martes, 28 de agosto de 2007

Evanston (14 de agosto)

Finalmente, el domingo, después de comenzar este blog, fui a Evanston.

En una tarde de verano, en la que las personas en la estación de tren (después de correr con mi bolsa de patatas fritas desde la tienda de comida rápida al ver llegar uno de los autobuses fantasmas que pasan cada incierto tiempo) nos intentamos resguardar del sol en el andén de enfrente.

Me bajo en “Central Station” y al poco descubro que tiene un nombre engañoso. Camino y al menos compruebo que este lugar tiene aceras. Al poco llego a una especie de “Moraleja” junto a Chicago. Lo que en Castilla y León es una plaga de topillos aquí son ardillas que te miran brevemente antes de encaramarse a un árbol. En media hora he visto más de diez. Un conejo se cruza frente a mí. Los coches aparcados en los porches o las aceras son japoneses o europeos. Paso junto a un gran edificio que parece que resulta ser la Iglesia Católica Romana de San Atanasio. Después de preguntar varias veces dónde está el “city center” parece que me indican correctamente donde está el “down town”. Cruzo varias manzanas más, jardines, un campo de golf, la “Northwestern University”… finalmente llego al centro. Es un lugar limpio y de nueva construcción. Parece un barrio nuevo de cualquier ciudad europea, aunque con más jóvenes con pinta de universitarios. Al poco, frente a una supermercado de “delicatessen” y comida orgánica me encuentro a mis compañeras. Decido ser sociable y volverme con ellas a Waukegan. Ceno con dos ellas. Al volver a mi habitación y encender el ordenador, el windows me sorprende con la noticia de que sigue infectado/estropeado. Después de varias horas intentando arreglarlo y de ver cómo sale un nuevo pantallazo azul cada vez que intento usar un antivirus, me doy por vencido. Son las 2 de la mañana. Hemos quedado en coger el autobús a la estación a las 08:30. Duermo mal. Sueño, me despierto y, aunque no suelo hacerlo, recuerdo lo que sueño. No me gusta. La cama “king size” se me hace un poco grande.

Por la mañana vamos a Evanston. Perdemos el primer tren. Un profesor español que lleva a aquí un año y que ha sido el que nos ha ayudado y orientado amablemente los primeros días nos trae las cartas en la que se indica que nos han contratado (para los alquileres) y el programa del curso de orientación que comenzamos el 16.

En el tren me doy por vencido intentando explicarle a una de mis compañeras (andaluza, “apolítica” y que nunca ha votado a la izquierda) que todos, de una manera u otra, somos políticos, animales políticos, pero no parece que me explique bien. En Evanston nos dividimos en dos grupos. Voy con tres de mis compañeras y en una “Estate Agency” un circunspecto hombre de unos sesenta años nos lleva en su Land Rover a ver apartamentos. Unos de los más curiosos, en el “down town”, están en un edificio que me recuerda al de “El Resplandor” con plantas con largos pasillos y señales de “exit” en un edificio que antes fue un hotel. No cuesta imaginarse a niños cruzando sus pasillos en triciclo. Por desgracia no hay nada lo suficientemente grande o no excesivamente caro para mí.

Dejo a mis compañeras y decido buscar un poco por mi cuenta (porque además quiero algo para mí solo). Después de varias llamadas y conseguir una cita para las 15:10 conozco los “Evanston Place Apartaments”. Me dan un folleto en papel verjurado y Aaron Dembroski, una atractivo chico rubio y yo diría que gay me enseña el edificio: su gimnasio, el club social que puedes reservar para celebrar fiestas, la piscina en la azotea en la que saluda a una pareja de atractivos y bronceados jóvenes (chico y chica) que toman el sol en una tumbona, la habitación con vistas a los dos rascacielos de la ciudad, su barra americana, su baño de mármol… Es una pena cuando me comenta los 1500$ que vale al mes sin ningún gasto incluído, aquí podía haber vivido yo como un príncipe.

Más tarde, una chica negra muy simpática me lleva en otro Land Rover a ver otros apartamentos. Son un poco diferentes a los de “Evanston Place”, la verdad. Pero la chica es muy simpática, ve mi folleto de “Evanston Place” y me comenta que son estupendos y que allí vive la hija de “Jerry Springer”, el presentador del “talk show”, estilo “El diario de Patricia” pero con un poco (o mucho) más de sangre.

Llamo a mis compañeras. Volvemos a Waukegan. Un amigo me ha mandado un mensaje al móvil español. Intento reparar el ordenador. Veo mi correo. Pantallazos azules. Reinicios. Me rindo una vez más y bajo a cenar con mis compañeras. Regreso a mi habitación. Lo vuelvo a intentar con el ordenador. Mejora un poco pese a la infección. Pero la página de mi blog no recuerda mi nombre de usuario y/o contraseña. El programa de la cámara tampoco funciona. Escribo las dos última entradas en el word con el deseo de, antes o después, poder subirlas. No estoy seguro. A veces pienso en lo que debería olvidar. Tengo sueño. Mañana hemos quedado de nuevo a las 08:30 en la parada del autobús. A la 01:00 tengo una nueva cita para ver apartamentos. A ratos pienso que, aunque está a más de una hora, a lo mejor debería vivir en Chicago.

No hay comentarios: