martes, 28 de agosto de 2007

Evanston 2 (agentes y camareritas ucranianas, 15 de agosto)



El martes vamos por segunda vez a Evanston a buscar alojamiento. Me voy por mi cuenta a ver si hay suerte y encuentro algo de una vez. Antes de mi cita deambulo un poco por la ciudad. Compro unas patatas y un refresco en un Burguer King (hasta para mí en este país y recién llegado es inevitable usar este tipo de lugares). A la 1, la hora de la cita, un simpático hombre llamado Rob Domann, de la agencia "Apartment People Realty" me lleva a ver varios apartamentos en su coche. El primero es un estudio al que ya me había llevado una agencia anterior, ridículamente pequeño y caro. El segundo me lo enseña junto a lo que parece la dueña, una mujer mayor que lleva también, creo, el mantenimiento del edificio, y a la que parece que le gusto por ser sólo una persona y profesor. Me lo enseñan mientras come el actual inquilino, una persona de más o menos mi edad de origen indio. El lugar parece aceptable y le van arreglar cosas, pero no puedo ocuparlo hasta el 1 de septiembre y cuesta 900$. El tercer apartamento cuesta algo menos pero está ya un poco lejos de la estación del centro. El cuarto resulta un pelín más divertido. El actual inquilino lo tiene que dejar porque pensó que aceptaban perros y no es así. Y él tiene uno. Mi agente lo llama para ver si es posible verlo, y le responde que sí, que lo único que ocurre es que él no está, pero el perro sí. Mi agente, que dice no tener miedo a los perros, parece estar interesado en saber si hay posibilidades de que nos muerda. El dueño parece indicar que no. Vamos al apartamento, situado en una zona y edificio residenciales, con apariencia de clase media... Al abrir la puerta, un perro de esa raza alemana que tiene la apariencia de un dobermann pero con el tamaño de un caniche en miniatura nos recibe dando saltitos. Al poco lo tengo sobre el sofá, con sus patas delanteras sobre mí, pidiéndome que lo acaricie. No parece peligroso del todo. Es el mejor apartamento que he visto, pero no lo dejan libre hasta el 1 de septiembre también y está en la estación del tren más lejana del centro. Mi agente me comenta cómo Waukegan no es la zona más segura de Illinois. Decido que al día siguiente iré a Chicago a ver si encuentro algo que pueda pagar y que me guste (hay otra oficina de esta misma agencia).

Me compro una limonada (es algo que me gusta de este país, la verdadera limonada hecha a base de zumo de limón agua y azúcar) y unas cerezas en el supermercado "delicatessen" y orgánico. Hablo con mi madre. Me reúno de nuevo con mis compañeras, la mayoría de las cuales ya han reservado su apartamento en el edificio del "El Resplandor". La única compañera que no ha alquilado en el resplandor y que lo ha hecho a través de la misma agencia con la que he estado, me comenta que el agente de recepción, según ella gay, estaba muy interesado en saber si era yo español o italiano y qué tal me había ido. Les repito que no se me dan mal los hombres. Volvemos a Waukegan. En el tren hablamos con un hombre agradable y yo diría que de ideología demócrata que ha nacido en Waukegan, pero es profesor en San Francisco. Nos describe con discreción lo que ya parece evidente sobre nuestro distrito En el hotel conocemos a una nueva compañera que viene de Galicia que está con el profesor español que nos ha ayudado estos días y dos compañeras que han tenido que ir también al aeropuerto a intentar recuperar dos maletas que no vinieron con ellas. El español nos lleva a buscar colchones y menaje para las compañeritas. Entramos también en un Wall Mart, un supermercado que desde España, y también aquí, no me despierta especial simpatía. Volvemos. Decido que yo, personalmente, tengo que cenar algo de cierta consistencia en el restaurante 24 horas, el único que está abierto a las 22:30.

En el restaurante, la camarerita ucraniana, una chica que algo más joven que yo, está especialmente simpática conmigo. Me habla del español (como lengua) y no es especialmente amable con los mejicanos, que según ella son tontos y no quieren aprender inglés. Le intento explicar que es algo un pelín más complicado (qué manía tengo siempre con intentar explicar las cosas, espero que ahora que voy a dar clases de manera oficial me salga más rentable), que son gente de clase baja sin muchos estudios que sólo buscan un trabajo y una vida mejor, y que su español no es ni mejor ni peor que el de España, sólo diferente. No sé si me acaba de entender. En cualquier caso, me pregunta si podría darle algunas clases y ser su profesor. Le digo que vale, que espere hasta el 1 de octubre, cuando ya tenga alojamiento, horarios y esté un poco ubicado. Me pregunta si tengo número de teléfono. Se lo doy. Se tiene que ir, porque al día siguiente entra a las 7 de la mañana.

Al regresar al hotel veo a mis compañeras en la habitación de una de ellas. A la chica andaluza apolítica que en su vida solo ha votado al PP no parece hacerle gracia que vaya a dar clases particulares (clases que, por otra parte, he ofrecido dar gratis) y con su buen humor por no tener aún una de sus dos maletas y el que le hubiera hecho el gran esfuerzo de llevarme la carta de referencia del distrito en su mochila, no está especialmente simpática conmigo. La verdad es que, viniendo de donde vengo y como vengo, decido no perder mucho tiempo más en preocuparme de ciertas cosas y personas. Este año tengo que intentar aprender cosas (si es posible enseñar cosas a mis alumn@s) y conocer lugares y personas interesantes, por lo que me voy a mi habitación. Este bendito ordenador sigue funcionando igual, o sea, mal, lento y bloqueándose. Qué cansancio mental. A las 2 de la mañana más o menos me quedo dormido sobre la cama, y sobre las 6 me meto en ella.

Por desgracia, a ratos, se me sigue haciendo grande la cama y sigo añorando piel y formas. Sigo añorando pasados absurdos o que no fueron tales, momentos que deberían haber sido distintos, micromomentos de felicidad, futuros imposibles, haber tenido ojos en la cara. Y ni lo lúdico de la simpática anécdota con la directa ucraniana parece compensarlo. Debería ser más supuestamente varonil para estas cosas. Supongo.

No hay comentarios: