no perder mucho tiempo más en preocuparme de ciertas cosas y personas. Este año tengo que intentar aprender cosas (si es posible enseñar cosas a mis alumn@s) y conocer lugares y personas interesantes, por lo que me voy a mi habitación. Este bendito ordenador sigue funcionando igual, o sea, mal, lento y bloqueándose. Qué cansancio mental. A las 2 de la mañana más o menos me quedo dormido sobre la cama, y sobre las 6 me meto en ella.

Por desgracia, a ratos, se me sigue haciendo grande la cama y sigo añorando piel y formas. Sigo añorando pasados absurdos o que no fueron tales, momentos que deberían haber sido distintos, micromomentos de felicidad, futuros imposibles, haber tenido ojos en la cara. Y ni lo lúdico de la simpática anécdota con la directa ucraniana parece compensarlo. Debería ser más supuestamente varonil para estas cosas. Supongo.

Evanston (14 de agosto)

Finalmente, el domingo, después de comenzar este blog, fui a Evanston.

En una tarde de verano, en la que las personas en la estación de tren (después de correr con mi bolsa de patatas fritas desde la tienda de comida rápida al ver llegar uno de los autobuses fantasmas que pasan cada incierto tiempo) nos intentamos resguardar del sol en el andén de enfrente.

Me bajo en “Central Station” y al poco descubro que tiene un nombre engañoso. Camino y al menos compruebo que este lugar tiene aceras. Al poco llego a una especie de “Moraleja” junto a Chicago. Lo que en Castilla y León es una plaga de topillos aquí son ardillas que te miran brevemente antes de encaramarse a un árbol. En media hora he visto más de diez. Un conejo se cruza frente a mí. Los coches aparcados en los porches o las aceras son japoneses o europeos. Paso junto a un gran edificio que parece que resulta ser la Iglesia Católica Romana de San Atanasio. Después de preguntar varias veces dónde está el “city center” parece que me indican correctamente donde está el “down town”. Cruzo varias manzanas más, jardines, un campo de golf, la “Northwestern University”… finalmente llego al centro. Es un lugar limpio y de nueva construcción. Parece un barrio nuevo de cualquier ciudad europea, aunque con más jóvenes con pinta de universitarios. Al poco, frente a una supermercado de “delicatessen” y comida orgánica me encuentro a mis compañeras. Decido ser sociable y volverme con ellas a Waukegan. Ceno con dos ellas. Al volver a mi habitación y encender el ordenador, el windows me sorprende con la noticia de que sigue infectado/estropeado. Después de varias horas intentando arreglarlo y de ver cómo sale un nuevo pantallazo azul cada vez que intento usar un antivirus, me doy por vencido. Son las 2 de la mañana. Hemos quedado en coger el autobús a la estación a las 08:30. Duermo mal. Sueño, me despierto y, aunque no suelo hacerlo, recuerdo lo que sueño. No me gusta. La cama “king size” se me hace un poco grande.

Por la mañana vamos a Evanston. Perdemos el primer tren. Un profesor español que lleva a aquí un año y que ha sido el que nos ha ayudado y orientado amablemente los primeros días nos trae las cartas en la que se indica que nos han contratado (para los alquileres) y el programa del curso de orientación que comenzamos el 16.

En el tren me doy por vencido intentando explicarle a una de mis compañeras (andaluza, “apolítica” y que nunca ha votado a la izquierda) que todos, de una manera u otra, somos políticos, animales políticos, pero no parece que me explique bien. En Evanston nos dividimos en dos grupos. Voy con tres de mis compañeras y en una “Estate Agency” un circunspecto hombre de unos sesenta años nos lleva en su Land Rover a ver apartamentos. Unos de los más curiosos, en el “down town”, están en un edificio que me recuerda al de “El Resplandor” con plantas con largos pasillos y señales de “exit” en un edificio que antes fue un hotel. No cuesta imaginarse a niños cruzando sus pasillos en triciclo. Por desgracia no hay nada lo suficientemente grande o no excesivamente caro para mí.

