viernes, 31 de agosto de 2007

La Jefferson y una pareja de judíos hispanos en Chicago (lunes 20 de agosto)

Al llegar a la Juárez me advierten de que no me he perdido nada. Tenemos algunas charlas más con la entusiástica profesora de animadora. Román, el chico judío me comenta que su novia y él van a ir luego a Chicago, que si quiero me llevan en su coche. Me parece bien. Primero vamos a nuestras escuelas. Román y su novia Evelyn me llevan a la Jefferson y quedan en venir a recogerme a las 2.

Cuando llego todavía no han llegado mis futuros nuev@s compañer@s (los profesores nuevos de este año, entre los que se encuentra Rebeca, la novia de Mauricio, y que yo ni siquiera sabía que iban a venir). La principal, de la Jefferson es una mujer morena, tal vez hispana, por su acento y apellido tal vez mulata, curvona, y parece que enérgica. Su assistant, una mujer negra de apariencia profesional. Al llegar nos ponen unos platos de plástico con patatas fritas. Regalices. Cereales. Chocolatinas. Primero tenemos que decir nuestro nombre y por qué hemos cogido lo que hayamos cogido de los platos. Después hacen dos equipos y jugamos a adivinar el programa de televisión preferido, el grupo de música, etc. de los miembros de nuestro equipo. Algunos instantes pienso que tengo ya 30 años.

A las 2 de la tarde, y como todavía no saben cuál será mi clase, me monto en el coche con Román y vamos a buscar a su novia. Román en un chico agradable, mitad ruso, mitad argentino y otra mitad extra norteamericano. Además de judío. Hablamos un poco de todo. En muchas cuestiones parece y/o es conservador (capitalismo, pena de muerte…), aunque creo que vota demócrata y es una persona culta y abierta que, en cualquier caso, escucha las opiniones contrarias y con el que se puede hablar de cualquier cosa sin que se enfade. Su novia, norteamericana hija de puertorriqueños, parece más progresista. En Chicago les ofrezco invitarles a algo y entramos en una tetería. Hablamos de espiritualidad, de amor, de sexo, de nuestras vidas. En muchas cosas no estamos de acuerdo (tal vez en casi todas, sobre todo con él), pero eso no parece ser una barrera y se produce cierta empatía. Después de traerme a Chicago no me dejan invitarles. Tengo un mensaje en el buzón de voz del móvil del concesionario de Mazda para comunicarme que se me ha olvidado allí el pasaporte.
Cuando me dejan en mi casa son más de las siete. Intento encontrar un sitio para comer/cenar algo (apenas he comido unos regalices, unas galletas de chocolate y un batido). Después de caminar otro buen rato entro en un mejicano donde como costillas de res, lo que aquí se llamaría churrasco. Todo aderezado con una especie de salsa/puré que no oso probar, ensalada, arroz y nachos. Cuando pongo el móvil sobre la mesa, descubro que hace una hora la pareja de chicos españoles me habían mandado un mensaje para tomar algo con ellos y un amigo. Parece que ya están en la cama. De camino a mi apartamento vuelvo a perderme. Hoy creo que he andado unas cuatro horas.

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