lunes, 10 de septiembre de 2007

Primer coche y día de escuela (27 de agosto)


Hoy es el primer día en la escuela. Aunque será un día breve. Cada periodo durará la mitad, sólo 20 minutos. De mis ochos periodos, los dos primeros los tengo libres (se supone que para “planning” o “lunch”, pero a esas horas…). Aunque, por contrato, debo estar allí. Conociéndome, sospecho que me va a venir bien no tener clase los dos primeros periodos. El penúltimo es para el “team meeting”.

En veinte minutos apenas da tiempo a presentarme, pasar lista, saber de dónde son… La mayor parte vienen de Méjico, algunos son puertorriqueños, uno viene de Cuba, varios de Honduras… Muchos, la mayor parte, no hablan inglés. Sólo uno ha nacido en los Estados Unidos. Los pocos que hablan inglés, prefieren que demos las lecciones en inglés. El resto no entendería nada. A las 10, más o menos, se han acabado las clases.

La “principal”nos reúne en la cafetería. Hablan de algunos procedimientos. De una especie de club social que se montará para los profesores, creo que para jugar a los bolos. Preguntas varias. Aplausos. Risas. Tengo la cabeza en otro sitio. En una especie de laguna desecada que no termina de secarse.

He llamado hace antes de la reunión a Joe Pérez, del concesionario, y me dice que ya está el Pontiac. Y que está libre. Por lo que nada más terminar la reunión, camino hasta allá. Antes de entrar al concesionario, veo el Pontiac aparcado. Tiene un golpe en el parachoques, a la derecha, pero si me lo dan por menos de 3000$, es mío. Es un deportivo muy chulo de color verde metalizado.
La realidad una vez más. El vendedor lo daba como parte de una Mazda que compraba. Al final pidió más por el Pontiac. Me lo dejan por 6000$. Imposible. Joe me pide perdón. Yo le comento que si me lo hubiera dicho cuando lo llamé no me hubiera dado el paseo hasta el concesionario. Joe me sugiere de nuevo el Geo Prizm. Pienso que es muy caro, le pido que devuelva la señal del Pontiac, que miraré un poco más, y si me parece, ya volveré a por el Geo. Joe dice que quiere ayudarme. Me lo ofrece por 2000$ con impuestos y matriculación incluídos. Le digo que es muy caro siendo del 96 y con 1600000 millas. Que cuánto es lo máximo que pagaría. Respondo que 1500. Joe dice que me siente que va hablar con su jefe. Me siento, salvo por algunos malditos detalles, como esta semana santa en Tánger. Joe vuelve. 1700. No. 1500. De acuerdo.

Joe dice que quería ayudarme por las molestias. Porque soy un profesor español que ha venido a Waukegan. Me vuelve a recordar que lo pensaba comprar para su hijo de 16 años, pero que su madre, la abuela del chico, pensó que era demasiado joven. Mientras formalizamos los papeles, me habla de cómo creció en Chicago. De que tiene tres hijos. De cómo él también tiene muy poco tiempo porque tiene dos trabajos y ahora está de mudanza. Se va a vivir a la casa de su novia “güerita”, norteamericana, y cómo se ha pasado el domingo llevando cosas, instalando la televisión de plasma, de cómo a su novia no le ha importado retirar parte de sus cosas, de su vajilla (muy feas según él) para usar las de Joe. Se le ve, pese a los dos trabajos, contento. Me da cierta envidia. Me pregunta por mi vida. Le comento algunas cosas. Que el mundo es muy complejo. No puedo dejar de envidiarle. La facilidad en algunas cosas. En lo que debería ser fácil. Quedamos en que vuelvo el miércoles para que me cambien la luna delantera (es parte del acuerdo).

Tengo ya 30 años y este es mi primer coche. Un Geo Prizm de 96 con 160000 millas por 1500 dólares.

Aparco el coche en la estación de trenes de Waukegan. Regreso a Chicago

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