Son las 4:45 de la mañana. Me levanto, Anoche lloré de nuevo. Desayuno leche con cacao, zumo de naranja con lorazepan. No he preparado lo que le tengo que entregar/decir a mi directora sobre la evaluación del viernes.
Llueve. No encuentro el paraguas. No puedo salir de casa. Soy incapaz. Llamo a mi compañera española para que me proporcione el número al que hay que llamar antes de las 6 cuando se está enfermo. Dejo un mensaje en su contestador. Mando un mensaje a mi mentora. Mando un mensaje a una amiga en España para intentar hablar con ella. Me encuentro a un amigo en el Messenger. Intercambio unas líneas con mi amigo. Me llaman de casa. Duermo unas horas. Hablo con mi amiga. Mi coche está en la estación de Waukegan. Supongo que ya tengo otra multa.
Necesito algo un poco más potente que el lorazepan. Con mi seguro médico, que aún no entiendo bien, se supone que puedo escoger el médico especialista que quiera de la lista que me facilita. Hasta los primeros 500$ no estoy seguro si tengo que pagar el 20% o viceversa.
En internet puedo ver algo así como una lista de 200 psiquiatras y 20 hospitales a los que, hipotéticamente, puedo acudir. Intento obtener alguna información de ellos. No es muy fácil. Apunto más de una docena de nombres y teléfonos.
Son las 2 de la tarde. Llevo más de dos horas llamando. He dejado más de diez mensajes en contestadores. Ha escuchado más de diez melodías. He hablado con más de diez personas de diferentes hospitales.
Más de tres meses de lista de espera. La próxima semana. Una evaluación en menos de media hora y, entonces, la próxima semana, que si pienso en suicidarme... El Hospital de la Universidad de Chicago, de la Universidad de Illinois, el Monte Sinaí…
A las 14:30 me llama una psiquiatra de la que vi su foto en internet y con más de treinta años de experiencia. Han cancelado una cita y tiene un hueco. Me parece bien, y es la única opción. Tengo que estar allí a las 3… le digo que cogeré un taxi.
Voy hasta la Western.. No consigo que mi tarjeta funciones en la Blueline. Busco un taxi. A los diez minutos consigo uno. Llego a la consulta de la psiquiatra, en North Michigan, en todo el centro de Chicago, a las 15:15. Entro en el rascacielos. Subo hasta la décima planta.
La consulta parece agradable. El suelo está enmoquetado. El aire acondicionado, como acostumbra, quizás demasiado fuerte. Se ve Chicago desde las ventanas.
La psiquiatra tiene más de cincuenta años. Me dice que si no encuentro la palabra puedo hablar en español, que lo entiende. Tiene el pelo largo y algo canoso. Parece una mujer soltera posthippie de los setenta. Lleva playeros.
Me pregunta por mi seguro. No está segura de estar incluida. Si no, la primera consulta son 200$. Llama a atención al cliente de mi tarjeta. Un servicio automático, melodías, demasiado lento, demasiado tarde, sólo tenemos media hora. Me dice que si prefiero esperar al martes para asegurarnos/asegurarme. Le digo que no, que empecemos, que ya se verá todo.
Me veo un a vez más contando mi vida a una desconocida (al menos en este caso se supone que de manera profesional), en un rascacielos de Chicago. Hablo más de la otra persona, de la otra vida que de mí, que de mi vida (de esto me doy cuenta más tarde).
El tiempo pasa. Ella mira al reloj. Tiene otra cita. Le pregunto si no podría recetarme algo. Me contesta que es demasiado pronto. Que tiene que hacerme más preguntas. Que si he pensado en suicidarme. Le digo que no, pero que necesitaría algo, algo que no me sedara (tengo que madrugar, trabajar…), aunque no sea muy fuerte. No hay manera. Tengo otra cita el martes a las 5 de la tarde. Mientras comprobaré/comprobaremos lo del seguro…
Salgo de la consulta. No he avanzado mucho, la verdad. Aunque me siento un poco mejor. Camino por entre los rascacielos del centro de Chicago. Entro en una tienda de ropa. No puedo evitar mirar dos vestidos de la talla pequeña… Me compro dos boxers. Me hacen la tarjeta de la tienda.
Busco la blueline. De repente, comienza a granizar con fuerza. Son sólo unos minutos. Una mujer me dice algo a mi lado. Hago un comentario sobre el “Global Warming”. Está de acuerdo. Es polaca, aunque lleva aquí desde los cinco años. Ha viajado por toda Europa, por casi todo el mundo… No es nada atractiva, pero es muy agradable. Ahora no puede viajar. Su padre tiene cáncer. Me acompaña a la parada del metro. Me habla de Chicago (la mejor época es el verano, este maldito verano que parece no acabar nunca). Me pregunta por mi vida en Chicago. Nos despedimos.
Llego a mi apartamento.
Respondo al mensaje que me ha mandado mi amiga al móvil español.
Anulo una cita con un chico gay e hispano, que ha vivido varios años en Madrid, que me iba a enseñar no sé qué zona de Chicago.
Hablo con mi madre.
Escucho el nuevo disco de Radiohead que ayer me descargué de internet (han roto el contrato con su antigua compañía y dejan que te lo descargues por el precio que decidas más 45 peniques de la transacción. Pago 2,5 libras. Más tarde seguramente me compraré por otras 40 el lote físico).
Contacto con una chica a través del Chicago Reader. Con otras personas a través de otros medios.
Mañana (hoy) tendré seguramente la evaluación. Deberé dar alguna explicación de por qué no acudí (hoy) ayer. Es ya, en estos momentos, la 01:10 de la mañana.
viernes, 19 de octubre de 2007
Casi una semana (jueves 18 de octubre)
Casi una semana.
Qué decir.
Conocí un bar que parecía de la película “Uno de los Nuestros” con un cartel de la película “Uno de los Nuestros”.
6$ por una copa. Viejos camareros que no piden el ID.
¿Entreponerme? ¿Anteponerme? Entre los “chicagoans” del lugar, con alguna cerveza/copa de más y el grupo de compañeras españolas de Carpentersville con las que estaba (y sobre todo su atractiva compañera puertorriqueña).
Regresar a las 2 de la mañana a casa.
Conseguir por fin el lunes mi número de la seguridad social borrado accidentalmente por la mujer de 50 años, más o menos, “en prácticas”, que me lo hizo la primera vez hace tres meses.
Comprobar que para las autoridades/administraciones de Estados Unidos tengo cuatro nombres diferentes, con mis apellidos ubicados/seleccionados de cuatro formas diferentes.
Hablar con mi compañero de Wicker Park sobre mi vida y la suya (su relación con el director del museo de arte contemporáneo más famoso de Castilla y León). Es psicólogo y me recomienda, como ya sospechaba, un psiquiatra si quiero que me receten algo. Entiendo algunos de sus consejos. Entiendo algo más de mi vida cuando me habla de la suya. Las otras personas, no tanto nosotros, parecen tener perfiles similares.
Estar muy cansado.
Seguir triste.
Llorar a veces.
Saber que el viernes la directora me hará mi primera evaluación.
No poder ir al trabajo el jueves.
Qué decir.
Conocí un bar que parecía de la película “Uno de los Nuestros” con un cartel de la película “Uno de los Nuestros”.
6$ por una copa. Viejos camareros que no piden el ID.
¿Entreponerme? ¿Anteponerme? Entre los “chicagoans” del lugar, con alguna cerveza/copa de más y el grupo de compañeras españolas de Carpentersville con las que estaba (y sobre todo su atractiva compañera puertorriqueña).
Regresar a las 2 de la mañana a casa.
Conseguir por fin el lunes mi número de la seguridad social borrado accidentalmente por la mujer de 50 años, más o menos, “en prácticas”, que me lo hizo la primera vez hace tres meses.
Comprobar que para las autoridades/administraciones de Estados Unidos tengo cuatro nombres diferentes, con mis apellidos ubicados/seleccionados de cuatro formas diferentes.
Hablar con mi compañero de Wicker Park sobre mi vida y la suya (su relación con el director del museo de arte contemporáneo más famoso de Castilla y León). Es psicólogo y me recomienda, como ya sospechaba, un psiquiatra si quiero que me receten algo. Entiendo algunos de sus consejos. Entiendo algo más de mi vida cuando me habla de la suya. Las otras personas, no tanto nosotros, parecen tener perfiles similares.
Estar muy cansado.
Seguir triste.
Llorar a veces.
Saber que el viernes la directora me hará mi primera evaluación.
No poder ir al trabajo el jueves.
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sábado, 13 de octubre de 2007
Diario de un Hombre Torpe (sábado 13 de otubre)
Én estos momentos debería estar en Hong Kong. No hubo suerte. Trabajo en "Waukegan". Vivo en Chicago.
Ahora debería (¿debería?) ser casi feliz, estar enamorado, conocer gente, otra sociedad, otro país, echar de menos con cariño y hablar por teléfono, con cualquier soporte informático, ayudar, ser ayudado, y planear viajes, navidades, conocer El Cañón del Colorado, Nueva Orleans, Nueva York, California...
En estos días debería despertarme con otro sentimiento en el pecho, y las imágenes deberían producir también otros sentimientos.
Hay veces, muchas veces, en las que me siento torpe por no poder olvidarme de mi pasado reciente, por seguir sintiéndolo. Me siento torpe por no poder expulsar sentimientos, por no poder limpiar y vaciar mi mente y mi corazón. Por no poder disfrutar el presente sin que ellos estén allí recordándome que todo debería ser de otra manera.
Me siento torpe por no haber detenido lo que debería haber detenido hace casi dos años. Por no haberlo parado ninguna de las veces. Por no haber conseguido, ya que no lo detenía, solucionarlo.
Y aquí estoy, con este problema de dos qu sólo tengo yo, que sólo siento yo. Con este problema que nunca tuve cuando era sólo uno. Con este problema que por instantes no veía cuando creía que éramos dos.
Ahora debería (¿debería?) ser casi feliz, estar enamorado, conocer gente, otra sociedad, otro país, echar de menos con cariño y hablar por teléfono, con cualquier soporte informático, ayudar, ser ayudado, y planear viajes, navidades, conocer El Cañón del Colorado, Nueva Orleans, Nueva York, California...
En estos días debería despertarme con otro sentimiento en el pecho, y las imágenes deberían producir también otros sentimientos.
Hay veces, muchas veces, en las que me siento torpe por no poder olvidarme de mi pasado reciente, por seguir sintiéndolo. Me siento torpe por no poder expulsar sentimientos, por no poder limpiar y vaciar mi mente y mi corazón. Por no poder disfrutar el presente sin que ellos estén allí recordándome que todo debería ser de otra manera.
Me siento torpe por no haber detenido lo que debería haber detenido hace casi dos años. Por no haberlo parado ninguna de las veces. Por no haber conseguido, ya que no lo detenía, solucionarlo.
Y aquí estoy, con este problema de dos qu sólo tengo yo, que sólo siento yo. Con este problema que nunca tuve cuando era sólo uno. Con este problema que por instantes no veía cuando creía que éramos dos.
En la Oficina de la Seguridad Social II y Fiesta en el Instituto Cervantes (jueves 11 de octubre)
Parece que en la Oficina de la Seguridad Social siguen sin tener ningún dato mío, me piden que vuelva al día siguiente con mi pasaporte. Empiezo a estar un poco molesto, siendo benévolos.
Llego tarde (la visita a la Oficina de la Seguridad Social tenía que tener algo de positivo...) a una de tantas reuniones para nuevos profesores... Lo justo casi para ver cómo acaba.
A las 6 de la tarde hay una fiesta en el Instituto Cervantes montada por la Embajada Española para celebrar el Día de la Hispanidad. Empieza con un concierto de piano. Prefiero bajarme junto a mi barrio, dejar las cosas y ducharme antes de ir.
Me ducho con tranquilidad, cojo la blueline, allí pregunto, me recomiendan bajarme y coger el autobús 66. Lo cojo, camino por E. Ohio hasta West Ohio, como estoy hablando por teléfono me lo paso, regreso.
Cuando llego ya ha terminado el concierto de piano. Hay una
exposición de Eduardo Chillida , Jorge Oteiza y Julio Hernández, Juan Hidalgo, Rogelio López Cuenca, Elena del Rivero, Carmen Calvo, Naia del Castillo, Pablo Picasso, Joan Miró, Salvador Dalí, Antonio Saura y Vicente Ameztoy.La fiesta me recuerda a tantas otras de este tipo de saraos. Gente arreglada, gente mayor, jóvenes menos arreglados, algún empresario, funcionarios, artistas, nosostros, los "maestros/profesores". La comida también la propia de estos saraos, pequeños canapés de supuesto diseño para no saciar el hambe a nadie. Vino, cervezas (que como no me gustan me limitan al agua).
A las 11 nos están echando ya. Muchos están un poco borrachos por lo siete u ocho vinos. Me dan envidia. La pareja de chicos que viven junto a mí en Wicker Park hacen y dice las típicas bobadas de dos personas que se quieren y llevan dos copas de más. Recuerdo otras fiestas, otros saraos. Me dan envidia.
Entramos los tres en un sitio a cenar algo. Cogemos un taxi. Me acuesto
Llego tarde (la visita a la Oficina de la Seguridad Social tenía que tener algo de positivo...) a una de tantas reuniones para nuevos profesores... Lo justo casi para ver cómo acaba.
A las 6 de la tarde hay una fiesta en el Instituto Cervantes montada por la Embajada Española para celebrar el Día de la Hispanidad. Empieza con un concierto de piano. Prefiero bajarme junto a mi barrio, dejar las cosas y ducharme antes de ir.
Me ducho con tranquilidad, cojo la blueline, allí pregunto, me recomiendan bajarme y coger el autobús 66. Lo cojo, camino por E. Ohio hasta West Ohio, como estoy hablando por teléfono me lo paso, regreso.
Cuando llego ya ha terminado el concierto de piano. Hay una
exposición de Eduardo Chillida , Jorge Oteiza y Julio Hernández, Juan Hidalgo, Rogelio López Cuenca, Elena del Rivero, Carmen Calvo, Naia del Castillo, Pablo Picasso, Joan Miró, Salvador Dalí, Antonio Saura y Vicente Ameztoy.La fiesta me recuerda a tantas otras de este tipo de saraos. Gente arreglada, gente mayor, jóvenes menos arreglados, algún empresario, funcionarios, artistas, nosostros, los "maestros/profesores". La comida también la propia de estos saraos, pequeños canapés de supuesto diseño para no saciar el hambe a nadie. Vino, cervezas (que como no me gustan me limitan al agua).
A las 11 nos están echando ya. Muchos están un poco borrachos por lo siete u ocho vinos. Me dan envidia. La pareja de chicos que viven junto a mí en Wicker Park hacen y dice las típicas bobadas de dos personas que se quieren y llevan dos copas de más. Recuerdo otras fiestas, otros saraos. Me dan envidia.
Entramos los tres en un sitio a cenar algo. Cogemos un taxi. Me acuesto
Segundo día en la Oficina de la Seguridad Social (miércoles 10 de octubre)
Me levanto con sueño. Apenas he dormido dos horas. Cojo el tren a Waukegan. Ya empieza a hacer frío. Llevo hasta la escuela a una compañera negra de unos 50 años y clase baja (se levanta a la 3 de la mañana para venir a trabajar, no la admitieron en distritos más cercanos a Chicago) y a la que no me atrevo a preguntarle sus estudios.
Conduzco bajo las ramas de los árboles en un día que aún no ha amanecido del todo.
Decido preguntarle a mi mentora por el tema de los seguros. Aún no tengo número de la seguridad social, pero lo necesito ya... Quiero ir al médico y que me recete algo. El mundo es sólo química, y si no puedo tener la química de las palabras, la química de los sentimientos, la química de los cuerpos, al menos necesito la química de las drogas, en este caso legales. No quiero seguir estando triste. No quiero que mi absurdo pasado me pese tanto. Quiero esforzarme, pero tampoco me importa que me ayude la química... Una parte más de este mundo complejo y nuestra vidas.
