viernes, 16 de mayo de 2008

31 VI. La vida que se repite o las chicas dulces sin azúcar (viernes 9 de mayo)

El mundo es muy complejo. O muy absurdo. O yo soy muy tonto. O la vida se repite. Puede ser que todo.

La Chica Dulce me vuelve a invitar a ir a Valencia y a Moraira. Nada más colgar se lo piensa. Vuelve a llamarme. Ya no está segura. Tal vez todo es demasiado rápido. Ya no iré “en secreto”. Le hablo lenta, dulcemente también, que se lo piense, no pasa nada.

Al día siguiente ya se lo ha pensado. Sí, quiere que vaya. Lo ha “consultado”. Es una tontería. Tiene “demasiado tiempo para pensar” y complicar las cosas. Pasan los días. El día antes un mínimo comentario sobre estrategias múltiples femeninas y sinceridades varias hace que cuelgue rápido.

Le mando un mensaje simpático por la mañana. Me llama contenta. Al poco una leve “plorera”. Intento tomármelo con calma, ser comprensivo, dulce de nuevo. Hago gracias (algunas sexuales). Todo parece arreglado.

Y de nuevo es la Chica Dulce de siempre. Y yo un poco tonto como siempre conociendo familiares. Pero bueno, no importa. Es mucho mejor que algunos pasados y nos han llenado el frigorífico (lo que en mi caso no es tan fácil). Moraira sigue como siempre. La Perrita Cancerígena sigue teniendo ojitos de ewook y sigue sin entender la intimidad humana. La noche es agradable. Y la mañana. La siesta es inesperada y agradablemente placentera.

Después vienen sus amigos conservadores. Pero son agradables, y aunque nada es extraordinario, todo es al menos relajante. Y el domingo por la noche, después de cenar, buscamos con su coche una red wifi a la que poder conectarme para responder a una oferta de empleo de una empresa norteamericana de encuentros por internet. Ella se va a la cama. Acabo a las siete de la mañana. Me acuesto. En la habitación somos tres.

Por la mañana la llaman para una entrevista de trabajo. Tiene que estar al día siguiente en Valencia. Me quedo en Moraira. Paseo con la Perrita Cancerígena, la limpio con toallitas de bebé. Me mira. La miro. Nos miramos. Duerme junto al sofá en el que leo el periódico. La dejo dormir sobre la cama.

La Chica Dulce vuelve al mediodía. Todo parece volver a los días tranquilos y de pieles tibias pasados. Pero algo parece haber cambiado. Algo es distinto. No es la Chica Dulce conocida, no es la Escolapia del Infierno. Es otra cosa. Tal vez la realidad. La seriedad. El evitar. Las caricias se desperdician. Tal vez por la ovulación, por las dudas laborales. Pero todas las vidas son complejas. Y es demasiado pronto para que ocurra esto. Para sentirme así. El regalo que era todo queda desaprovechado.

Y yo, que con tanta precaución lo he explicado todo demasiadas veces. Que con tanta precaución avisaba de la premura y lo incierto de la palabra “compromiso”, que intentaba ser siempre honesto, me siento idiota otra vez. Siento que otra vez, no sé por qué, he sido, he de ser la medicina. Yo, que en estos momentos, tan necesitado estoy de ella. Yo que me conformaba con la tranquilidad de unos días, de una piel tibia, que intentaba obviar tantas cosas como en mi vida son erróneas y desordenadas. Vuelvo a sentirme equivocado.

Pero esta vez no quiero repetir. No quiero volver a equivocarme una y otra vez. Es demasiado pronto para que sucedan ciertas cosas. Es demasiado pronto para que no se valoren, para que no se deseen ciertas cosas. Y no quiero volver a equivocarme de la misma manera. Quiero que mis equivocaciones no se repitan. Que se repitan lo mínimo. Y no es sólo sexo, aunque también. Es que hay una persona frente a otra.

Llueve el día del regreso a Valencia. La entrada del apartamento se ha anegado de agua. Llueve levemente mientras los tres esperamos a que llegue el tren que me llevará a Barcelona. La Perrita Cancerígena es la única que no se siente incómoda. Dentro del tren tengo que esperar una hora por problemas técnicos.

Y hay mensajes de perdón. Hay dulces mensajes de disculpa. Aunque también ambiguos y desconcertantes. Pero es demasiado pronto. Y estamos, sí, aún “un poco idiotas”. Pero yo estoy también un poco roto como para arreglar a nadie o a nada. Como para no poder disfrutar nunca de lo que debería ser un poco más sencillo. Como para no poder simplemente dejarme llevar y ser mecido y acariciado.

1 comentario:

Sunrise dijo...

Antes de leer más y desde el atrevimiento que dan el desconocimiento y la distancia, te diré que seguro que llegará alguien capaz de cantarte bajito una nana. Entonces los sueños despertarán y las pesadillas quedarán dormidas. Quizá.