domingo, 15 de febrero de 2009

Charlie Cooper in Wicker Park. San Valentín vacío (domingo 15 de febrero)


   Ester viernes leí en El País el obituario de Charlie Cooper, uno de los miembros de Telefon Tel Aviv. Llega con casi con una semana de retraso con respecto al obituario más completo que había aparecido en El Mundo el sábado anterior.

   No lo conocía. No conocía su grupo hasta leer la noticia de su muerte.

   Pero me llamó la atención su edad, 31 años, la mía. Había nacido en Luisiana el 12 de abril, el mismo día y el mismo año en que nací yo. La última vez que se le vio con vida fue en Wicker Park, el barrio en el que viví hace ya más de un año en Chicago. Se le había diagnosticado un “leve” cuadro depresivo. Acababa de discutir con su novia. La última vez que se le vio con vida fue el 21 de enero.

   El egocentrismo y la melancolía son sentimientos tan estúpidos como inevitables. Y no puedo evitar recordar ese barrio de clase media blanca rodeado de polígonos industriales, enormes centros comerciales y restaurantes mejicanos.

   El calor y la aparente vida de agosto. El frío húmedo e intenso del invierno. Los villancicos saliendo desde viejos altavoces y haciéndome bajar aún más los ojos en un supermercado hispano.

   Una época aún no pasada que pensé que debería haber sido de otra manera, que debería ser hoy de otra manera. Una época en la que añoré lo que creí haber tenido y en la que pensé que tenía lo que luego descubrí que tampoco tuve.

   Pero, sí, la tranquilidad y belleza aparentes de Wicker Park pueden resultar dolorosas. La belleza y la fealdad están demasiado cerca. Los polígonos industriales construidos por humanos parecen haber surgido por sí mismos desde lo más profundo de la tierra. Los hispanos y los negros dedican la mayor parte del día a trabajar en trabajos detestables para conseguir llegar a ser tan felices como los jóvenes blancos que son vistos con vida por última vez un 21 de enero. La soledad y la tristeza se mastican si tienes boca.

   Y pienso y escribo sobre todo ello este 15 de febrero, después de una de esas fechas tan queridas por El Corte Inglés de varios santos tan estúpidos como han sido la mayor parte de los santos. Mientras me descargo los discos de Telefon Tel Aviv,otro lugar donde las cosas no son como deberían. Mientras me descargo su último, irónica y tristemente descriptivo disco Inmolate Yourself

   Veo que los capitanes idiotas somos un grupo de oficiales excesivamente grande al que le faltarían soldados.

   Aunque algunos han hecho música, publicado discos.

   Otros sólo seguimos aquí.

1 comentario:

Sunrise dijo...

Y yo soy tan idiota que te voy a hacer notar que es 15 de febrero y no de enero, Capitán. Pero es todo tan relativo... Recuerdo aquellos recuerdos tuyos de Wicker Park y pienso que todo cambia tanto y tan poco...