Por desgracia, después de escaparme de la escuela a las 10:40 (hoy las clases terminaban antes porque tenemos "training day", día de dinámicas de grupos y aburdos varios...) para ir al Lincoln Center y a la Oficina de la Seguridad Social, allí, después de dos meses, no tienen ningún dato mío. Me piden que regrese el jueves con el papel de registro que me entregaron.
Regreso a Chicago. Acabo el pollo que trajeron a la fiesta. Hablo con una amiga. Con mi madre. Me acuesto.
Conduzco bajo las ramas de los árboles en un día que aún no ha amanecido del todo.
Decido preguntarle a mi mentora por el tema de los seguros. Aún no tengo número de la seguridad social, pero lo necesito ya... Quiero ir al médico y que me recete algo. El mundo es sólo química, y si no puedo tener la química de las palabras, la química de los sentimientos, la química de los cuerpos, al menos necesito la química de las drogas, en este caso legales. No quiero seguir estando triste. No quiero que mi absurdo pasado me pese tanto. Quiero esforzarme, pero tampoco me importa que me ayude la química... Una parte más de este mundo complejo y nuestra vidas.
Por desgracia, después de escaparme de la escuela a las 10:40 (hoy las clases terminaban antes porque tenemos "training day", día de dinámicas de grupos y aburdos varios...) para ir al Lincoln Center y a la Oficina de la Seguridad Social, allí, después de dos meses, no tienen ningún dato mío. Me piden que regrese el jueves con el papel de registro que me entregaron.
Regreso a Chicago. Acabo el pollo que trajeron a la fiesta. Hablo con una amiga. Con mi madre. Me acuesto.
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miércoles, 10 de octubre de 2007
Ansiedad (martes 9 de octubre)
No puedo tampoco evitarlo, esta absurda e incomprensible lucha no me está resultando fácil. Me siento débil y desarmado.
Ayer ya la sentí por la noche llamando a mi casa.
Hoy, después de ir hasta Waukegan en coche, después de las clases, de tener que castigar a cinco alumnos de 8º y llevar a uno a la oficina, después de recibir la llamada del encargado del Consulado y descubrir que el mío es el último certificado de títulos por formalizar (como debo de ser también el único que no tiene aún número de la seguridad social), de hacer rápidamente y con desgana el "lessons plan" de la semana, de sentir cómo se me nubla la mirada varias veces, y evitarlo, y provocarlo, y volverlo a sentir, después de volver en tren intentado dormir rodeado de mis compañeras y de comer un poco de pollo recalentado en el microondas y mandar varios mensajes a una pareja de amigos sin respuesta, no puedo evitarlo...
... sentirme débil, desarmado, incluso patético, tener que llamar a casa, no poder hablar, notar que me oprimen la cabeza y el pecho, no poder evitar llorar, no poder evitar no comprender por qué aún quiero a quien tal vez nunca debí querer, por qué razón, por que motivo, cuando racionalmente hay muchos más motivos en contra...
... con ya treinta años, yo que hasta hace dos no recordaba la útima vez que había llorado, no puedo evitar llorar recordando el pasado, lo absurdo, lo que ya era predecible, otros pasados, lo que no se evitó y podía haberse evitado, lo que podía haberse hecho y no se hizo, lo que podía haberse hecho mejor...
... no puedo evitar no comprender el porqué de mi estado, cuando racionalmente todo es tan razonable, tan lógico, arrepentirme de algunas de mis últimas decisiones, acertadas, pertinentes, maduras, sabias, y que en cambio a ratos, en innumerables momentos, se tranforman en posibles errores, aciertos que duelen tanto...
... y soy sólo yo, intuyo, soy sólo yo en Chicago, sólo yo sintiendo, sólo yo pensando...
... sólo sintiendo este nuevo ataque de ansiedad que no había tenido nunca hasta hace dos años...
...espero que pase pronto.
Ayer ya la sentí por la noche llamando a mi casa.
Hoy, después de ir hasta Waukegan en coche, después de las clases, de tener que castigar a cinco alumnos de 8º y llevar a uno a la oficina, después de recibir la llamada del encargado del Consulado y descubrir que el mío es el último certificado de títulos por formalizar (como debo de ser también el único que no tiene aún número de la seguridad social), de hacer rápidamente y con desgana el "lessons plan" de la semana, de sentir cómo se me nubla la mirada varias veces, y evitarlo, y provocarlo, y volverlo a sentir, después de volver en tren intentado dormir rodeado de mis compañeras y de comer un poco de pollo recalentado en el microondas y mandar varios mensajes a una pareja de amigos sin respuesta, no puedo evitarlo...
... sentirme débil, desarmado, incluso patético, tener que llamar a casa, no poder hablar, notar que me oprimen la cabeza y el pecho, no poder evitar llorar, no poder evitar no comprender por qué aún quiero a quien tal vez nunca debí querer, por qué razón, por que motivo, cuando racionalmente hay muchos más motivos en contra...
... con ya treinta años, yo que hasta hace dos no recordaba la útima vez que había llorado, no puedo evitar llorar recordando el pasado, lo absurdo, lo que ya era predecible, otros pasados, lo que no se evitó y podía haberse evitado, lo que podía haberse hecho y no se hizo, lo que podía haberse hecho mejor...
... no puedo evitar no comprender el porqué de mi estado, cuando racionalmente todo es tan razonable, tan lógico, arrepentirme de algunas de mis últimas decisiones, acertadas, pertinentes, maduras, sabias, y que en cambio a ratos, en innumerables momentos, se tranforman en posibles errores, aciertos que duelen tanto...
... y soy sólo yo, intuyo, soy sólo yo en Chicago, sólo yo sintiendo, sólo yo pensando...
... sólo sintiendo este nuevo ataque de ansiedad que no había tenido nunca hasta hace dos años...
...espero que pase pronto.
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lunes, 8 de octubre de 2007
Blog actualizado (lunes 8 de octubre)
Me ha costado, pero parece que he conseguido actualizar este blog.
Esta pequeña y anodina misión que me había impuesto a falta de empeños mejores.
Intentar vaciarme totalmente para poder llenarme de nuevo.
Perder vergüenzas y miedos para ser más libre. Más valiente.
Parece que, al menos, mi portátil acompaña, y después de ser abierto para darme un presupuesto para un nuevo disco duro, el viejo disco duro recapacitó, o se colocó, o decidió que con el coche ya tenía bastante.
Espero que, a partir de hoy, las entradas sean del mismo día o de uno o dos días anteriores.
Intentaré que mi presente sea presente en este blog.
Que mi pasado sea pasado, que mi presente sea presente, que mi futuro sea mejor.
Me levanto cansado y triste. Añado esta entrada. Incluyo dos fotos. Mando algún mensaje.
Poco a poco, pero sin detenerme...
Esta pequeña y anodina misión que me había impuesto a falta de empeños mejores.
Intentar vaciarme totalmente para poder llenarme de nuevo.
Perder vergüenzas y miedos para ser más libre. Más valiente.
Parece que, al menos, mi portátil acompaña, y después de ser abierto para darme un presupuesto para un nuevo disco duro, el viejo disco duro recapacitó, o se colocó, o decidió que con el coche ya tenía bastante.
Espero que, a partir de hoy, las entradas sean del mismo día o de uno o dos días anteriores.
Intentaré que mi presente sea presente en este blog.
Que mi pasado sea pasado, que mi presente sea presente, que mi futuro sea mejor.
Me levanto cansado y triste. Añado esta entrada. Incluyo dos fotos. Mando algún mensaje.
Poco a poco, pero sin detenerme...
Fiesta y casero (domingo 7 de octubre)
Había pensado hacerla antes, pero mi estado anímico y las circunstancias no lo facilitaron. Finalmente, el sábado pasado, cuando le decía a mi compañera catalana que tenía una nueva multa y que no podría acercarme al bar donde estaban porque mi coche volvía a no arrancar, decidí que, pasara lo que pasara, este sábado habría fiesta de inauguración en mi casa.
No la organizo mucho, la verdad. Mando un correo-e el miércoles y, de manera no muy hábil, algunos mensajes de móvil el mismo sábado a las siete de la tarde para avisar de una fiesta que sería a partir de las nueve. Pese a todo vienen diecisiete personas, la mayoría españoles (más bien españolas).
Me paso el sábado fregando la cocina, lo suelos, montando algunas mesitas que compré en el Ikea, fui al supermercado a comprar bebidas (algo de vino, cervezas, dos "garrafas" de casi dos litros de Bacardí y Stolisnaya, algo para picar...). Cuando acabé de montarlo todo, y a poco que se observe la foto, me di cuenta de que parecía un cumpleaños infantil.
La fiesta es aceptable. Mis compañeros catalanes llegan tarde porque se pierden viniendo desde Evanston. A la gente le gusta cómo me va quedando mi viejo y pequeño apartamento y que esté en Chicago, incluso les gusta cómo me ha quedado mi salón rojo, el azul celeste, lo que una compañera define como "vintage".
Como hace calor, salimos a la especie de patio/jardín que hay frente a mi edificio. Con copa y media ya me noto un tanto pispaíllo. Sobre la 1 nos vamos a tomar algo a un bar cercano.
La fiesta es aceptable, de las dieciocho personas que somos, sólo somos seis chicos y tres son gays, pero una vez más no logro no dejar de acordarme de otras fiestas que organicé, ayudé a organizar o en las que estuve, con otras personas, en otros lugares, que acababan de otra manera... Y no es una sensación agradable. Esta sensación que lleva durando más de año y medio, más de cuatro meses...
El mundo es muy complejo y muy pequeño. Descubro que una de las compañeras españolas que ha venido de Carpentersville estuvo saliendo con un chico cuya exnovia era profesora de Arte en Ávila. Que uno de los chicos de la pareja de Wicker Park estuvo saliendo, no recuerdo ahora si cinco o siete años, con el actual director del museo de arte contemporáneo más importante de Castilla y León.
La gente tiene que volver a sus suburbios. A las 3 estoy en la cama.
Dedico el día de hoy a actulizar este blog. Hablo con mi familia. Sobre las diez de la noche, llama a la puerta mi casero (había llamado también el sábado mientras me duchaba con la puerta de la calle abierta para que se secara el suelo), me dice que aún no le ha llegado la transferencia de dinero que le hice por internet. Tampoco parece que le haya gustado que haya montado una fiesta (de la que le avisé). Al final quedamos en que miraré lo del banco, pero le comento que tengo que poder invitar a tomar algo a amigos a mi apartamento. Se va más contento. Me dice que vale, pero que no sea hasta muy tarde.
Actualizo casi totalmente este blog. Me acuesto.
No la organizo mucho, la verdad. Mando un correo-e el miércoles y, de manera no muy hábil, algunos mensajes de móvil el mismo sábado a las siete de la tarde para avisar de una fiesta que sería a partir de las nueve. Pese a todo vienen diecisiete personas, la mayoría españoles (más bien españolas).
Me paso el sábado fregando la cocina, lo suelos, montando algunas mesitas que compré en el Ikea, fui al supermercado a comprar bebidas (algo de vino, cervezas, dos "garrafas" de casi dos litros de Bacardí y Stolisnaya, algo para picar...). Cuando acabé de montarlo todo, y a poco que se observe la foto, me di cuenta de que parecía un cumpleaños infantil.
La fiesta es aceptable. Mis compañeros catalanes llegan tarde porque se pierden viniendo desde Evanston. A la gente le gusta cómo me va quedando mi viejo y pequeño apartamento y que esté en Chicago, incluso les gusta cómo me ha quedado mi salón rojo, el azul celeste, lo que una compañera define como "vintage".
Como hace calor, salimos a la especie de patio/jardín que hay frente a mi edificio. Con copa y media ya me noto un tanto pispaíllo. Sobre la 1 nos vamos a tomar algo a un bar cercano.
La fiesta es aceptable, de las dieciocho personas que somos, sólo somos seis chicos y tres son gays, pero una vez más no logro no dejar de acordarme de otras fiestas que organicé, ayudé a organizar o en las que estuve, con otras personas, en otros lugares, que acababan de otra manera... Y no es una sensación agradable. Esta sensación que lleva durando más de año y medio, más de cuatro meses...
El mundo es muy complejo y muy pequeño. Descubro que una de las compañeras españolas que ha venido de Carpentersville estuvo saliendo con un chico cuya exnovia era profesora de Arte en Ávila. Que uno de los chicos de la pareja de Wicker Park estuvo saliendo, no recuerdo ahora si cinco o siete años, con el actual director del museo de arte contemporáneo más importante de Castilla y León.
La gente tiene que volver a sus suburbios. A las 3 estoy en la cama.
Dedico el día de hoy a actulizar este blog. Hablo con mi familia. Sobre las diez de la noche, llama a la puerta mi casero (había llamado también el sábado mientras me duchaba con la puerta de la calle abierta para que se secara el suelo), me dice que aún no le ha llegado la transferencia de dinero que le hice por internet. Tampoco parece que le haya gustado que haya montado una fiesta (de la que le avisé). Al final quedamos en que miraré lo del banco, pero le comento que tengo que poder invitar a tomar algo a amigos a mi apartamento. Se va más contento. Me dice que vale, pero que no sea hasta muy tarde.
Actualizo casi totalmente este blog. Me acuesto.
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Objetivos/Decisiones (sábado 6 de octubre)
Estuve año y medio de subidas y bajadas en una montaña rusa. Intentando que funcionara lo que la conductora del carrusel se empeñaba en frenar, atascar, que no funcionara. Esperando encontrar lo que había leído en el folleto publicitario. Esperando llegar adonde, evidentemente, no llegaba esa montaña...
Ahora, hoy, llevo cuatro meses intentando librarme de su presencia, intentando olvidar o superar los instantes de felicidad, intentando dejar de relativizar los más largos momentos de tristeza y frustración, intentando dejar de pensar en lo que pudo ser y no fue, no ha sido, intentando dejar de ver el destino que tal vez sólo uno quería, para el que sólo uno estaba preparado.
Es hora ya de que todo cambie. De empezar a cambiar. Lentamente, con inteligencia, poco a poco, pero hay que cambiar la dirección, tomar de nuevo las riendas de mi destino, hacer que la serotonina vuelva a la mente y el cuerpo del falso, absurdo macho dominante que soy.
Tengo que volver a sentir, sí, con treinta años, tal vez "naïve" como un niño mayor, tengo que volver a desear lo que siempre he sentido que debo buscar, lo que siempre he deseado:
Recorrer el mundo con esa persona (creo que mujer) que sea libre, valiente, desee y tenga fuerzas e inteligencia para hacerlo conmigo...
Buscar aquella tarea, misión, que sea mi destino. Ayudar a la otra persona a que la busque. Ser ayudado.
No importarme si tengo que esperarla, detenerme con ella, vivir de su sueldo o en su casa. No importarle si tiene que esperarse, detetenerse conmigo, vivir de mi sueldo o en mi casa. Nuestro sueldo. Nuestra casa.
Saber que todo es complicado. Que el mundo es muy complejo. Pero hacerlo un poco más fácil. Porque lo deseamos. Porque nos deseamos.
Hacer el amor, follar, sí, follar, sin prisas, sin escrúpulos, sin miedos, sin comparaciones, pidiendo sólo lo que damos, pidiéndolo y dándolo todo.
Creer aún un poco en la izquierda, trabajar un poco para que todo pueda ser un poco distinto, un poco mejor.
No tener más miedos que los necesarios. No tener miedos. Ayudar a no tener miedo. Ser ayudado.
Ser más paciente, más flexible, menos intolerante, saber actúar con la cabeza más fría.
Hacer caso a mi polla, mi corazón, mi polla, mi cerebro.
Mientras, encontrarme a mí mismo, no necesitar para ser mínimamente feliz a la persona equivocada, no lamentar que sea la persona equivocada, no ver en todas partes y añorar a la persona eqivocada.
Hoy, mañana, caminar por las calles de Chicago, conducir por las carreteras de Illinois pensando que puede ser, que ese destino, imperfecto pero cercano, puede estar ahí mismo esperándome.
Ser feliz. Conocer. Ser paciente.
Ahora, hoy, llevo cuatro meses intentando librarme de su presencia, intentando olvidar o superar los instantes de felicidad, intentando dejar de relativizar los más largos momentos de tristeza y frustración, intentando dejar de pensar en lo que pudo ser y no fue, no ha sido, intentando dejar de ver el destino que tal vez sólo uno quería, para el que sólo uno estaba preparado.
