Hong Kong es un centro comercial interminable. Estés donde estés. Vayas a donde vayas.
Tiendas de lujo siempre habitadas. Personas que caminan con bolsas.
Hong Kong posee una extraña y gélida belleza en esta proclamación de lo artificial y lo falso. De los sueños inalcanzables o sólo alcanzables a través de una tarjeta de crédito.
No sé de dónde sale todo el dinero gastado en todas estas tiendas de lujo. A dónde va. Que sentido tiene.
Camino entre las tiendas y las personas que caminan con bolsas y aparentemente felices en Ocean Centre.
Como en Triple-O’s, una especie de hamburguesería canadiense de calidad. Escribo unas líneas en mi libreta.
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