Dejo a mis compañeras y decido buscar un poco por mi cuenta (porque además quiero algo para mí solo). Después de varias llamadas y conseguir una cita para las 15:10 conozco los “Evanston Place Apartaments”. Me dan un folleto en papel verjurado y Aaron Dembroski, una atractivo chico rubio y yo diría que gay me enseña el edificio: su gimnasio, el club social que puedes reservar para celebrar fiestas, la piscina en la azotea en la que saluda a una pareja de atractivos y bronceados jóvenes (chico y chica) que toman el sol en una tumbona, la habitación con vistas a los dos rascacielos de la ciudad, su barra americana, su baño de mármol… Es una pena cuando me comenta los 1500$ que vale al mes sin ningún gasto incluído, aquí podía haber vivido yo como un príncipe.

Más tarde, una chica negra muy simpática me lleva en otro Land Rover a ver otros apartamentos. Son un poco diferentes a los de “Evanston Place”, la verdad. Pero la chica es muy simpática, ve mi folleto de “Evanston Place” y me comenta que son estupendos y que allí vive la hija de “Jerry Springer”, el presentador del “talk show”, estilo “El diario de Patricia” pero con un poco (o mucho) más de sangre.

Llamo a mis compañeras. Volvemos a Waukegan. Un amigo me ha mandado un mensaje al móvil español. Intento reparar el ordenador. Veo mi correo. Pantallazos azules. Reinicios. Me rindo una vez más y bajo a cenar con mis compañeras. Regreso a mi habitación. Lo vuelvo a intentar con el ordenador. Mejora un poco pese a la infección. Pero la página de mi blog no recuerda mi nombre de usuario y/o contraseña. El programa de la cámara tampoco funciona. Escribo las dos última entradas en el word con el deseo de, antes o después, poder subirlas. No estoy seguro. A veces pienso en lo que debería olvidar. Tengo sueño. Mañana hemos quedado de nuevo a las 08:30 en la parada del autobús. A la 01:00 tengo una nueva cita para ver apartamentos. A ratos pienso que, aunque está a más de una hora, a lo mejor debería vivir en Chicago.

Cosas II (13 de agosto)

“Cosas Modernas” que se te pueden olvidar o levemente complicar, antes, en y durante un viaje, en este mundo complejo:

Puede que tu sistema Windows XP que parecía arreglado siga infectado y te pases varias horas de la madrugada del domingo, cuando ya parecía todo solucionado, intentando arreglarlo, intentando descargarte antivirus o usándolos “online” hasta que el sueño te invade y te vas un poco agotado física y mentalmente a la cama.

Puede que la cama “king size” de tu “hotel de carretera” se te haga un poco grande (y duermas mal y tu cama “king size” se te haga un poco grande).

Puede que la página en la que acabas de abrir un blog no reconozca tu nombre de usuario ni de contraseña al día siguiente.

Puede que todo sea un problema de identidad y que el ordenador, la página de mi blog, mi cama “king size” y los mismos Estados Unidos sean conscientes de que aún no la he recuperado, formado, adquirido.

Chicago (12 de agosto)


Ayer estuve por primera vez en Chicago. Fui con el gineceo de compañeras que han venido a trabajar también como profesoras a Waukegan. Nos habían invitado una pareja de profesores españoles que llegó el año pasado. Se suponía que había una especie de fiesta en su calle en la que se sacan mesas con comida y bebida. Fuimos en el Metra (el tren de cercanías de aquí). Se tarda una hora y cuarto más o menos. Por supuesto, a la estación de tren de Waukegan, salvo si tienes suerte y consigues coger uno de los escasos autobuses, hay que ir en coche o en taxi. Fuimos nueve personas en el taxi con una persona de color (¿se dice así?, ¿debería mencionarlo?) al que apenas entendíamos y que nos llevó dos estaciones más allá y nos cobró 45$ por el viaje.

La pareja de profesores vive en Wicker Park, una especie de barrio a las afueras de Chicago que se ha convertido en una especie de parte bohemia con gente joven y supuestamente intelectual (en apenas unas horas allí no me atrevo a opinar mucho) y familias de clase media. Es un sitio agradable. Con sus diferencias, y por mi experiencia biográfica y vital (qué le voy a hacer, no me sé transmutar ni recuerdo reencarnaciones), algunas partes me recuerdan a Marchmont o Morningside en Edimburgo. Otras son, evidentemente, más particularmente estadounidenses.