Es hora ya de que todo cambie. De empezar a cambiar. Lentamente, con inteligencia, poco a poco, pero hay que cambiar la dirección, tomar de nuevo las riendas de mi destino, hacer que la serotonina vuelva a la mente y el cuerpo del falso, absurdo macho dominante que soy.
Tengo que volver a sentir, sí, con treinta años, tal vez "naïve" como un niño mayor, tengo que volver a desear lo que siempre he sentido que debo buscar, lo que siempre he deseado:
Recorrer el mundo con esa persona (creo que mujer) que sea libre, valiente, desee y tenga fuerzas e inteligencia para hacerlo conmigo...
Buscar aquella tarea, misión, que sea mi destino. Ayudar a la otra persona a que la busque. Ser ayudado.
No importarme si tengo que esperarla, detenerme con ella, vivir de su sueldo o en su casa. No importarle si tiene que esperarse, detetenerse conmigo, vivir de mi sueldo o en mi casa. Nuestro sueldo. Nuestra casa.
Saber que todo es complicado. Que el mundo es muy complejo. Pero hacerlo un poco más fácil. Porque lo deseamos. Porque nos deseamos.
Hacer el amor, follar, sí, follar, sin prisas, sin escrúpulos, sin miedos, sin comparaciones, pidiendo sólo lo que damos, pidiéndolo y dándolo todo.
Creer aún un poco en la izquierda, trabajar un poco para que todo pueda ser un poco distinto, un poco mejor.
No tener más miedos que los necesarios. No tener miedos. Ayudar a no tener miedo. Ser ayudado.
Ser más paciente, más flexible, menos intolerante, saber actúar con la cabeza más fría.
Hacer caso a mi polla, mi corazón, mi polla, mi cerebro.
Mientras, encontrarme a mí mismo, no necesitar para ser mínimamente feliz a la persona equivocada, no lamentar que sea la persona equivocada, no ver en todas partes y añorar a la persona eqivocada.
Hoy, mañana, caminar por las calles de Chicago, conducir por las carreteras de Illinois pensando que puede ser, que ese destino, imperfecto pero cercano, puede estar ahí mismo esperándome.
Ser feliz. Conocer. Ser paciente.
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Mi polla (sábado 6 de octubre)
Podría utilizar la palabra pene, pero me parece por lo general más gráfica y acertada ésta para cuestiones no médicas. Y sé que es más fácil y agradable de leer un blog con fotos (con más fotos que éste), pero perdonadme que en este caso, de nuevo, no incluya foto. Estoy seguro de que es fácil de entender.
Todavía no me he acostumbrado a mi polla. Todavía la estoy conociendo. Tamaño medio, supongo. La línea recta perfecta suele ser una utopía en estos casos. Circuncidada a los casi dieciocho. Pocos detalles más para destacar. Aceptable. Quizás que suelo necesitar crema hidratante porque soy de piel sensible, y donde es más sensible, más. Físicamente también normalito. Desde que estoy en Chicago incluso un más delgado que de costumbre.
Todavía no me he acostumbrado a mi polla. Aún la estoy conociendo. Pensé que todo sería más sencillo. Pero no. Me ha tocado una polla entre torpe e inteligente.
Mi polla decide si es correcto. Mi polla decide cómo y cuándo. A mi polla hay que ganársela.
Como un perro con su amo, mi polla me obedece, generalmente, sin problemas, en privado. Pero cuando conoce gente nueva, hay que ganársela.
No basta con decirle: funciona. No hay que esperar que funcione porque sí.
Mi polla es la que decide si soy deseado, si la otra persona merece que la desee. Y puedo hacer lo que sea sin ella. Sin tabúes, sin escrúpulos. Soy limpio por naturaleza, pero con higiene y deseo no veo inconveniente en hacer cualquier cosa. Puedo hacer cualquier cosa con mis manos o mi lengua. Pero si se desea el servicio de mi polla, tengo, tiene que sentirme deseado. Tiene que sntir que la otra persona desea recibir placer tanto como darlo. Que la otra persona se esforzará sin esfuerzo para hacerme sentir cómodo, para excitarme, para colmar mi deseo.
Podría llamarlo "impotencia funcional". Pero no es cierto. Es más complejo y más complicado.
El mundo es muy complejo. Mi polla es también muy compleja. O no tanto.
Teóricamente diferencia amor de sexo, aunque no es seguro, en la realidad nunca ha podido demostrarlo.
Teóricamente no sabe de géneros, aunque no es seguro, con uno nunca se ha sentido inclinada a intentarlo.
Nunca ha podido diferenciar lo afectivo de lo efectivo. Nunca ha sido efectiva sin lo afectivo. Y no es cuestión de segundos, minutos, horas. Es cuestión de no tener prisa. De que ella se sienta segura, de que no sea una prueba, ni una comparativa, de que no haya prisa, de que ella esté segura de que la otra persona es la correcta.
No resulta nada útil, en apariencia. A mí, no me he beneficiado, no me benefica en nada. En principio. Tal vez, en un juicio por violación, si el juez me conociera, si el juez conociera mi polla, sabría que yo de ninguna manera puedo ser el violador. En una guerra no podría humillar al enemigo violando sus mujeres. Me temo que tampoco tengo presente ni futuro como actor porno. Pero tampoco puedo disfrutar con una persona si mi polla decide que así no es la manera, que la otra persona no se lo está mereciendo, que la otra persona no es la indicada. Que no la deseo o no me está deseando lo suficiente.
Mi polla es muy poco masculina, si entendemos por masculino lo que hasta hoy se ha entendido, lo que hasta hoy se entiende, por masculino.
A mi polla no le hace efecto el viagra, el cialis... O muy poco, a veces se deja engañar por instantes... Pero se acaba dando cuenta, y los desprecia sin miramientos. Otras veces, sin ellos, parece que los hubiera tomado. Todo depende de ella. De lo que ella piense.
Mi polla no es muy práctica para este mundo. Para este mundo moderno. A veces acabo harto de ella.
Peo hay en otros momentos en lo que creo que, me guste o no, acierta, es mejor radar que lo que otras partes de mi cuerpo, mi mente o mi corazón indican. Aunque tenga que ser, en ocasiones, demasiado sincera.
Porque, sí, a veces piensa antes mi polla que mi cerebro. Pero en mi caso es distinto.
Adiós tabúes masculinos. Adiós complejos absurdos sobre potencias e impotencias. Sobre machos dominantes. Voy a darle el beneficio de la duda.
Porque, cuando esa persona aparezca, cuando esa persona aparece, cuando esa persona reacciona correctamente por momentos, mi polla reacciona. Pero mi polla sabe que no vale por instantes, que no vale por momentos. Que hay que esforzarse de manera constante. Sin suplicar, sin rebajarse. No. Sólo con generosidad, entrega, honestidad, deseo.
Si, si mi polla percibe, si mi polla descubre eso, veremos de lo que es capaz mi polla, de lo que soy capaz, de lo que he sido capaz y no me han dejado por torpeza y egoísmo. Veremos todo lo que pueden ofrecer mi polla, mi cuerpo, mi corazón, mi cerebro.
Todavía no me he acostumbrado a mi polla. Todavía la estoy conociendo. Tamaño medio, supongo. La línea recta perfecta suele ser una utopía en estos casos. Circuncidada a los casi dieciocho. Pocos detalles más para destacar. Aceptable. Quizás que suelo necesitar crema hidratante porque soy de piel sensible, y donde es más sensible, más. Físicamente también normalito. Desde que estoy en Chicago incluso un más delgado que de costumbre.
Todavía no me he acostumbrado a mi polla. Aún la estoy conociendo. Pensé que todo sería más sencillo. Pero no. Me ha tocado una polla entre torpe e inteligente.
Mi polla decide si es correcto. Mi polla decide cómo y cuándo. A mi polla hay que ganársela.
Como un perro con su amo, mi polla me obedece, generalmente, sin problemas, en privado. Pero cuando conoce gente nueva, hay que ganársela.
No basta con decirle: funciona. No hay que esperar que funcione porque sí.
Mi polla es la que decide si soy deseado, si la otra persona merece que la desee. Y puedo hacer lo que sea sin ella. Sin tabúes, sin escrúpulos. Soy limpio por naturaleza, pero con higiene y deseo no veo inconveniente en hacer cualquier cosa. Puedo hacer cualquier cosa con mis manos o mi lengua. Pero si se desea el servicio de mi polla, tengo, tiene que sentirme deseado. Tiene que sntir que la otra persona desea recibir placer tanto como darlo. Que la otra persona se esforzará sin esfuerzo para hacerme sentir cómodo, para excitarme, para colmar mi deseo.
Podría llamarlo "impotencia funcional". Pero no es cierto. Es más complejo y más complicado.
El mundo es muy complejo. Mi polla es también muy compleja. O no tanto.
Teóricamente diferencia amor de sexo, aunque no es seguro, en la realidad nunca ha podido demostrarlo.
Teóricamente no sabe de géneros, aunque no es seguro, con uno nunca se ha sentido inclinada a intentarlo.
Nunca ha podido diferenciar lo afectivo de lo efectivo. Nunca ha sido efectiva sin lo afectivo. Y no es cuestión de segundos, minutos, horas. Es cuestión de no tener prisa. De que ella se sienta segura, de que no sea una prueba, ni una comparativa, de que no haya prisa, de que ella esté segura de que la otra persona es la correcta.
No resulta nada útil, en apariencia. A mí, no me he beneficiado, no me benefica en nada. En principio. Tal vez, en un juicio por violación, si el juez me conociera, si el juez conociera mi polla, sabría que yo de ninguna manera puedo ser el violador. En una guerra no podría humillar al enemigo violando sus mujeres. Me temo que tampoco tengo presente ni futuro como actor porno. Pero tampoco puedo disfrutar con una persona si mi polla decide que así no es la manera, que la otra persona no se lo está mereciendo, que la otra persona no es la indicada. Que no la deseo o no me está deseando lo suficiente.
Mi polla es muy poco masculina, si entendemos por masculino lo que hasta hoy se ha entendido, lo que hasta hoy se entiende, por masculino.
A mi polla no le hace efecto el viagra, el cialis... O muy poco, a veces se deja engañar por instantes... Pero se acaba dando cuenta, y los desprecia sin miramientos. Otras veces, sin ellos, parece que los hubiera tomado. Todo depende de ella. De lo que ella piense.
Mi polla no es muy práctica para este mundo. Para este mundo moderno. A veces acabo harto de ella.
Peo hay en otros momentos en lo que creo que, me guste o no, acierta, es mejor radar que lo que otras partes de mi cuerpo, mi mente o mi corazón indican. Aunque tenga que ser, en ocasiones, demasiado sincera.
Porque, sí, a veces piensa antes mi polla que mi cerebro. Pero en mi caso es distinto.
Adiós tabúes masculinos. Adiós complejos absurdos sobre potencias e impotencias. Sobre machos dominantes. Voy a darle el beneficio de la duda.
Porque, cuando esa persona aparezca, cuando esa persona aparece, cuando esa persona reacciona correctamente por momentos, mi polla reacciona. Pero mi polla sabe que no vale por instantes, que no vale por momentos. Que hay que esforzarse de manera constante. Sin suplicar, sin rebajarse. No. Sólo con generosidad, entrega, honestidad, deseo.
Si, si mi polla percibe, si mi polla descubre eso, veremos de lo que es capaz mi polla, de lo que soy capaz, de lo que he sido capaz y no me han dejado por torpeza y egoísmo. Veremos todo lo que pueden ofrecer mi polla, mi cuerpo, mi corazón, mi cerebro.
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Por qué me ponen tristes los Ikea 2 (viernes 5 de octubre)
Cojo la 294 hasta Schaumburg. Me sigue resultando un poco imposible no ponerme trise en el Ikea. La mesa roja que quiero todavía no ha llegado. Compro tres sillas, una alfrombra, otra especie de alfombra de plástico, seis vasos, dos mesitas, dos trapos de cocina, servilletas de papel rojas...
Y no puedo evitar sentirme de nuevo saturado por las miles de referencias, los miles de muebles, objetos, accesorios, ordenados de manera tan perfecta que, estando solo, buscando sin encontrar, sigo sintiendo que el que está descolocado soy yo.
Y sigo añorando mi primera visita a un Ikea cuando me siento agobiado entre sus pasillos infinitos, sus cajas de cartón, sus palés, sus número de referencia, sus pequeños lápices de madera, sus bolsas azules y amarillas, sus grandes carros metálicos, sus instrucciones de montaje...
Tengo que dejar de ponerme triste en los Ikea. Volveré dentro de dos semanas a comprar, de una vez, mi mesa roja.
Camino a Chicago vuelvo a perderme. Está anocheciendo. Me encuentro en una carretera secundaria entre lagos. Veo patos en el cielo rojizo emigrar al sur.
Sólo puedo preguntar cada vez que paro en un semáforo. No hay siempre alguien junto a mí. Suelen orientarme mal. Y no puedo evitar un ataque de ansiedad. Gritar yo sólo en el coche, blasfemar, acordarme de la misma persona...
Finalmente una mujer me indica bien la dirección a la izquierda con la manos mientras dice que a la derecha. Decido hacer caso a su mano.
Cojo la autopista a Chicago en dirección contraria. Pago autopista de ida y de vuelta para corregir el error. A veces, también la primera vez que vine al Ikea, cuando he venido hoy desde Waukegan, no puedo pagar porque sólo se puede pagar en monedas y sólo tengo billetes o porque apenas te da tiempo a ponerte en el carril para pagar en "cash".
Espero que por estas decenas de millas de más no tenga que morir ningún iraquí a la hora de la cena.
Tenía que haber llegado a mi apartamento sobre la ocho, llego a las nueve y media. Me quedo dormido sobre la cama.
Y no puedo evitar sentirme de nuevo saturado por las miles de referencias, los miles de muebles, objetos, accesorios, ordenados de manera tan perfecta que, estando solo, buscando sin encontrar, sigo sintiendo que el que está descolocado soy yo.
Y sigo añorando mi primera visita a un Ikea cuando me siento agobiado entre sus pasillos infinitos, sus cajas de cartón, sus palés, sus número de referencia, sus pequeños lápices de madera, sus bolsas azules y amarillas, sus grandes carros metálicos, sus instrucciones de montaje...
Tengo que dejar de ponerme triste en los Ikea. Volveré dentro de dos semanas a comprar, de una vez, mi mesa roja.
Camino a Chicago vuelvo a perderme. Está anocheciendo. Me encuentro en una carretera secundaria entre lagos. Veo patos en el cielo rojizo emigrar al sur.
Sólo puedo preguntar cada vez que paro en un semáforo. No hay siempre alguien junto a mí. Suelen orientarme mal. Y no puedo evitar un ataque de ansiedad. Gritar yo sólo en el coche, blasfemar, acordarme de la misma persona...
Finalmente una mujer me indica bien la dirección a la izquierda con la manos mientras dice que a la derecha. Decido hacer caso a su mano.
Cojo la autopista a Chicago en dirección contraria. Pago autopista de ida y de vuelta para corregir el error. A veces, también la primera vez que vine al Ikea, cuando he venido hoy desde Waukegan, no puedo pagar porque sólo se puede pagar en monedas y sólo tengo billetes o porque apenas te da tiempo a ponerte en el carril para pagar en "cash".
Espero que por estas decenas de millas de más no tenga que morir ningún iraquí a la hora de la cena.
Tenía que haber llegado a mi apartamento sobre la ocho, llego a las nueve y media. Me quedo dormido sobre la cama.
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Día de la Hispanidad y ni atisbo de cambios (viernes 5 de octubre)
Parece que, como sospechaba, no hay dioses, o éstos están muy despistados, o éstos y el destino creen que todavía debo pasar más pruebas... Desde luego mi coche no lleva buena carrera para salvar el mundo...
