sábado, 1 de noviembre de 2008

MacDonald’s en Queens Road (viernes 31 de octubre)

Estoy en uno de los Macdonald’s de Queens Road, en Central. En el subsuelo de Queens Road, en Central. Lo atienden un chico con obesidad mórbida, adolescentes, mujeres chinas y filipinas de minúscula estatura y más de cuarenta y cincuenta años. De igual manera que en muchas zonas de Illinois y Chicago sus clientes eran negros e hispanos, aquí la mayoría son filipinos.

Una vez más me pregunto cúantos pollos habrán despedazado para que pueda comerlos, de qué manera. Cuánto petróleo para el poliuretano, cuántos árboles para sus envases de cartón cuánto anhídrico carbónico para millones de litros de refresco.

El primer y último lunes de cada mes es el día sin pajitas para colaborar con la conservación del medioambiente.

Frente a mí se sienta una pareja de chicos occidentales. Tal vez sean modelos. Él es moreno, con las cejas seguramente cuidadas, delgado y musculoso. Él lleva una camiseta de tirantes, vaqueros y una gorra con la viera puesta del revés. Ella tiene una larga melena de color castaño, ojos claros, piel clara. Ella lleva una vestido rosa pálido de apariencia barata y que seguramente valga como toda la ropa que tengo en Hong Kong, sandalias romanas rosas. Él come una hamburguesa doble y patatas fritas, seguramente para darle proteínas y calorías a sus músculos. Ella unos nugets que apenas prueba mientras picotea alguna patata con desgana. Tienen pocos más de veinte años. Me parece escucharles hablar en francés mientras comemos rodeados de filipinos.

Entro en el baño más minúsculo de todos los MacDonald’s que he conocido.

A la salida intento hacer alguna foto a la extraña sensación que me produce ver cómo anochece hoy entre la multitud y las tiendas y rascacielos de Queens Road. Se me ha acabado la batería de la cámara. Añadiré la foto más tarde. Por desgracia o fortuna es muy fácil manipular la apariencia de la realidad.

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