martes, 28 de octubre de 2008

Improductividad improductiva II (martes 28 de octubre, madrugada del miércoles)

Viendo a través de una de las nuevas y absurdas utilidades de mi absurdo blog los motivos absurdos por los que, desde lugares inverosímiles y en búsquedas inverosímiles, recalan en mi blog, me impongo como estúpida misión la inútil tarea de incluir tags/etiquetas en todas sus entradas. Así, tal vez, todo sea un poco más absurdo e inverosímil.

De paso, intento corregir todos sus errores y erratas. Intento hacerme idea de lo que he escrito y vivido en estos casi quince meses.

Hay pocos cambios. En su tono autocomplaciente y melancólico. En mi mismo ánimo.

No estoy seguro de haber aprendido demasiadas cosas en estos quince meses. O no de momento.

Compruebo como las personas y los sentimientos pasan para no quedarse. Aunque las personas, en mi caso, son más rápidas.

Amores que sólo se reflejaban desde una orilla. Amistades que han durado lo que tenían que durar. No más pero tampoco menos de lo que debían. Que duraron mientras todo era más fácil. O cuando no deseamos pensar demasiado si era reales. O ahondamos en exceso en su esencia.

En los últimos días apenas salgo de mi habitación o no salgo. No consigo dormirme antes de las nueve de la mañana. Las veces que salgo mi habitación para cenar algo ya está, de nuevo, anocheciendo. Desde los amplios ventanales de Maxim’s veo pasar decenas de tranvías, autobuses y personas.

Leo las breves biografías de Rafael y Tiziano del diario Público.

Envío mi curriculum a algunas escuelas de idiomas y un colegio.

Tras dejar algún mensaje en Internet para conocer gente recibo siete u ocho mensajes de jóvenes mujeres expatriadas o de Hong Kong. Gilie me envía un mensaje el sábado con su correo electrónico. Tengo una invitación para ir a una fiesta de halloween en Lan Kwai Fong con una británica desconocida.

Pienso demasiado en lo mismo desde hace quince meses. Se añadieron en su transcurso detalles inesperados que no esperaba.

Subo esta estrada a las 02:15. Espero que el día no me encuentre otra vez desnudo frente al ordenador.