Aparqué el coche, después de hundir la puerta del todoterreno del vecino, el martes por la noche. Había carteles que avisaban limpieza para el 29 de septiembre.El miércoles dejé la nota en el todoterreno. El jueves por la noche probé unos segundos el motor para ver si arrancaba. El todoterreno no estaba. Hoy viernes, a las 5 de la mañana, veo un sobre en el limpiaparabrisas de mi coche. Es otra multa. Otros 50$. No sé cuándo la han puesto. En un árbol hay un pequeño cartel que avisa que limpiarán la calle el jueves de 0900am a 0300pm. Hay momentos que no sé si reír o llorar...
Hoy los periodos de clase son más cortos. A las 12:00 tenemos un acto para cerebrar el día de la Hispanidad. Los alumnos de mi "team" han estado pintando 22 banderas durante casi dos días. El acto es en salón de actos. Algunas palabras de mi compañero de "team", organizador del acto junto con una profesora americana de marido hispano.Primero mis alumnos dan la vuelta con las banderas. Luego otros veinte leen un poema de no sé qué poeta de manera descordinada. Hablan algunos representantes "representativos", valga la redundancia, de la comunidad hispana. Una pareja de bailarines profesionales baila algo latino. Un grupo con trajes tradicionales baila algo de Méjico. El reproductor de música para a veces. Se equivocan de canción. A ratos el gimnasio es una algarabía. Para finalizar habla la directora. Y acaba diciendo que salgan primero los del centro. Todos los alumnos se levantan a la vez y salen a a vez por todas las puertas. En fin...
Me voy al Ikea a intentar comprar la mesa y algunas otras cosas para el sábado
Aparqué el coche, después de hundir la puerta del todoterreno del vecino, el martes por la noche. Había carteles que avisaban limpieza para el 29 de septiembre.El miércoles dejé la nota en el todoterreno. El jueves por la noche probé unos segundos el motor para ver si arrancaba. El todoterreno no estaba. Hoy viernes, a las 5 de la mañana, veo un sobre en el limpiaparabrisas de mi coche. Es otra multa. Otros 50$. No sé cuándo la han puesto. En un árbol hay un pequeño cartel que avisa que limpiarán la calle el jueves de 0900am a 0300pm. Hay momentos que no sé si reír o llorar...
Hoy los periodos de clase son más cortos. A las 12:00 tenemos un acto para cerebrar el día de la Hispanidad. Los alumnos de mi "team" han estado pintando 22 banderas durante casi dos días. El acto es en salón de actos. Algunas palabras de mi compañero de "team", organizador del acto junto con una profesora americana de marido hispano.Primero mis alumnos dan la vuelta con las banderas. Luego otros veinte leen un poema de no sé qué poeta de manera descordinada. Hablan algunos representantes "representativos", valga la redundancia, de la comunidad hispana. Una pareja de bailarines profesionales baila algo latino. Un grupo con trajes tradicionales baila algo de Méjico. El reproductor de música para a veces. Se equivocan de canción. A ratos el gimnasio es una algarabía. Para finalizar habla la directora. Y acaba diciendo que salgan primero los del centro. Todos los alumnos se levantan a la vez y salen a a vez por todas las puertas. En fin...
Me voy al Ikea a intentar comprar la mesa y algunas otras cosas para el sábado
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Mitología Clásica y Tranformers (miércoles 3 de octubre)
En la mitología clásica a veces las cosas más valiosas se presentan con forma humilde: Zeus con apariencia de mendigo, un viejo caballo que es un regalo de los dioses...
Este verano, un poco antes de venir a Chicago, una noche de ésas que me sentía triste y sólo, me metí en mi desesperación a ver "Transformers". En ella (de la calidad es mejor que no hablemos), al joven protagonista le regala su padre un coche de apariencia destartalada que resulta ser un robot que ha venido a salvar el mundo que transforma el coche en un deportivo... por supuesto, además de salvar el mundo, se queda con la chica estupenda (lo mejor seguramente de la película) del instituto...
No parece que sea ninguno de estos casos el de mi coche... esperaré a ver si ocurre algo.
A la salida de clase, tenemos reunión de profesores. Noto cierta ansiedad. No consigo evitar que se me nublen por momentos los ojos. A la media hora hay que dividirse por cursos y asignaturas. Como doy tres cursos y dos asignaturas, decido desaparecer sigilosamente, respirar y volver a Chicago.
Y digo que no creo que se se esté cumpliendo ninguno de los casos mencionados con mi coche. Y llevo unos meses en lo que la siempre dudosa justicia cósmica está pareciendo resultar más inexistente que nunca conmigo. Pero como no creo que los buenos gestos sean siempre pagados, que las personas buenas sean siempre recompensadas, que los gestos de generosidad sean correspondidos... pero no me gustaría que me hiciesen eso a mí, y me sentiré incómodo si no lo hago, al llegar a Chicago, le pongo un papel al todoterreno con mis datos y diciéndole que siento lo de la puerta.
Tal vez sea una prueba de los dioses, el universo o el destino, que piensan que ya me merezco un cambio.
Estaremos atentos.
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Hundiendo puertas (martes 2 de octubre)
Vuelvo de Waukegan en tren con tres jóvenes americanas que trabajan como profesoras allí. Una es de Colombia, aunque ha vivido toda la vida en Miami hasta el año pasado que vino. Ayer, pese a que les llamé por la mañana, cuando me acerqué a las 8 de la tarde al Pep-Boys comprobé que se habían olvidado de mi coche. Hoy por la mañana me han llamado para decirme que le han cambiado la batería por una mejor. Comentan la posibilidad de cobrarme la grúa, el segundo análisis y la diferencia del precio de la batería. No se lo creen ni locos. La chica colombiana se ofrece a llevarme en coche hasta el taller. Me comenta que ella los primeros meses también lo pasó mal. Que también le daba miedo que le fallara el coche. Tiene un MiniCooper de techo solar de dos años. Exactamente igual que el mío.
Cuando llego al Pep-Boys al menos son inteligentes y, sin necesitar hablar con el manager, no me cobran nada. Me monto sin especial confianza en el coche. Voy hasta el banco para ingresar mi segundo cheque quincenal. Aprovechando el aparcamiento del citibank veo varias tiendas. En Wicker Park hay muchas tiendas de ropa vintage y de segunda mano... También entro en la tienda de "American Apparel", en la de "Urban Outfitters"...Sigo sin disfrutar yendo de tiendas, yendo a ciertas tiendas solo...
Ceno en el Holywood Grill y me dirijo a mi apartamento. Aparco junto a mi calle, pero ya no estoy seguro. Intento aparcar en mi calle, pero no, ahí no se puede. Vuelvo al sitio donde había aparcado al principio. Hay un cartel diciendo que, por limpieza de la calle, no se puede aparcar el 29 de septiembre. Bueno, es 2 de octubre...
Cuando el destino no me está esperando, ahí estoy yo, ahí está mi estúpida cabeza... doy marcha atrás sin mirar mucho y hundo la puerta del todoterreno que está aparcado en la acera de enfrente. No estoy como para papeles y seguros. Aparco y me meto en mi apartamento.
Un día más en Chicago
Cuando llego al Pep-Boys al menos son inteligentes y, sin necesitar hablar con el manager, no me cobran nada. Me monto sin especial confianza en el coche. Voy hasta el banco para ingresar mi segundo cheque quincenal. Aprovechando el aparcamiento del citibank veo varias tiendas. En Wicker Park hay muchas tiendas de ropa vintage y de segunda mano... También entro en la tienda de "American Apparel", en la de "Urban Outfitters"...Sigo sin disfrutar yendo de tiendas, yendo a ciertas tiendas solo...
Ceno en el Holywood Grill y me dirijo a mi apartamento. Aparco junto a mi calle, pero ya no estoy seguro. Intento aparcar en mi calle, pero no, ahí no se puede. Vuelvo al sitio donde había aparcado al principio. Hay un cartel diciendo que, por limpieza de la calle, no se puede aparcar el 29 de septiembre. Bueno, es 2 de octubre...
Cuando el destino no me está esperando, ahí estoy yo, ahí está mi estúpida cabeza... doy marcha atrás sin mirar mucho y hundo la puerta del todoterreno que está aparcado en la acera de enfrente. No estoy como para papeles y seguros. Aparco y me meto en mi apartamento.
Un día más en Chicago
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Montando muebles del Ikea, entre otras cosas (domigo 30 de septiembre)
Estoy montando el aparador/cajonera que compré el domingo pasado en el Ikea.
Ayer, sábado, fregué y adecenté el salón. Más tarde, sobre las diez, decidí llamar a mi compañera catalana para saber qué planes había. Bajan a Chicago, me avisa para decir adónde van. Cuando recibo su mensaje y, ya duchado, voy al coche, veo un sobre en el suelo. Lo compruebo. Sí, es mi matrícula. Y sí, es una multa:50$. Llevo 80$ en multas en dos días. He aparcado delante de un colegio. Hay una señal que indica no aparcar en días de colegio. Pero era fin de semana, así que... Curiosamente, unos metros más adelante, detrás de la ramas de un árbol, hay otra señal que dice que no se puede aparcar donde he aparcado. No me van a ganar. Rompo la multa y entro al coche. El coche no arranca. En fin. Hoy me han vuelto a ganar. Vuelvo a mi apartamento, me desnudo y me acuesto.
Hoy me he levantado a las nueve y media. He ido en bici al Pep-Boys, les he indicado que necesitaba una grúa (que claro, supondrían que no iba a pagar) y que lo volvieran a mirar. He llamado a la grúa que tienen contratada. Tardará una hora. A las dos horas no ha llegado. Vuelvo a llamar. Espero otra hora.
Y, en estos momentos, pese a todo, estoy montando el mueble de Ikea. Pensando que el destino, este país y los recuerdos no me van a ganar. Y consigo montarlo, pese a que yo suelo ser malísimo para todo tipo de trabajos físicos y manuales (no sé si hacer comentarios sobre la ambigüedad de esta frase). Y, por supuesto, pese a todo, no me siento orgulloso. Sólo lamento montarlo solo, haberlo montado solo, que la otra persona no lo haya visto, Esa otra persona que creo que lo hubiera valorado, que le hubiera hecho gracia, e incluso excitado. En este mi salón rojo, ya con una apariencia aceptable. Pero quizás ese sea el problema. Que esa otra persona se preocupaba más de estas cosas, de las apariencias, de los instantes, que de los sentimientos de la persona de enfrente, que de lo profundo (aunque los pequeños instantes sean también esenciales), que de lo importante.
Y me vuelvo a sentir solo en mi salón rojo con mi nuevo mueble de Ikea. Con mi nueva mesita de Ikea. Con mi nueva lámpara de Ikea.
Ayer, sábado, fregué y adecenté el salón. Más tarde, sobre las diez, decidí llamar a mi compañera catalana para saber qué planes había. Bajan a Chicago, me avisa para decir adónde van. Cuando recibo su mensaje y, ya duchado, voy al coche, veo un sobre en el suelo. Lo compruebo. Sí, es mi matrícula. Y sí, es una multa:50$. Llevo 80$ en multas en dos días. He aparcado delante de un colegio. Hay una señal que indica no aparcar en días de colegio. Pero era fin de semana, así que... Curiosamente, unos metros más adelante, detrás de la ramas de un árbol, hay otra señal que dice que no se puede aparcar donde he aparcado. No me van a ganar. Rompo la multa y entro al coche. El coche no arranca. En fin. Hoy me han vuelto a ganar. Vuelvo a mi apartamento, me desnudo y me acuesto.
Hoy me he levantado a las nueve y media. He ido en bici al Pep-Boys, les he indicado que necesitaba una grúa (que claro, supondrían que no iba a pagar) y que lo volvieran a mirar. He llamado a la grúa que tienen contratada. Tardará una hora. A las dos horas no ha llegado. Vuelvo a llamar. Espero otra hora.
Y, en estos momentos, pese a todo, estoy montando el mueble de Ikea. Pensando que el destino, este país y los recuerdos no me van a ganar. Y consigo montarlo, pese a que yo suelo ser malísimo para todo tipo de trabajos físicos y manuales (no sé si hacer comentarios sobre la ambigüedad de esta frase). Y, por supuesto, pese a todo, no me siento orgulloso. Sólo lamento montarlo solo, haberlo montado solo, que la otra persona no lo haya visto, Esa otra persona que creo que lo hubiera valorado, que le hubiera hecho gracia, e incluso excitado. En este mi salón rojo, ya con una apariencia aceptable. Pero quizás ese sea el problema. Que esa otra persona se preocupaba más de estas cosas, de las apariencias, de los instantes, que de los sentimientos de la persona de enfrente, que de lo profundo (aunque los pequeños instantes sean también esenciales), que de lo importante.
Y me vuelvo a sentir solo en mi salón rojo con mi nuevo mueble de Ikea. Con mi nueva mesita de Ikea. Con mi nueva lámpara de Ikea.
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Pep-Boys (viernes 28 de septiembre)
Salgo de la estación de trenes. Paro a comprar algo de comida en un establecimiento de comida rápida sin quitar la llave. Echo gasolina sin quitar la llave. Llego hasta Chicago. Paro en mi apartamento para coger el ticket de la batería sin quitar la llave. Voy hasta el Pep-Boys. Allí me dicen que primero tienen que hacer el ánalisis, que durará una hora, por 20$. Digo que de acuerdo, qué le voy a hacer. Aprovecho para comprar una antena de cuerno para la televisión que no he enchufado desde que la compré. Vuelvo, tardan un poco más, a la hora y veinte me dicen que es el alternador y la cinta de éste. 300$. Que en otra hora estará.
Me llama una de mis compañeras de Canarias para interesarse por mí (me había llamado ya otra vez mientras intentaba cargar la batería del coche en Waukegan). Me dice que van a ver a las 8 una película de Hitchcock en la filmoteca de Evanston. Le comento que a saber dónde estaré yo a esa hora. Aprovecho para comprar algo en el Stack&Van Til. Vuelvo. A las dos horas aún no han acabado. Me dicen que tienen algunos problemas con la cinta.
Veo anochecer de nuevo en un polígono en Chicago. Uno de los mecánicos se me acerca. Es de Puerto Rico. Grande, con la cabeza rapada. Me cuenta que toca en un grupo: reggaeton y esas cosas. Que intenta no meterse en problemas. Las gangas. Que en el sur de Chicago mueren dos o tres personas cada semana. Me cuenta cómo la semana pasada discutió con un policía al salir de una fiesta. Que le acusó de ser gangero por llevar tatuajes. Que le animó a pelearse, pero que él no era tonto. Que cuando se fue no estaban las llaves de su coche. Que le ha costado 200$ la nueva llave.
Se hace de noche. Llevo más de cuatro horas en este polígono. No consigo evitar que,a ratos, se me nublen levemente los ojos. Que piense en lo de siempre. Que me sienta solo en este país de autopistas, en esta ciudad de polígonos, con este coche que no funciona. No puedo evitar acordarme de lo de siempre. Salgo del taller a las 9. Me han hecho un descuento del 5% por la espera.
Voy a mi apartamento. Aparco. Me acuesto.
Por mucho que me empeño en vencer este país, al destino y los recuerdos, no está siendo fácil, no.
Me llama una de mis compañeras de Canarias para interesarse por mí (me había llamado ya otra vez mientras intentaba cargar la batería del coche en Waukegan). Me dice que van a ver a las 8 una película de Hitchcock en la filmoteca de Evanston. Le comento que a saber dónde estaré yo a esa hora. Aprovecho para comprar algo en el Stack&Van Til. Vuelvo. A las dos horas aún no han acabado. Me dicen que tienen algunos problemas con la cinta.
Veo anochecer de nuevo en un polígono en Chicago. Uno de los mecánicos se me acerca. Es de Puerto Rico. Grande, con la cabeza rapada. Me cuenta que toca en un grupo: reggaeton y esas cosas. Que intenta no meterse en problemas. Las gangas. Que en el sur de Chicago mueren dos o tres personas cada semana. Me cuenta cómo la semana pasada discutió con un policía al salir de una fiesta. Que le acusó de ser gangero por llevar tatuajes. Que le animó a pelearse, pero que él no era tonto. Que cuando se fue no estaban las llaves de su coche. Que le ha costado 200$ la nueva llave.