No hubo suerte y un apartamento que se alquilaba de una habitación en la última planta de un edificio por 700$ se había alquilado el jueves. Intentaré buscar algún otro. A las pocas horas mis compañeras se dividieron en grupos para ver la zona y ver posibles lugares para alquilar o para ir a Evanston (una ciudad universitaria junto a Chicago, moderna, “elitista”, “cultural”, con aceras, que tal vez no sea mal lugar, si hay suerte y un apartamento para vivir) Yo, ya, preferí estar un poco solo por primera vez desde que llegué (como el apartamento alquilado, también el jueves) sin que fuera para dormir y me fui a conocer un poco la zona.

El mundo es muy complejo. La vida es muy absurda y es curioso ver los rascacielos de Chicago tras un Wendy’s. Anochecer en este barrio tranquilo. Las tiendas cool de la zona. Llamar a citibank para conseguir sacar dinero. Comprar un adaptador para el portátil. Gente guapa y bien cenando en las terrazas. Recordar otros tiempos no sé si mejores o sólo aparentemente en otros lugares con otras personas. Ver pasar grandes autobuses frente a fachadas de edificios con rostros de ilustres personas. Comprobar cómo mi sentido de la orientación sigue siendo el mismo (poco o ninguno). Cómo las personas nos saben dónde están los lugares. Conseguir llegar a la estación de tren. Volver en un tren repleto aunque con poca gente blanca (¿se dice así?, ¿debería mencionarlo?), con un revisor de color haciendo bromas a un grupito de niños de color (¿se dice así?...).

Al llegar a Waukegan mis compañeras habían venido en otro vagón del mismo tren. Me hablan de Evanston (donde debería ir hoy). Se van agotadas a la cama. Como apenas he comido me voy al restaurante de 24 horas de enfrente del hotel. La mayoría son blancos de clase baja e hispanos. Como tilapia (creo que perca) a la plancha y unas patatas fritas que apenas han sido peladas. Un donut del Donki’n Donuts de enfrente tras cruzar la carretera. Vuelvo a mi habitación. Consigo reparar el Windows. Me encuentro a una amiga reciente en el messenger que no puede dormir (aquí es la una de la mañana, allí las nueve). Charlamos un rato de, en algunas cuestiones semejantes en lo absurdo, nuestras vidas. Había pensado en comenzar este blog. Pero son las cuatro. Como en tantas otras cosas de mi vida, como tantas otras veces, lo dejo para mañana. Mañana es hoy. Ya llevo un rato frente al ordenador. Es la una y media de la tarde. Voy a ver si me ducho y voy a comer algo. Ver si está abierto el Auto Dealer de al lado. Ir a conocer Evanston. Más tarde intentaré añadir fotos y rematar las entradas de hoy. No siempre serán tantas. No siempre serán tan largas. No sé. Supongo.

Comenzando 2 (12 de agosto)


Ya he hablado y mostrado un poco de Waukegan. Eso puede hacer comprender mejor por qué estoy buscando otro sitio para vivir.

Y he dicho que he venido a trabajar. Pero no he dicho a qué. Se supone (es más bien la verdad con exactitud, pero me gusta esta expresión) que voy a ser profesor para las “Waukegan Public Schools”, para su programa bilingüe, a través de un convenio entre el MEC (¿es todavía el MEC?) y la autoridades educativas de EEUU. Trabajaré en una Middle School (la “Daniel Webster Middle School”), en los grados 6, 7 y 8, con niñ@s (o preadolescentes más bien) mayoritariamente de origen latino (un 70%) y de bajos ingresos (otro 70%) siendo, creo, su profesor de “Language Arts/Spanish”.

En lo que empiezo estoy en esta especie este hotel de carretera, viendo dónde viviré, que coche compraré en qué autodealer, añorando estúpidamente alguna piel, escribiendo la tercera entrada de este blog.

Cosas (12 de agosto)

“Cosas Modernas” que se te pueden olvidar o levemente complicar, antes en y durante un viaje, en este mundo complejo:

Puedes olvidar el adaptador del portátil.

Puedes desconfigurar tu sistema Windows XP (y que no funcione y que no cargue y que muestre unas molestas pantallas negras y azules) la tarde antes de salir.

