sábado, 1 de noviembre de 2008

Mandy in Wan Chai (viernes 31 de octubre)

Estoy de camino a Wan Chai. He quedado con Wendy, una chica inglesa que se define como divertida. He quedado a las ocho. Son las ocho y cuarto. Cuando llego junto a la cafetería donde hemos quedado, descubro que no es la cafetería. Descubro que estoy en North Fortress.

Estoy de camino a Wan Chai. A la salida del metro me encuentro con mi conocido filipino. Está tomando cervezas con un amigo en el suelo. Me invita a una. Le doy las gracias, pero le comento que he quedado y que llego ya tarde. Me indican cómo llegar a The Mess, el pub donde he quedado.

En The Mess sólo me parece ver occidentales. Mandy está con dos amigos, Symon, un suizo que, según la tarjeta que me da, trabaja para Ubs y otra chica cuyo nombre no recuerdo y que no acabo de saber si es la amante o la mujer de Symon, que está casado. Symon tendrá más o menos mi edad, es muy amistoso y me habla entusiasmado de Hong Kong. Todo le parece muy “convenient”. Se puede encontrar y hacer de todo. Pienso que todo es más “covenient” para un occidental que trabaja para UBS que para el chino o el filipino que te atiende en el supermercado 24 horas. La otra chica es más callada.

Mandy me lleva a una especie de fiesta de Halloween en Lan Kwai Fong. Es en un pub llamado The Linq. Apenas se puede caminar por las calles de Lan Kwai Fong. En The Linq casi todas las personas son occidentales. Suena Depeche Mode.

Mandy trabaja en el sector de las mudanzas. Recolocando a las empresas y expatriados extranjeros que viene a Hong Kong. Mandy lleva 11 años viviendo en Hong Kong, pero sus opiniones sobre los chinos, cuando le pregunto si ha quedado con alguno, son un tanto peculiares. Sobre cómo les huelen las manos a pescado. O cuando comenta que le gustan los hombres que pesen más que ella (y en mi caso no me atrevo a jurarlo). Curiosamente, según ella, los occidentales prefieren quedar con chinas. Pero sus opiniones sobre cómo les gustan los hombres con tarjetas de crédito a las chinas también son muy peculiares. Le comento que, en ese caso, y dada mi situación laboral, no voy a tener mucha suerte. En algunos momentos Mandy parece una persona inglesa de hace cien años viviendo en el Hong Kong de hace cien años.

Mandy quiere aprender español (ése parece el motivo de haber quedado conmigo) y, aunque creo que le parece, o me parece a mí, que nuestros caracteres, nuestros gustos y opiniones son muy relativamente compatibles, comenta la posibilidad de invitarme a cenar para practicar su español.

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