Se hace de noche. Llevo más de cuatro horas en este polígono. No consigo evitar que,a ratos, se me nublen levemente los ojos. Que piense en lo de siempre. Que me sienta solo en este país de autopistas, en esta ciudad de polígonos, con este coche que no funciona. No puedo evitar acordarme de lo de siempre. Salgo del taller a las 9. Me han hecho un descuento del 5% por la espera.
Voy a mi apartamento. Aparco. Me acuesto.
Por mucho que me empeño en vencer este país, al destino y los recuerdos, no está siendo fácil, no.
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Cursos de formación y mi coche (y van... 2) (viernes 28 de septiembre)
Hoy no trabajo porque los maestros del distrito tenemos curso (cursos) de formación. Decido saltarme la bienvenida e incluso la presentación y coger el tren de las 7:38. Cuando llego a la estación de Waukegan mi coche, que me habían devuelto "arreglado" el miércoles, no arrranca... Me bajo de él, abro el capó y compruebo que sólo cortaron un trozo de cable de la batería y cambiaron las tuercas (lo que ellos llamaron conections). Lllamo por teléfono al concesionario. El mismo representante de ventas que me atendió me contesta que él ya me dijo lo que habían hecho. Que ya no pueden hacer más. Que tengo que pagar la reparación. Que si no hable con el "General Manager".
Hace un bonito día. Estamos a finales de septiembre, pero parece junio o julio. Intento decirme a mí mismo de nuevo que este país, que el destino o los recuerdos no me van a ganar. Voy pensando lo que decirle al "General Manager" mientras camino los 45 minutos que me distancian del concesionario (el próximo autobús llega en media hora y no merece la pena esperar).
No hay suerte, el "General Manager" no parece del todo razonable, incluso parece republicano. Le explico que es no es normal que un coche me falle cuatro veces en un mes, la última después de su "reaparación". Que sé que es sin garantía, pero que en un mes no es razonable. Que en Europa te dan mínimo un año para los nuevos y seis meses para los usados. Que no quiero meterme en sus negocios, pero que un concesionario oficial de Mazda no gana nada vendiendo este tipo de coches. Me contesta que no le merece la pena por 1500$, que son coches más bien para piezas, que ya sabe que Europa es un "país" muy antiguo donde todo es mejor, pero que él está en América y qu se siente muy orgulloso. Le respondo que yo también, que he venido para conocerla, pero que pensaba que los americanos estaban muy orgullosos de sus productos y de la atención al cliente. Responde que, total, el vende coches japoneses. No hay manera. Sus únicas ofertas son cambiármelo por otro coche o recargármelo, repararlo (supongo que esta vez de verdad) y hacerme un descuento sobre la reparación. por lo que sea no me fío. En un principio acepto que lo repare. Pero me echo atrás. Ya estoy harto. Le digo que muy bien, que más que en América me siento en Tánger, en el Norte de África y que utilizaré el sistema americano, que usaré un abogado (sé que no es verdad, pero ya estoy harto) y que, por supuesto, ningún profesor en Waukegan comprará un coche allí. Me dice que muy bien, que lo haga, y que se lo diga a todo el mundo. Me voy del concesionario. Qué vida...
Voy a la "High School" donde son los cursos. Me inscribo. Parece que con eso vale. Creo que no tengo muchas ganas de quedarme. Este tipo de cursos, por lo general, son igual de útiles en todo el mundo. Saludo a mi mentora y se lo comento. Parece entenderme. Veo a mi compañera catalana y una conocida americana que ha venido trabajar aquí desde Indiana porque vino su esposo a trabajar a un "college". Tomo la manzana y el agua que nos han dado con una bandejita de "lunch" con ellas mientras me quejo un poco de todo en soleados jardines.
Cuando llego de nuevo a la estación de trenes de Waukegan para ver qué hago con el coche me encuentro dos multas. Una por no haber puesto ticket por la mañana y otra por estar mal aparcado (sobre unas líneas amarillas donde aparca todo el mundo). La primera son 5$, la segunda 25$. Veo al chico que las está poniendo. Le explico lo de mi batería. Él no tiene "jumper cables". Que las reclame en internet.
Pido ayuda a varias personas que tampoco tienen "jumper cables". Un taxista de origen indio (de la India) me pide diez dólares por hacerlo y me pregunta si tego mucha prisa, porque parece que tiene una carrera. Desisto. Un chico negro me comenta la posisbilidad de cargármela poniéndola en su coche. Al final me manda a tres mejicanos muy simpáticos que me la intentan cargar con su furgoneta. No parece cargarse. Me dicen que, como es de marchas, se puede arrancar empujando. Me veo empujando mi coche con dos mejicanos estación arriba, estación abajo, mientras un tercero intenta arrancarlo. Tampoco. Al final consiguen caragármelo con las pizas. Me dicen que tal vez sea el alternador, y que me convendría cambiar la batería. Que vaya al Pep-Boys. Les digo que vivo en Chicago y que prefiero ir allí que dejar de nuevo el coche sin ticket en la estación. Me responden que si paro el coche no saben si arrancará de nuevo. Les doy las gracias varias veces y me despido de ellos. En la furgoneta llevan una gran pegatina que dice: "We support our troops".
Hace un bonito día. Estamos a finales de septiembre, pero parece junio o julio. Intento decirme a mí mismo de nuevo que este país, que el destino o los recuerdos no me van a ganar. Voy pensando lo que decirle al "General Manager" mientras camino los 45 minutos que me distancian del concesionario (el próximo autobús llega en media hora y no merece la pena esperar).
No hay suerte, el "General Manager" no parece del todo razonable, incluso parece republicano. Le explico que es no es normal que un coche me falle cuatro veces en un mes, la última después de su "reaparación". Que sé que es sin garantía, pero que en un mes no es razonable. Que en Europa te dan mínimo un año para los nuevos y seis meses para los usados. Que no quiero meterme en sus negocios, pero que un concesionario oficial de Mazda no gana nada vendiendo este tipo de coches. Me contesta que no le merece la pena por 1500$, que son coches más bien para piezas, que ya sabe que Europa es un "país" muy antiguo donde todo es mejor, pero que él está en América y qu se siente muy orgulloso. Le respondo que yo también, que he venido para conocerla, pero que pensaba que los americanos estaban muy orgullosos de sus productos y de la atención al cliente. Responde que, total, el vende coches japoneses. No hay manera. Sus únicas ofertas son cambiármelo por otro coche o recargármelo, repararlo (supongo que esta vez de verdad) y hacerme un descuento sobre la reparación. por lo que sea no me fío. En un principio acepto que lo repare. Pero me echo atrás. Ya estoy harto. Le digo que muy bien, que más que en América me siento en Tánger, en el Norte de África y que utilizaré el sistema americano, que usaré un abogado (sé que no es verdad, pero ya estoy harto) y que, por supuesto, ningún profesor en Waukegan comprará un coche allí. Me dice que muy bien, que lo haga, y que se lo diga a todo el mundo. Me voy del concesionario. Qué vida...
Voy a la "High School" donde son los cursos. Me inscribo. Parece que con eso vale. Creo que no tengo muchas ganas de quedarme. Este tipo de cursos, por lo general, son igual de útiles en todo el mundo. Saludo a mi mentora y se lo comento. Parece entenderme. Veo a mi compañera catalana y una conocida americana que ha venido trabajar aquí desde Indiana porque vino su esposo a trabajar a un "college". Tomo la manzana y el agua que nos han dado con una bandejita de "lunch" con ellas mientras me quejo un poco de todo en soleados jardines.
Cuando llego de nuevo a la estación de trenes de Waukegan para ver qué hago con el coche me encuentro dos multas. Una por no haber puesto ticket por la mañana y otra por estar mal aparcado (sobre unas líneas amarillas donde aparca todo el mundo). La primera son 5$, la segunda 25$. Veo al chico que las está poniendo. Le explico lo de mi batería. Él no tiene "jumper cables". Que las reclame en internet.
Pido ayuda a varias personas que tampoco tienen "jumper cables". Un taxista de origen indio (de la India) me pide diez dólares por hacerlo y me pregunta si tego mucha prisa, porque parece que tiene una carrera. Desisto. Un chico negro me comenta la posisbilidad de cargármela poniéndola en su coche. Al final me manda a tres mejicanos muy simpáticos que me la intentan cargar con su furgoneta. No parece cargarse. Me dicen que, como es de marchas, se puede arrancar empujando. Me veo empujando mi coche con dos mejicanos estación arriba, estación abajo, mientras un tercero intenta arrancarlo. Tampoco. Al final consiguen caragármelo con las pizas. Me dicen que tal vez sea el alternador, y que me convendría cambiar la batería. Que vaya al Pep-Boys. Les digo que vivo en Chicago y que prefiero ir allí que dejar de nuevo el coche sin ticket en la estación. Me responden que si paro el coche no saben si arrancará de nuevo. Les doy las gracias varias veces y me despido de ellos. En la furgoneta llevan una gran pegatina que dice: "We support our troops".
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Yo como "maestro" (jueves 26 de septiembre)
Llevo un mes como maestro en la "Jefferson". No sé aún qué decir de la experiencia. Mi estado de ánimo no ha sido ni es el mejor para afrontar la tarea, la verdad. Y el sistema norteamericano, de Illinois, de Waukegan es, siendo benévolos, curioso.
Cada mañana debo llegar a las 7 para no tener clase hasta las 8:48. A las 7, el primer periodo, ni siquiera puedo entrar en mi clase, porque hay otra nueva profesora nueva dando arte. A partir de las 8:48 tengo siete periodos, siendo el sexto, cuando los chic@s se van al "lunch", para el "team meeting".
Cada día hay un mínimo de cuatro papeles nuevos en mi casillero para cuestiones varias. La mayor parte de ellas con apenas importancia. Las que tienen importancia se esconden entre el resto.
Los miércoles tenemos reunión de maestr@s con la directora para cuestiones varias, la mayor parte de ellas consistentes en que algun@s de ell@s diga cualquier cosilla que han hecho en clase y lo bien que les ha salido y el resto aplauda con emoción (no muy real, por otra parte). Se nos habla de que va a ser el día de puertas abiertas, el día de la hispanidad, el día del cáncer de mama, del abuelito (todos ellos son ejemplos reales).
L@s alumn@s tienen que ir con "dress code", fajados (con los polos por dentro del pantalón), llevar una agenda cada vez que van al baño, odernarse en filas en la cafetería... En apariencia todo muy rígido y displicinado, para que tengan bastante poca disciplia y consigan unos resultados académicos bastantes malos... más los de "bilíngüe", claro...
Yo tengo que preparar a la semana seis clases diferentes para las asignaturas de "social studies" y "science" para los cursos 6º,7º y 8º. Yo que soy licenciado en filología hispánica. Curiosamente, mi mentora sólo tiene que preparar cuatro. ¿Por qué? Porque tiene poca gente para las clases "bilíngües", sobre todo para los niveles de inglés 1, 2 y 3 y ahí estamos los españoles, llenando huecos...
Luego está Waukegan, cuyo distrito es uno de los peor organizados y donde menos pagan.
¿Y yo con l@s alumn@s? Es complicado de decir. Digamos que l@s que mejor se portan son los de 6º, después los de 7º y finalmente los de 8º. La mayor parte de ell@s apenas habla ingles, pero lo que es peor, lee mal y escribe peor en español. Yo debería dar toda la materia con libros en inglés, pero gran parte de ellos están en español. Cuando conoces a sus padres, o lees un nota de éstos, ves que su español no es mejor.
Y, claro, su comportamiento. Los mayores creo que ya se saben, se perciben marginados. Saben que sin inglés no van a ninguna parte, o a la misma que sus padres, malos trabajos para hispanos sin papeles (la mayor parte de los padres de mis alumn@s no tienen papeles). Y por otra parte, prefieren sentirse parte de la comunidad hispana ilegal, en la que pueden ver referentes... Poque aprender inglés y esforzarse supone, nunca mejor dicho, un esfuerzo mayor...
Yo todo eso lo entiendo. Pero, a veces, cuando ves que ni saben, ni escuchan, ni atienden... que su comportamiento es peor (yo creo) que el de la mayor parte de los alumn@s españoles, que son incapaces de prestar atención más de 5 minutos... Pierdo un poco la paciencia. Sobre todo con los mayores. Y yo que había llegado o intentado llegar como el profesor español enrollado, me estoy teniendo que hacer un poco cabrón.
Y mi estado emocional no beneifica. A veces tengo la cabeza en otras cosas, en otros momentos, en otros lugares, en otra persona... A veces se me nubla la vista involuntariamente... A veces estoy desenado que acabe el día nada más empezar.
Hoy he puesto las primeras notas. Eran sólo referencias, a través de un formulario en internet, sobre su nivel con respecto a la clase, si entregan o no las tareas, si se comportan bien. En 7º y 8º he sido estricto con el deseo de que algunos padres quieran hablar conmigo y hablar sobre sus hij@s.
Veremos cómo va, cómo me va, cómo les va, cómo me siento con el tiempo.
Espero, como en todo, que todo mejore.
Cada mañana debo llegar a las 7 para no tener clase hasta las 8:48. A las 7, el primer periodo, ni siquiera puedo entrar en mi clase, porque hay otra nueva profesora nueva dando arte. A partir de las 8:48 tengo siete periodos, siendo el sexto, cuando los chic@s se van al "lunch", para el "team meeting".
Cada día hay un mínimo de cuatro papeles nuevos en mi casillero para cuestiones varias. La mayor parte de ellas con apenas importancia. Las que tienen importancia se esconden entre el resto.
Los miércoles tenemos reunión de maestr@s con la directora para cuestiones varias, la mayor parte de ellas consistentes en que algun@s de ell@s diga cualquier cosilla que han hecho en clase y lo bien que les ha salido y el resto aplauda con emoción (no muy real, por otra parte). Se nos habla de que va a ser el día de puertas abiertas, el día de la hispanidad, el día del cáncer de mama, del abuelito (todos ellos son ejemplos reales).
L@s alumn@s tienen que ir con "dress code", fajados (con los polos por dentro del pantalón), llevar una agenda cada vez que van al baño, odernarse en filas en la cafetería... En apariencia todo muy rígido y displicinado, para que tengan bastante poca disciplia y consigan unos resultados académicos bastantes malos... más los de "bilíngüe", claro...
Yo tengo que preparar a la semana seis clases diferentes para las asignaturas de "social studies" y "science" para los cursos 6º,7º y 8º. Yo que soy licenciado en filología hispánica. Curiosamente, mi mentora sólo tiene que preparar cuatro. ¿Por qué? Porque tiene poca gente para las clases "bilíngües", sobre todo para los niveles de inglés 1, 2 y 3 y ahí estamos los españoles, llenando huecos...
Luego está Waukegan, cuyo distrito es uno de los peor organizados y donde menos pagan.
¿Y yo con l@s alumn@s? Es complicado de decir. Digamos que l@s que mejor se portan son los de 6º, después los de 7º y finalmente los de 8º. La mayor parte de ell@s apenas habla ingles, pero lo que es peor, lee mal y escribe peor en español. Yo debería dar toda la materia con libros en inglés, pero gran parte de ellos están en español. Cuando conoces a sus padres, o lees un nota de éstos, ves que su español no es mejor.
Y, claro, su comportamiento. Los mayores creo que ya se saben, se perciben marginados. Saben que sin inglés no van a ninguna parte, o a la misma que sus padres, malos trabajos para hispanos sin papeles (la mayor parte de los padres de mis alumn@s no tienen papeles). Y por otra parte, prefieren sentirse parte de la comunidad hispana ilegal, en la que pueden ver referentes... Poque aprender inglés y esforzarse supone, nunca mejor dicho, un esfuerzo mayor...
Yo todo eso lo entiendo. Pero, a veces, cuando ves que ni saben, ni escuchan, ni atienden... que su comportamiento es peor (yo creo) que el de la mayor parte de los alumn@s españoles, que son incapaces de prestar atención más de 5 minutos... Pierdo un poco la paciencia. Sobre todo con los mayores. Y yo que había llegado o intentado llegar como el profesor español enrollado, me estoy teniendo que hacer un poco cabrón.
Y mi estado emocional no beneifica. A veces tengo la cabeza en otras cosas, en otros momentos, en otros lugares, en otra persona... A veces se me nubla la vista involuntariamente... A veces estoy desenado que acabe el día nada más empezar.