Pueden y puedes hacerse/hacerte un lío con el Pin Code de la tarjeta de tu cuenta Citibank y no poder sacar dinero.

Pueden y puedes hacerse/hacerte un lío con el Pin Code de tu nueva compañía de móviles alemana norteamericana (T-Mobile).

Y que pese a todo no te parezca lo más importante, y que pese a todo no lo sea y que pese a todo sea parte de tu vida.

“Cosas Modernas” que son iguales o muy parecidas (al menos en la llamada parte occidental o, para qué engañarnos, en todo el mundo, o en casi todo el mundo) en este mundo complejo:

Los aeropuertos

Los coches

Los supermercados

Los centros comerciales

Las compañías de telefonía móvil

Los MacDonalds (esto se hace adrede de manera más evidente)

Las bebidas aromatizadas a base de extractos

Las máquinas expendedoras

La gente

“Cosas Modernas” que son un poco diferentes en este mundo complejo:

Las medidas (ahora que me había acostumbrado a las medidas británicas mis refrescos son de 20 onzas, 591 mililitros)

Las propinas

Los coches

Los paisajes

La gente

Y que pese a todo no te parezca lo más importante, y que pese a todo no lo sea y que pese a todo sea parte de tu vida.

Comenzando (12 de agosto)


COMENZANDO:

Después de enamorarme (si se dice así) por primera vez y equivocarme (después de hacerlo como un quinceañero con casi treinta años), después de enriquecerme y empobrecerme, después de enfermar y no sé si vacunarme, después de año y medio de idas y venidas sin moverme, y de estar quieto moviéndome, después de que hayan pasado treinta años sin enterarme de nada o casi nada, sin enterarme, después de haber sido torpe en mis habilidades y hábil en mis torpezas, tal vez haya sido una buena idea haberme venido a trabajar a este lugar de este imperio derrumbándose, a este lugar perdido en la nada, Waukegan, Illinois, Estados Unidos de América.

Puede que haya sido una buena idea haber venido a ser profesor a este lugar a una hora en tren desde Chicago, parecido al escenario de una segunda parte pelín más cutre de “Carretera Perdida” (espero que no un pelín más compleja), con sus Wendy’s y sus McDonald’s, sus Dunkin' Donuts, sus autodealers (con sus coches japoneses, coreanos, europeos, americanos cuyos interiores parecen sin acabar), sus restaurantes de 24 horas, sus Wall Marts, sus carreteras, sus coches japoneses, coreanos, europeos, americanos cuyos interiores parecen sin acabar y que son imprescindibles para ir a sus Wendy’s, sus McDonalds, sus Dunkin' Donuts, sus autodealers, sus restaurantes de 24 horas, sus Wall Marts, para llegar a cualquier sitio donde uno necesite o no necesite llegar (y uno entiende más cosas sobre el petróleo, la gasolina, visitas a países de oriente medio y ese querer regalar ese supuesto medioinvento de un señor antiguo llamado Pericles sin envolver ni preguntar).

Y en esta especie de vida nueva (porque nada es nuevo nunca, y no tires esa prenda que ahora te parece horrible, porque la moda vuelve siempre y volverá), estoy aquí, en esta mañana de domingo, en esta especie de hotel de carretera, en este, repitamos sin mucho convencimiento su nombre, “Quality Inn”, perdiendo tal vez ciertos complejos, y siendo tal vez demasiado indiscreto (aunque nunca lo haya sido en exceso) sobre mi propia vida, empezando este blog para que todo el mundo sepa lo que quizás todo el mundo sepa, o no le importa, pero añadiéndole detalles, fotos borrosas de mi cámara digital (tan exclusiva como todas las cámaras digitales), personalidad a lo que es inevitablemente personal, coloquialidad para lo que es inevitablemente coloquial (aunque yo me suela mover de un extremo a otro), supongo que para ser querido (para lo que hacemos todo nos guste reconocerlo o no) y hacer engañosamente mía una pequeña parte de esta red de redes que ha sido siempre este mundo, no sé si ahora un poquito más, este mundo que este ectomórfico Capitán Logos siempre ha dicho que es muy complejo (o muy absurdo o muy sencillo, pero siempre muy complejo).