lunes, 12 de enero de 2009

Nieve, zolpidem y bombardeos (domingo 11 de enero, madrugada del lunes)

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   Sí, hace tiempo que no actualizo este blog.

   Hay poco que contar. O mejor dicho, tengo poco que contar.

   Mi rutina se reduce a comer, leer o intentar leer los múltiples periódicos que como rutina estúpida e involuntaria  me impongo a diario y dormir.

   Mi nuevo psiquiatra/psicoanalista se extraña de mi supuestamente extraña inmunidad a los medicamentos. A que, algunas noches, necesite hasta tres zolpidem para dormirme.

   A veces, tras dos o tres comprimidos, noto como mi mente, antes de dormirme, consigue ser libre por unos momentos. Todo parece evitable, modificable, tener sentido. Hasta este blog. Instantes en que mi mente vuela sobre mi cuerpo. Pero son sólo instantes.

    Cuando por fin me duermo, sueño que salgo de marchas con amigos inexistentes por México DF. Tal vez es una extraña relación con la visitas involuntarias desde Méjico a este blog. Tal vez. Sueño también relaciones con una mujer que no conozco y nunca he conocido en una habitación y una cama mugrientos de un hostal mugriento. Cómo elevo sus glúteos con mis manos hasta tener sus piernas a ambos ambos de mi cabeza. Cómo, en una pequeña nevera, hay botes de pepsi.

   Otras simplemente sueño sobre amigos que ya no son. Sobre amigos que fueron. Sobre parejas que no sé si fueron algún día.

    Mi nuevo psiquiatra/psicoanalista dice que no me preocupe. Que no existe la depresión crónica. Woolf y Sexton y tantos otros lo saben.

   Desde el balcón del piso de mis padres, desde este Valladolid gélido y nevado, desde esta España en una crisis que no impide que sigamos todos vivos, a veces pienso en la poca importancia de todo. Células uniéndose y separándose, no sé si dueñas de su destino.

   En Gaza  no tienen tiene para pensar en todo esto. En Gaza la palabra crisis tiene otro significado. En Gaza, como en tantos otros lugares del mundo, no tiene zolpidem que alivie su insomnio ni sus sueños