Hoy he puesto las primeras notas. Eran sólo referencias, a través de un formulario en internet, sobre su nivel con respecto a la clase, si entregan o no las tareas, si se comportan bien. En 7º y 8º he sido estricto con el deseo de que algunos padres quieran hablar conmigo y hablar sobre sus hij@s.
Veremos cómo va, cómo me va, cómo les va, cómo me siento con el tiempo.
Espero, como en todo, que todo mejore.
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Mi coche. Y... (lunes 24 de septiembre)
Son las 3 de la tarde. Estoy comiendo "Red Snapper" a la naranja en un restaurante mejicano que en cualquier lugar de España sería un bar de copas. Mientras como suena rap a un volumen bastante alto y hay cuatro mejicanos que toman copas y combinados.
He parado a comer camino de la gasolinera. He intentado coger el tren de las 3:10. Acababa de entregar el "lessons plan" de la semana. El coche hace ruido, pero no arranca. Volviendo de Schaumburg no eché gasolina para llegar lo antes posible a Chicago. Tampoco cuando he venido hoy a Waukegan. Así que camino hasta la gasolinera más cercana para intentar que me den un bidón. De camino, entro en este lugar a comer.
Compró un bidón por 5$ y echo tres galones de gasolina. Vuelvo hasta mi coche. Tampoco arranca. Miss XXX, mi mentora, va a coger su coche cuando me ve intentando arrancar el mío. Me dice que no es la gasolina, que es el "starter". Una persona de mantenimiento de la escuela, que también se iba ya, me vuelve a recargar la batería con los "jumper cables" de su furgoneta. Me dice que no pare el motor, que no sabe si volverá a arrancar. Conduzco hasta el concesionario.
En el concesionario le hablo a un hispano de ventas. Le hablo molesto por un coche que compré hace menos de un mes y que falla cada cuatro días. Me dice que lo compré así, sin garantía, que no lo sabían, que debería pagar el 50% de la reparación, pero que en cualquier caso les de "el chance" de mirarlo y ver si lo pueden arreglar e una manera sencilla... A la salida hablo también con Joe Pérez, el comercial que me lo vendió. Vuelve a mencionarme que se lo pensaba comprar a su hijo. Qu espere a ver qué pasa después de que lo revisen...
En Washington St., mientras espero el autobús que me baje hasta la estación, hay un accidente de coche.
He parado a comer camino de la gasolinera. He intentado coger el tren de las 3:10. Acababa de entregar el "lessons plan" de la semana. El coche hace ruido, pero no arranca. Volviendo de Schaumburg no eché gasolina para llegar lo antes posible a Chicago. Tampoco cuando he venido hoy a Waukegan. Así que camino hasta la gasolinera más cercana para intentar que me den un bidón. De camino, entro en este lugar a comer.
Compró un bidón por 5$ y echo tres galones de gasolina. Vuelvo hasta mi coche. Tampoco arranca. Miss XXX, mi mentora, va a coger su coche cuando me ve intentando arrancar el mío. Me dice que no es la gasolina, que es el "starter". Una persona de mantenimiento de la escuela, que también se iba ya, me vuelve a recargar la batería con los "jumper cables" de su furgoneta. Me dice que no pare el motor, que no sabe si volverá a arrancar. Conduzco hasta el concesionario.
En el concesionario le hablo a un hispano de ventas. Le hablo molesto por un coche que compré hace menos de un mes y que falla cada cuatro días. Me dice que lo compré así, sin garantía, que no lo sabían, que debería pagar el 50% de la reparación, pero que en cualquier caso les de "el chance" de mirarlo y ver si lo pueden arreglar e una manera sencilla... A la salida hablo también con Joe Pérez, el comercial que me lo vendió. Vuelve a mencionarme que se lo pensaba comprar a su hijo. Qu espere a ver qué pasa después de que lo revisen...
En Washington St., mientras espero el autobús que me baje hasta la estación, hay un accidente de coche.
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domingo, 7 de octubre de 2007
Por qué me ponen tristes los Ikea (domingo 23 de septiembre)
Estoy en el aparcamiento del Ikea de Schaumburg. Son las diez y media de la noche. Sólo estamos yo, un hispano limpiando el aparcamiento con un vehículo de limpieza, el carro con las cosas que he comprado... y mi coche. Llevo aproximadamente dos horas intentando abrirlo... Solo, con ayuda (unos mejicanos, una mujer con una camiseta de Harley Davidson...), con una percha de metal, con un alambre. No tengo batería en el móvil.
Me levanto sobre las 11. Acabo de recibir un mensaje de mi compañero catalán indicándome como llegar al Ikea de Schaumburg. Desayuno, me conecto un poco a internet (mi portátil, después de unos días dignos, lleva toda un semana fallando, y después de haber conseguido formatearlo al quinto intento y perdiendo más de la mitad de la música que tenía, sigue fallando), me ducho, me visto, salgo. Paso por dos tiendas de electrónica en el polígono junto a la 90 para ver lo que me costará cambiar el disco duro y ya de paso añadir más memoria. Me dirijo a Diversey para visitar la tienda de segunda mano que me recomendó mi conocido judío. Me llama mi madre.En la tienda de Diversey no encuentro nada que me interese.
Sobre las cuatro de la tarde, después de haber cogido la 90 al oeste y un hora de atascos y viaje,llego al Ikea de Schaumburg. Nada más bajar del coche me doy cuenta de que me he olvidado, por segunda vez, las llaves dentro. Intento no angustiarme. Entraré al Ikea. Compraré muebles, y ya lo solucionaré a la salida.
Como las tiendas de H&M, como las tiendas de Zara, creo que las tiendas de Ikea son iguales en todo el mundo. La primera y última vez que estuve en un Ikea fue en Madrid hace más de un año... No fue una visita feliz, y sin embargo ahora la añoro... La añoro cuando me siento agobiado entre sus pasillos infinitos, sus cajas de cartón, sus palés, sus número de referencia, sus pequeños lápices de madera, sus bolsas azules y amarillas, sus grandes carros metálicos, sus instrucciones de montaje...
Qué gran idea la del fundador de Ikea, seleccionar las pulsiones más gremiales del ser humano, sus deseos de tener una guarida, de fundar una familia, de tener descendencia, y meterlo todo en una caja, decir que eso puede ser fácil, barato, de diseño.
Qué gran idea la del fundador sueco de Ikea, que descubrió que dando café gratis a sus camioneros trabajan mejor y más deprisa... Que invirtió su fortuna en un fundación en Holanda para pagar menos impuestos...
Cada pieza, cada caja, cada cosa, entre miles, en su lugar...
Y no puedo evitar ponerme triste. Viendo a las familias comprando el interior de sus casas, el exterior de sus vidas, en esta tarde de domingo. Viendo a jóvenes parejas juguetear sobre camas... No puedo evitar sentirme saturado por las miles de referencias, los miles de muebles, objetos, accesorios, ordenados de manera tan perfecta que, estando solo, buscando sin encontrar, te das cuenta de que lo que está descolocado eres tú. Y no puedo evitar recordar otro Ikea, otro país, otro año, junio... y por momentos que se me nuble levemente la vista, y seguir caminando.
Estoy en una BP Petrol Station junto al Ikea de Schaumburg. El limpiador hispano me ha recomedado que llame a la tripe AAA (que en sudamérica tuvieron una misión mucho menos digna), que ellos me abrirán el coche gratis. Pero no tengo batería en el móvil. Dos hispanos que pararon su coche a una señal mía y me prestaron su móvil para llamar a esta triple AAA tampoco pueden ayudarme. Finalmente me acercan a la BP Petrol Station para llamar a una empresa para que me lo abra.
No encuentro casi nada. Estoy perdido. Veo un tablero de mesa rojo que me gusta, pero está agotado. La mesilla que me gusta también. Compro una cajonera, una pequeña alfombra, tazones y platos. Una pequeña mesa blanca. Una caja de herramientas. Dos lámparas
A la salida parece que hoy no va a haber suerte. La policía de Schaumburg sólo abre coches si tienes un niño o un animal dentro. Tampoco lo consigo yo con la ayuda de una percha, con ayuda de gente... Parece que voy a tener que llamar a una empresa...
Estoy en la BP Petrol Station cerca del Ikea de Schaumburg. Entra un policía bajito de pelo y bigote rojizos. Me acerco a él pensando que, viéndome en esta situación, me hará el favor de abrir el coche. Me contesta que ellos no abren coches. Sólo si hay un animal o un niño dentro. Le digo que es un coche antiguo, que sólo se cierra con el pestillo... Me contesta que a él no le pasan esas cosas, que le pasaban de niño y le pasan a sus hijos... Ya, enfadado (aunque con cierto control, sin carné de conducir norteamericano, sin haber traído el pasaporte y con un policía estadounidense, no conviene exagerar), le comento, lo que es más o menos cierto según las equivalencias de aquí, que tengo dos carreras y que no creo que sea una cuestión de edad... No me hace ni caso, compra algo y se va. La dependienta de la tienda de la gasolinera, una mulata muy agradable, me da el teléfono de la empresa...
Al rato, una joven grande, blanca, y parece que de clase baja, se me acerca a mí en la gasolinera. Me pregunta si soy el del coche. Monto en su todoterreno. Le cuento un poco lo que me ha pasado. Me dice que la gente y la policía de Schaumburg son muy "snooby". Al poco me asusto al oír una voz tras de mí. Hay un hombre mayor sentado en la parte de atrás. Es su padre. Llegamos a mi coche. Después de media hora abre mi coche. Me acerca a un cajero a sacar dinero (no aceptan tarjetas ni cheques).Volvemos.
Estoy en la 90 regresando a Chicago. Son las 12 de la noche. Me tengo que levantar en cuatro horas y media. Un día más en Chicago.
Me levanto sobre las 11. Acabo de recibir un mensaje de mi compañero catalán indicándome como llegar al Ikea de Schaumburg. Desayuno, me conecto un poco a internet (mi portátil, después de unos días dignos, lleva toda un semana fallando, y después de haber conseguido formatearlo al quinto intento y perdiendo más de la mitad de la música que tenía, sigue fallando), me ducho, me visto, salgo. Paso por dos tiendas de electrónica en el polígono junto a la 90 para ver lo que me costará cambiar el disco duro y ya de paso añadir más memoria. Me dirijo a Diversey para visitar la tienda de segunda mano que me recomendó mi conocido judío. Me llama mi madre.En la tienda de Diversey no encuentro nada que me interese.
Sobre las cuatro de la tarde, después de haber cogido la 90 al oeste y un hora de atascos y viaje,llego al Ikea de Schaumburg. Nada más bajar del coche me doy cuenta de que me he olvidado, por segunda vez, las llaves dentro. Intento no angustiarme. Entraré al Ikea. Compraré muebles, y ya lo solucionaré a la salida.
Como las tiendas de H&M, como las tiendas de Zara, creo que las tiendas de Ikea son iguales en todo el mundo. La primera y última vez que estuve en un Ikea fue en Madrid hace más de un año... No fue una visita feliz, y sin embargo ahora la añoro... La añoro cuando me siento agobiado entre sus pasillos infinitos, sus cajas de cartón, sus palés, sus número de referencia, sus pequeños lápices de madera, sus bolsas azules y amarillas, sus grandes carros metálicos, sus instrucciones de montaje...
Qué gran idea la del fundador de Ikea, seleccionar las pulsiones más gremiales del ser humano, sus deseos de tener una guarida, de fundar una familia, de tener descendencia, y meterlo todo en una caja, decir que eso puede ser fácil, barato, de diseño.
Qué gran idea la del fundador sueco de Ikea, que descubrió que dando café gratis a sus camioneros trabajan mejor y más deprisa... Que invirtió su fortuna en un fundación en Holanda para pagar menos impuestos...
Cada pieza, cada caja, cada cosa, entre miles, en su lugar...
Y no puedo evitar ponerme triste. Viendo a las familias comprando el interior de sus casas, el exterior de sus vidas, en esta tarde de domingo. Viendo a jóvenes parejas juguetear sobre camas... No puedo evitar sentirme saturado por las miles de referencias, los miles de muebles, objetos, accesorios, ordenados de manera tan perfecta que, estando solo, buscando sin encontrar, te das cuenta de que lo que está descolocado eres tú. Y no puedo evitar recordar otro Ikea, otro país, otro año, junio... y por momentos que se me nuble levemente la vista, y seguir caminando.
Estoy en una BP Petrol Station junto al Ikea de Schaumburg. El limpiador hispano me ha recomedado que llame a la tripe AAA (que en sudamérica tuvieron una misión mucho menos digna), que ellos me abrirán el coche gratis. Pero no tengo batería en el móvil. Dos hispanos que pararon su coche a una señal mía y me prestaron su móvil para llamar a esta triple AAA tampoco pueden ayudarme. Finalmente me acercan a la BP Petrol Station para llamar a una empresa para que me lo abra.
No encuentro casi nada. Estoy perdido. Veo un tablero de mesa rojo que me gusta, pero está agotado. La mesilla que me gusta también. Compro una cajonera, una pequeña alfombra, tazones y platos. Una pequeña mesa blanca. Una caja de herramientas. Dos lámparas
A la salida parece que hoy no va a haber suerte. La policía de Schaumburg sólo abre coches si tienes un niño o un animal dentro. Tampoco lo consigo yo con la ayuda de una percha, con ayuda de gente... Parece que voy a tener que llamar a una empresa...
Estoy en la BP Petrol Station cerca del Ikea de Schaumburg. Entra un policía bajito de pelo y bigote rojizos. Me acerco a él pensando que, viéndome en esta situación, me hará el favor de abrir el coche. Me contesta que ellos no abren coches. Sólo si hay un animal o un niño dentro. Le digo que es un coche antiguo, que sólo se cierra con el pestillo... Me contesta que a él no le pasan esas cosas, que le pasaban de niño y le pasan a sus hijos... Ya, enfadado (aunque con cierto control, sin carné de conducir norteamericano, sin haber traído el pasaporte y con un policía estadounidense, no conviene exagerar), le comento, lo que es más o menos cierto según las equivalencias de aquí, que tengo dos carreras y que no creo que sea una cuestión de edad... No me hace ni caso, compra algo y se va. La dependienta de la tienda de la gasolinera, una mulata muy agradable, me da el teléfono de la empresa...
Al rato, una joven grande, blanca, y parece que de clase baja, se me acerca a mí en la gasolinera. Me pregunta si soy el del coche. Monto en su todoterreno. Le cuento un poco lo que me ha pasado. Me dice que la gente y la policía de Schaumburg son muy "snooby". Al poco me asusto al oír una voz tras de mí. Hay un hombre mayor sentado en la parte de atrás. Es su padre. Llegamos a mi coche. Después de media hora abre mi coche. Me acerca a un cajero a sacar dinero (no aceptan tarjetas ni cheques).Volvemos.
Estoy en la 90 regresando a Chicago. Son las 12 de la noche. Me tengo que levantar en cuatro horas y media. Un día más en Chicago.
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sábado, 6 de octubre de 2007
Dos polacos en Lincoln Park (Sábado 22 de septiembre)
Al poco de llegar a casa de rebajar las expectativas y acabar con una de las luces traseras de mi coche, me llama mi compañero catalán para decirme que él y su compañera de piso vienen a Chicago a tomar algo por Licoln Park. Quedamos en la esquina de Fullerton con Clark y, desde allí, intentamos buscar un sitio para aparcar.
La zona parece que tiene cierto ambiente, se ven bares y restaurantes, gente joven, cerca está De Paul University. Después de un rato encontramos un lugar en el que creemos que está permitido aparcar. Mi compañero quiere ir a una zona que dice haber visto antes, pero no sabemos si está lejos caminando desde aquí. Preguntamos a una pareja de hombres, calvo y grande uno, bajito el otro. El calvo nos dice que está un poco lejos andando, que si queremos nos llevan en coche. Como insisten un poco y parecen amables, dejamos que nos lleven. Nos montan en un Pontiac deportivo. Son una pareja curiosa. Descienden de polacos. El bajito nos dice que "Victorial Abril" es la mujer de sus sueños. Nos habla de Plácido Domingo, de películas de Almodovar, de si van a rodar una sobre Hernán Cortés... Nos pregunta por los últimos trabajos de "Assumpta Serna". Su amigo parece ser del tipo deportes. Son una pareja singular. Cuando llegamos nos señalan varios restaurantes donde podemos cenar bien, aunque admiten que son un poco caros. El hombre grande nos recomienda no hacer mucho caso si se nos acerca algún negro ¡¡!!
Ya en la zona picamos algo en una terraza al aire libre en un sitio muy normalito. Caminamos por las calles. La compañera de piso del chico catalán, a la que vino a ver su novio la semana pasada, me pregunta si soy de los solteros o de los que echan de menos a su pareja. Le contesto que, por desgracia, estoy en los dos grupos, Hablamos. Ella se queja de que esto no era lo que nos habían contado, de que habiéndolo sabido a lo mejor no hubiera venido... Y tiene algo de razón, pero le señalo la suerte que tiene. En sus distrito le pagan 800$ dólares más que a mí. Ha venido su novio, profesor de psicología de la Universidad de Jaén, y han estado unos días en Nueva York, va a pasar unos días a Boston por "Thanks Giving", cuando regrese tendrá la casa que estaban amueblando su novio y ella en el centro de Jaén.
En fin...
Caminamos un rato más. Volvemos andando hasta mi coche. Les dejo junto al suyo en el Loop. Regreso a mi apartamento conduciendo por las calles desiertas, entre los rascacielos de Chicago.
La zona parece que tiene cierto ambiente, se ven bares y restaurantes, gente joven, cerca está De Paul University. Después de un rato encontramos un lugar en el que creemos que está permitido aparcar. Mi compañero quiere ir a una zona que dice haber visto antes, pero no sabemos si está lejos caminando desde aquí. Preguntamos a una pareja de hombres, calvo y grande uno, bajito el otro. El calvo nos dice que está un poco lejos andando, que si queremos nos llevan en coche. Como insisten un poco y parecen amables, dejamos que nos lleven. Nos montan en un Pontiac deportivo. Son una pareja curiosa. Descienden de polacos. El bajito nos dice que "Victorial Abril" es la mujer de sus sueños. Nos habla de Plácido Domingo, de películas de Almodovar, de si van a rodar una sobre Hernán Cortés... Nos pregunta por los últimos trabajos de "Assumpta Serna". Su amigo parece ser del tipo deportes. Son una pareja singular. Cuando llegamos nos señalan varios restaurantes donde podemos cenar bien, aunque admiten que son un poco caros. El hombre grande nos recomienda no hacer mucho caso si se nos acerca algún negro ¡¡!!
Ya en la zona picamos algo en una terraza al aire libre en un sitio muy normalito. Caminamos por las calles. La compañera de piso del chico catalán, a la que vino a ver su novio la semana pasada, me pregunta si soy de los solteros o de los que echan de menos a su pareja. Le contesto que, por desgracia, estoy en los dos grupos, Hablamos. Ella se queja de que esto no era lo que nos habían contado, de que habiéndolo sabido a lo mejor no hubiera venido... Y tiene algo de razón, pero le señalo la suerte que tiene. En sus distrito le pagan 800$ dólares más que a mí. Ha venido su novio, profesor de psicología de la Universidad de Jaén, y han estado unos días en Nueva York, va a pasar unos días a Boston por "Thanks Giving", cuando regrese tendrá la casa que estaban amueblando su novio y ella en el centro de Jaén.
En fin...
Caminamos un rato más. Volvemos andando hasta mi coche. Les dejo junto al suyo en el Loop. Regreso a mi apartamento conduciendo por las calles desiertas, entre los rascacielos de Chicago.
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Great Expectations (Sábado 22 de septiembre)
Hace unos días, cuando iba aún de noche a la parada del tren, vi un cartel sobre solter@s en la zona con una dirección de internet. Como aquí es algo que, por esta bendita sociedad, sus horarios, sus hábitos, tiene cierto uso, un día me metí en la página y les di mi número de teléfono, mi correo-e y los datos típicos... A los pocos días me llamaron, pero no pude hablar y lo hicieron alguna vez más, sin que pusiera yo mucho interés.
Finalmente, el viernes, mientras comía en el restaurante "La Ponderosa", en Waukegan, me llama una simpática señora preguntándome por mi vida, quién soy, lo que busco... Me pilla de buen humor y charlamos un poco La empresa/agencia se llama "Great Expectations"... Me concierta una cita al día siguiente a las 2 de la tarde con una "consultant" en el centro de Chicago. Me digo que vamos a pasarnos y, al menos, conocer un poco más de esta sociedad.
Me levanto no muy temprano, y antes de ir a "mi cita", me paso por el banco para ingresar mi primer cheque quincenal de 1241$. Después de que mi compañera catalana luchara por ello, conseguimos que nos pagaran también a las tres personas que, quién sabe por qué, aún no tenemos número de la seguridad social. Parece que sus excusas sobre que no es legal pagarnos sin el número bendito no se sostenían muy bien cuando estábamos trabajando, eso sí, de manera ilegal sin el mismo bendito número.
La empresa/agencia, está en North Michigan, en el centro de Chicago, en la que compruebo que es la zona comercial, de oficinas, restaurantes y comercios de "Ermenegildo", "Ralph"... incluso llego a ver un "Mango". Para mi cita puedo aparcar de manera gratuita en un aparcamiento que asciende de manera circular (si no serían 20$ la hora), a modo de escalera de caracol, en un gran edificio... Aparco y voy al rascacielos que está junto a éste, donde me presento a mi cita más de media hora tarde, después de haberme perdido por la calle "Michigan". Un portero negro apunta mis datos y me acompaña al ascensor.
En la oficina relleno una ficha y se la entrego a una secretaria de considerable sobrepeso. También he tenido que traer mi pasaporte y mi tarjeta débito para que comprueben que soy quien digo ser. A los pocos minutos me recibe "Loraine", una atractiva mujer rubia de no más de cuareintapico años (supongo). Es agradable y, no sé exactamente por qué, al poco me encuentro contándole mi vida, mi pasado, lo que deseo, y lo que ha sido mi última, única relación. Según ella, mi perfil encaja de maravilla en la agencia. Dice que me va a dejar con un vídeo y que me va a traer varios perfiles que, por lo indicado, se pueden ajustar al mío, que los mire sin prisas y seleccione aquellos que me puedan interesar... Me trae "los perfiles", sale de la habitación, los miro... casi todas son, como en el "Chicago Reader", "easy going" y "down to the earth", lo que estaría bien, para variar... En cualquier caso, me temo que esta mujer no sospecha que no es tan simple, que no soy tan simple, y menos en estos momentos... Cuando vuelve, parece extrañada de que no haya seleccionado ninguno. Pese a todo me dice que ha cogido varios de manera rápida, que tiene 2000 personas suscritas sólo en Illinois...
... y entonces viene lo divertido. Me dice que no es "unexpensive".... El sistema.... Internet, claro. Te hacen unas "fotos profesionales".Y algunas actividades para conocer gente. Y, bueno, como oferta promocional, 225$ al comienzo y 50$ al mes durante dos años... Le comento que me parece bien, que me lo pienso y eso... Me dice que esa oferta es sólo si digo que sí ya. Que si no son 1000$ y 100$ al mes... Le comento que algo sé de técnicas comerciales, pero que yo soy de pensarme más las cosas... Y que, como ella misma ha dicho que es la inversión más importante de nuestras vidas, una inversión para poder ser felices, pues que precisamente por eso no hay que precipitarse... aunque sigue siendo agradable, parece que sabe que conmigo no va a hacer "una venta"... Nos despedimos educadamente...
Intento aprovechar que tengo aparcamiento gratis para andar por la zona. Me pongo un poco triste viendo las tiendas. Compruebo que los H&M son iguales en todo el mundo.
Como hacía varios días que no me pasaba nada con el coche, al salir del aparcamiento con cuidado de no rozar los coches del al lado, doy para atrás sin mirar y me dejo una luz de freno contra el parachoques trasero reforzado en metal de un puñetero todoterreno americano.
Me cuesta cada vez un poco más tener "Great Expectations".
Finalmente, el viernes, mientras comía en el restaurante "La Ponderosa", en Waukegan, me llama una simpática señora preguntándome por mi vida, quién soy, lo que busco... Me pilla de buen humor y charlamos un poco La empresa/agencia se llama "Great Expectations"... Me concierta una cita al día siguiente a las 2 de la tarde con una "consultant" en el centro de Chicago. Me digo que vamos a pasarnos y, al menos, conocer un poco más de esta sociedad.
Me levanto no muy temprano, y antes de ir a "mi cita", me paso por el banco para ingresar mi primer cheque quincenal de 1241$. Después de que mi compañera catalana luchara por ello, conseguimos que nos pagaran también a las tres personas que, quién sabe por qué, aún no tenemos número de la seguridad social. Parece que sus excusas sobre que no es legal pagarnos sin el número bendito no se sostenían muy bien cuando estábamos trabajando, eso sí, de manera ilegal sin el mismo bendito número.
La empresa/agencia, está en North Michigan, en el centro de Chicago, en la que compruebo que es la zona comercial, de oficinas, restaurantes y comercios de "Ermenegildo", "Ralph"... incluso llego a ver un "Mango". Para mi cita puedo aparcar de manera gratuita en un aparcamiento que asciende de manera circular (si no serían 20$ la hora), a modo de escalera de caracol, en un gran edificio... Aparco y voy al rascacielos que está junto a éste, donde me presento a mi cita más de media hora tarde, después de haberme perdido por la calle "Michigan". Un portero negro apunta mis datos y me acompaña al ascensor.
En la oficina relleno una ficha y se la entrego a una secretaria de considerable sobrepeso. También he tenido que traer mi pasaporte y mi tarjeta débito para que comprueben que soy quien digo ser. A los pocos minutos me recibe "Loraine", una atractiva mujer rubia de no más de cuareintapico años (supongo). Es agradable y, no sé exactamente por qué, al poco me encuentro contándole mi vida, mi pasado, lo que deseo, y lo que ha sido mi última, única relación. Según ella, mi perfil encaja de maravilla en la agencia. Dice que me va a dejar con un vídeo y que me va a traer varios perfiles que, por lo indicado, se pueden ajustar al mío, que los mire sin prisas y seleccione aquellos que me puedan interesar... Me trae "los perfiles", sale de la habitación, los miro... casi todas son, como en el "Chicago Reader", "easy going" y "down to the earth", lo que estaría bien, para variar... En cualquier caso, me temo que esta mujer no sospecha que no es tan simple, que no soy tan simple, y menos en estos momentos... Cuando vuelve, parece extrañada de que no haya seleccionado ninguno. Pese a todo me dice que ha cogido varios de manera rápida, que tiene 2000 personas suscritas sólo en Illinois...
... y entonces viene lo divertido. Me dice que no es "unexpensive".... El sistema.... Internet, claro. Te hacen unas "fotos profesionales".Y algunas actividades para conocer gente. Y, bueno, como oferta promocional, 225$ al comienzo y 50$ al mes durante dos años... Le comento que me parece bien, que me lo pienso y eso... Me dice que esa oferta es sólo si digo que sí ya. Que si no son 1000$ y 100$ al mes... Le comento que algo sé de técnicas comerciales, pero que yo soy de pensarme más las cosas... Y que, como ella misma ha dicho que es la inversión más importante de nuestras vidas, una inversión para poder ser felices, pues que precisamente por eso no hay que precipitarse... aunque sigue siendo agradable, parece que sabe que conmigo no va a hacer "una venta"... Nos despedimos educadamente...
Intento aprovechar que tengo aparcamiento gratis para andar por la zona. Me pongo un poco triste viendo las tiendas. Compruebo que los H&M son iguales en todo el mundo.
Como hacía varios días que no me pasaba nada con el coche, al salir del aparcamiento con cuidado de no rozar los coches del al lado, doy para atrás sin mirar y me dejo una luz de freno contra el parachoques trasero reforzado en metal de un puñetero todoterreno americano.
Me cuesta cada vez un poco más tener "Great Expectations".
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viernes, 5 de octubre de 2007
Miss XXX (martes 18 de septiembre)
Miss XXX es mi mentora.Las XXX no tiene nada que ver con la pornografía. Sólo que no creo que deba decir aquí su nombre.
Miss XXX se ofreció para ser mi mentora al poco de concerme. Ahora se supone que parte de su jornada laboral (30 horas al año) consiste en orientarme.
Miss XXX es una mujer de mediana edad (soy muy malo para las edades de las mujeres de mediana edad, ¿estará en las cuarentena?), en muchas cosas, muy norteamericana. Pero, en mi caso, eso resulta positivo. Entusiasta en sus expresiones, curiosa, por lo general positiva en sus planteamientos.
En algunas cuestiones, su situación me recuerda a la mía.Parece que no ha tenido mucha suerte ultimamente. Ella es de Waukegan, pero acaba de llegar de ser profesora en Florida. Fue para mejorar su situación, pero al poco sobraban unos cuantos miles de profesores... Antes estuvo más de diez años de profesora en Waukegan. Su padre trabajaba en el ayuntamiento en los 70 (y en cuestiones políticas), cuando Waukegan comezó a tener problemas raciales, primero con la minoría negra, luego con la hispana...
Miss XXX, como tantas otras personas en los Estados Unidos dejó todo el mobiliario de sus casa en Waukegan en un "container". Cuando ha regresado, la empresa le ha dicho que, por un error, y por no tener nombre, lo han tirado todo... Lo que resulta un poco extraño, siendo los muebles de una norteamericana de clase media y teniendo en cuenta que aquí hacen una "garage sale" para vender las estanterías viejas del cuarto de baño...
Miss XXX tiene cuatro hijos pequeños, uno de ellos con síndrome de down. Las últimas semanas han vivido en una casa vacía. La empresa de containers le ha ofrecido 500$. Lo que le han costado dos colchones.
Miss XXX ha estado casada dos veces. La última, con un italiano (del cual usa el apellido), con el que no sé si sigue casada, está separada, divorciada... que pasa algún tiempo con ella (de los cuatro hijos que tiene, dos son con el italiano) y de vez en cuando se vuelve por un tiempo indefinido e impreciso a Italia...
Y pese a todo, Miss XXX intenta ayudarme, animarme, comprende que no nos dan información ni nos prestan especial caso, se hace partícipe de mis devenires e incidencias...
Hay días en que Miss XXX nos reímos de nuestras vidas afectivas, vitales, laborales... Otros, pese a su aparente alegría, la noto un poco triste. Hay días en que pensamos que necesitaríamos descansar un poco. O tener un poco más de suerte.
Miss XXX se ofreció para ser mi mentora al poco de concerme. Ahora se supone que parte de su jornada laboral (30 horas al año) consiste en orientarme.
Miss XXX es una mujer de mediana edad (soy muy malo para las edades de las mujeres de mediana edad, ¿estará en las cuarentena?), en muchas cosas, muy norteamericana. Pero, en mi caso, eso resulta positivo. Entusiasta en sus expresiones, curiosa, por lo general positiva en sus planteamientos.
En algunas cuestiones, su situación me recuerda a la mía.Parece que no ha tenido mucha suerte ultimamente. Ella es de Waukegan, pero acaba de llegar de ser profesora en Florida. Fue para mejorar su situación, pero al poco sobraban unos cuantos miles de profesores... Antes estuvo más de diez años de profesora en Waukegan. Su padre trabajaba en el ayuntamiento en los 70 (y en cuestiones políticas), cuando Waukegan comezó a tener problemas raciales, primero con la minoría negra, luego con la hispana...
Miss XXX, como tantas otras personas en los Estados Unidos dejó todo el mobiliario de sus casa en Waukegan en un "container". Cuando ha regresado, la empresa le ha dicho que, por un error, y por no tener nombre, lo han tirado todo... Lo que resulta un poco extraño, siendo los muebles de una norteamericana de clase media y teniendo en cuenta que aquí hacen una "garage sale" para vender las estanterías viejas del cuarto de baño...
Miss XXX tiene cuatro hijos pequeños, uno de ellos con síndrome de down. Las últimas semanas han vivido en una casa vacía. La empresa de containers le ha ofrecido 500$. Lo que le han costado dos colchones.
Miss XXX ha estado casada dos veces. La última, con un italiano (del cual usa el apellido), con el que no sé si sigue casada, está separada, divorciada... que pasa algún tiempo con ella (de los cuatro hijos que tiene, dos son con el italiano) y de vez en cuando se vuelve por un tiempo indefinido e impreciso a Italia...
Y pese a todo, Miss XXX intenta ayudarme, animarme, comprende que no nos dan información ni nos prestan especial caso, se hace partícipe de mis devenires e incidencias...
Hay días en que Miss XXX nos reímos de nuestras vidas afectivas, vitales, laborales... Otros, pese a su aparente alegría, la noto un poco triste. Hay días en que pensamos que necesitaríamos descansar un poco. O tener un poco más de suerte.
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Poniendo baterías (domingo 16 de septiembre)
Me levanto tarde.
Me conecto a internet.
Compro el cubo de una fregona.
Intento ver al amable hombre norteamericano que me recargó la batería.
En la casa de al lado hay un grupo de jóvenes que juega a un juego parecido, al menos desde lejos, a "la rana" española... Le pregunto a una chica si tienen una llave (más bien hago el gesto, no sé la palabra en inglés...), porque tengo que cambiar la batería del coche... Llama a un chico, me dice que cree que sí, saca una caja de herramientas, trae tres destornilladores... Le comento que no creo que eso sea lo que nesite con una sonrisa. Se acerca al coche (que está aparcado en la acera). Comprueba que no van a ser de mucha utilidad. Busca y trae unas llaves. Le digo que nunca he cambiado una batería (para ver si hay suerte y me la cambia él). Me contesta que él tampoco... Comento que somos los dos vírgenes en esto de cambiar baterías, que a ver cómo nos sale... Parece ser fácil. Rojo con rojo, verde con verde. Él me ayuda a desentornillar y atornillar. Se llama Ned, es un típico y rubio norteamericano de mi edad o algo menos. Me dice que su mujer trabaja como psicóloga en una escuela cerca de Waukegan. Que estuidió español unos meses en Sevilla. Le digo que en no mucho tiempo pienso clebrar una pequeña fiesta de inauguración en mi apartamento. Que si quieren, están invitados. Me contesta que estupendo, que claro que irán.
He tenido que venir a los Estados Unidos para aprender a cambiar una batería.
Decido coger el coche para ver si funciona realmente, comprar un microondas y buscar un sitio para cenar. No quedan microondas básicos ni en el Target ni en el K-Mart. Sin ninguna dirección preconcebida, sigo conduciendo. Llego a uno de los típicos polígonos donde entro en un lugar llamado "Captain Hook Fish&Chicken", en el que espero que no todas sus especialidades vengan del mismo lugar... Soy el único "blanco", toda la clientela es negra y los trabajadores hispanos. Pruebo uno de los "Fish&Chips" peores de mi vida. Un chico negro con un parche del mismo color en un ojo que no parece trabajador ni un figurante impuesto por el nombre del lugar, me dice algo. No le entiendo. La verdad es que a casi todos los españoles nos cuesta más entender a los negros (no se me ocurre otra manera de decirlo). Descubro que me está preguntando si soy profesor. ¿Ya se me nota? ¿Es que los profesores somos las únicas personas que comemos en lugares como éste? ¿Los únicos blancos que nos internamos en zonas como ésta?
Regreso a mi apartamento en coche por las calles oscuras y solitarias de Chicago en una noche de domingo, bajo sus metros elevados, entre sus polígonos, sus restaurantes mejicanos, sus letreros de calles perpendiculares, sus solares, sus lugares que de tan feos que son a veces, como dice mi compañero catalán, resultan hermosos.
Me conecto a internet.
Compro el cubo de una fregona.
Intento ver al amable hombre norteamericano que me recargó la batería.
En la casa de al lado hay un grupo de jóvenes que juega a un juego parecido, al menos desde lejos, a "la rana" española... Le pregunto a una chica si tienen una llave (más bien hago el gesto, no sé la palabra en inglés...), porque tengo que cambiar la batería del coche... Llama a un chico, me dice que cree que sí, saca una caja de herramientas, trae tres destornilladores... Le comento que no creo que eso sea lo que nesite con una sonrisa. Se acerca al coche (que está aparcado en la acera). Comprueba que no van a ser de mucha utilidad. Busca y trae unas llaves. Le digo que nunca he cambiado una batería (para ver si hay suerte y me la cambia él). Me contesta que él tampoco... Comento que somos los dos vírgenes en esto de cambiar baterías, que a ver cómo nos sale... Parece ser fácil. Rojo con rojo, verde con verde. Él me ayuda a desentornillar y atornillar. Se llama Ned, es un típico y rubio norteamericano de mi edad o algo menos. Me dice que su mujer trabaja como psicóloga en una escuela cerca de Waukegan. Que estuidió español unos meses en Sevilla. Le digo que en no mucho tiempo pienso clebrar una pequeña fiesta de inauguración en mi apartamento. Que si quieren, están invitados. Me contesta que estupendo, que claro que irán.
He tenido que venir a los Estados Unidos para aprender a cambiar una batería.
Decido coger el coche para ver si funciona realmente, comprar un microondas y buscar un sitio para cenar. No quedan microondas básicos ni en el Target ni en el K-Mart. Sin ninguna dirección preconcebida, sigo conduciendo. Llego a uno de los típicos polígonos donde entro en un lugar llamado "Captain Hook Fish&Chicken", en el que espero que no todas sus especialidades vengan del mismo lugar... Soy el único "blanco", toda la clientela es negra y los trabajadores hispanos. Pruebo uno de los "Fish&Chips" peores de mi vida. Un chico negro con un parche del mismo color en un ojo que no parece trabajador ni un figurante impuesto por el nombre del lugar, me dice algo. No le entiendo. La verdad es que a casi todos los españoles nos cuesta más entender a los negros (no se me ocurre otra manera de decirlo). Descubro que me está preguntando si soy profesor. ¿Ya se me nota? ¿Es que los profesores somos las únicas personas que comemos en lugares como éste? ¿Los únicos blancos que nos internamos en zonas como ésta?
Regreso a mi apartamento en coche por las calles oscuras y solitarias de Chicago en una noche de domingo, bajo sus metros elevados, entre sus polígonos, sus restaurantes mejicanos, sus letreros de calles perpendiculares, sus solares, sus lugares que de tan feos que son a veces, como dice mi compañero catalán, resultan hermosos.
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Dolores O'Riordan y El Café Ibérico (sábado 15 de septiembre)
Finalmente, el viernes, después de una hora hablando con una simpática teleoperadora hispana, consigo conectarme a internet. Me instalo el voipbuster y hablo con mi madre, y con una amiga durante horas del últimamente, lamentablemente, único tema. Y me acuesto una vez más tarde, por lo que no me levanto, por una vez en la semana, muy pronto.
La noche del viernes me ha llamado uno de mis compañeros catalanes de Schaumburg para avisarme de que van a venir unos cuantos (me lo dijo también una compañera catalana de Waukegan) a Chicago, al festival celta... Por lo que me acerco al Target a cambiar el barato edredón nórdico, que compré en color violeta, por uno azul para que combine mejor con mis sábanas rojas, y al "Microcomputer" a comprar unos cascos para hablar con el voip. Más tarde, cojo la línea, también azul, del metro aéreo que me lleva al Loop.
Cuando llego al centro de Chicago, quedo con mi compañero en la Plaza con las fuentes "cibernéticas", junto al Millennium Park. Después, vamos junto al resto de españoles, en su mayor parte españolas, y de Waukegan, que están en el parque como buenas españolas con su "calimocho". Suena música celta, y una especie de orfeones donostiarras en plan más gaélico.
Conozco a una profesora española que está en el distrito de Woodstock, que nos pide los teléfonos para poder quedar con gente, y que se muere de envidia al entererse que vivo en Chicago, en Wicker Park, por 650$, porque, dice, vivir en Woodstock es como vivir en un hoyo. Y pese a todo es su segundo año.
Y conozco también al novio de la compañera de piso de mi conocido de Schamburgh, que es profesor de Psicología en la Universidad de Jaén y que ha venido a verla. Hace unos días estuvieron en Nueva York. Pienso en lo fácil que es todo, hasta lo un poco difícil, cuando se desea.
Poco a poco, va anocheciendo frente los rascacielos, empieza a notarse levemente el frío (desde que he llegado, salvo esta noche durmiendo y ahora, ha hecho siempre calor) y la gente comienza a irse. Aún no son ni las 9, y curiosamente en pocos minutos va a tocar Dolores O'Riordan, la antigua cantante de "The Cranberries", pero en Chicago no parece ser especialmente conocida y, mientras en España el parque estaría a rebosar, aquí cada vez queda menos gente.
Me quedaría a escucharla (aunque debería hablar sobre royalties con sus excompañeros de grupo, pues los primeros temas son de su antigua banda), pero mi compañero ha quedado con profesores españoles de Schamburgh en El Café Ibérico, por lo que él, la chica catalana y yo nos vamos del cada vez menos multitudinario concierto.
Cuando vamos a coger su coche de un aparcamiento, nos cruzamos con un grupo de gente de mediana edad vestida con ropa de gala que sale de un concierto de música clásica. La chica catalana habla de los tacones de las mujeres y ( e irónicamente) de la dificultad de llevarlos bien. Yo, me acuerdo de otras piernas y otros tacones.
El Café Ibérico se parece a cualquier establecimiento hostelero español, sobre todo, en una cosa: todos sus camamareros son hispanos. En las paredes hay supuestos bonitos dibujos de las diferentes regiones de España. El grupo es curioso. Algunos de ellos, como por ejemplo un matrimonio que vino de Melilla hace ya más de dos años (a ella, al no hablar inglés, le dieron un trabajo de administrativa en la escuela), les gusta hacer más de una hora de viaje para ir a los "malls" con las tiendas outlet de las marcas americanas (Ralph, Calvin, Guess...) y algunas europeas. Por supuesto, esos oultets están cerca de Waukegan, no se Schamburgh. Me comentan también que mi coche, pese a ser viejo, me durará, porque es como un Toyota Corolla (de su época, claro).
Sobre las 12, mi compañero catalán su compañera de piso y el novio de ésta nos acercan a mi compañera de Waukegan y a mí a nuestros respectivos apartamentos. Cuando ven mi barrio sienten envidia al ver una zona con bares, casitas y aceras.
La noche del viernes me ha llamado uno de mis compañeros catalanes de Schaumburg para avisarme de que van a venir unos cuantos (me lo dijo también una compañera catalana de Waukegan) a Chicago, al festival celta... Por lo que me acerco al Target a cambiar el barato edredón nórdico, que compré en color violeta, por uno azul para que combine mejor con mis sábanas rojas, y al "Microcomputer" a comprar unos cascos para hablar con el voip. Más tarde, cojo la línea, también azul, del metro aéreo que me lleva al Loop.
Cuando llego al centro de Chicago, quedo con mi compañero en la Plaza con las fuentes "cibernéticas", junto al Millennium Park. Después, vamos junto al resto de españoles, en su mayor parte españolas, y de Waukegan, que están en el parque como buenas españolas con su "calimocho". Suena música celta, y una especie de orfeones donostiarras en plan más gaélico.
Conozco a una profesora española que está en el distrito de Woodstock, que nos pide los teléfonos para poder quedar con gente, y que se muere de envidia al entererse que vivo en Chicago, en Wicker Park, por 650$, porque, dice, vivir en Woodstock es como vivir en un hoyo. Y pese a todo es su segundo año.
Y conozco también al novio de la compañera de piso de mi conocido de Schamburgh, que es profesor de Psicología en la Universidad de Jaén y que ha venido a verla. Hace unos días estuvieron en Nueva York. Pienso en lo fácil que es todo, hasta lo un poco difícil, cuando se desea.
Poco a poco, va anocheciendo frente los rascacielos, empieza a notarse levemente el frío (desde que he llegado, salvo esta noche durmiendo y ahora, ha hecho siempre calor) y la gente comienza a irse. Aún no son ni las 9, y curiosamente en pocos minutos va a tocar Dolores O'Riordan, la antigua cantante de "The Cranberries", pero en Chicago no parece ser especialmente conocida y, mientras en España el parque estaría a rebosar, aquí cada vez queda menos gente.
Me quedaría a escucharla (aunque debería hablar sobre royalties con sus excompañeros de grupo, pues los primeros temas son de su antigua banda), pero mi compañero ha quedado con profesores españoles de Schamburgh en El Café Ibérico, por lo que él, la chica catalana y yo nos vamos del cada vez menos multitudinario concierto.
Cuando vamos a coger su coche de un aparcamiento, nos cruzamos con un grupo de gente de mediana edad vestida con ropa de gala que sale de un concierto de música clásica. La chica catalana habla de los tacones de las mujeres y ( e irónicamente) de la dificultad de llevarlos bien. Yo, me acuerdo de otras piernas y otros tacones.
El Café Ibérico se parece a cualquier establecimiento hostelero español, sobre todo, en una cosa: todos sus camamareros son hispanos. En las paredes hay supuestos bonitos dibujos de las diferentes regiones de España. El grupo es curioso. Algunos de ellos, como por ejemplo un matrimonio que vino de Melilla hace ya más de dos años (a ella, al no hablar inglés, le dieron un trabajo de administrativa en la escuela), les gusta hacer más de una hora de viaje para ir a los "malls" con las tiendas outlet de las marcas americanas (Ralph, Calvin, Guess...) y algunas europeas. Por supuesto, esos oultets están cerca de Waukegan, no se Schamburgh. Me comentan también que mi coche, pese a ser viejo, me durará, porque es como un Toyota Corolla (de su época, claro).
Sobre las 12, mi compañero catalán su compañera de piso y el novio de ésta nos acercan a mi compañera de Waukegan y a mí a nuestros respectivos apartamentos. Cuando ven mi barrio sienten envidia al ver una zona con bares, casitas y aceras.
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lunes, 1 de octubre de 2007
Hepatitis B, seguros médicos y Open House (jueves 13 de septiembre)
Me levanto, una vez más, a las 4:45 de la mañana. Es aún de noche. Hoy,a las 6 de la tarde, tenemos Open House, los padres que lo desean vienen a conocer la escuela y a los profesores. Los de 8º grado de manera obligatoria para saber sobre la graduación.
A las 2, después del trabajo, mi compañero de programa bilíngüe, el profesor de matemáticas, oriundo de Belice y con mujer cubana (estudio ingeniería allí, se conocieron y ahora esperan su segundo hijo, con más o menos mi edad, creo) me lleva al Lincoln Center. Ambos vamos a vacunarnos de la Hepatitis B bajo sugerencia del distrito. Dos semanas antes de venir me hice una analítica completa de sangre, enfermedadades venéreas incluídas (tal vez lo debería haber hecho antes, tal vez lo hice como catarsis) y sé que no tengo nada, pero bueno, si les hace ilusión pues también nos vacunamos (a una de mis comapañera españolas una compañera de su escuela le dijo que era también para vacunarse del Sida ¿¿??).
Después de vacunarme compruebo que aún no ha llegado mi número de la seguridad social, y que por lo tanto aún no voy a cobrar. Y descubro que, cuando lo tenga, hay dos clases de seguros médicos para elegir, con sus ventajas e inconvenientes (que también tendré que descubrir). A mi compañero el año pasado le hicieron un chequeo un día en el corazón y, "por suerte", gracias al seguro "sólo" le tocó pagar 500$ de la factura de 5000$.Mi compañero me lleva a comer al mismo lugar mejicano nada interesante en el que estuve hace unas semanas. Después, me dirijo a la escuela.
Como no han llegado mis compañeros leo un correo muy cariñoso de una amiga dándome ánimos y explicándome la vida de manera inteligible, pero dificil de seguir y no lamentar.
Más tarde, estamos todos, el profesorado y lo padres que han venido en el gimnasio. Los típicos discursos habituales. Algunas notas sobre normas y disciplina. Cuando acaba, vienen a nuestras clases para conocernos. Primero habla mi compañera española, que es la "Team Leader", después mi compañero de Belice. Y después yo. Les aclaro que estamos allí para ayudarles, para ayudar a sus hijos a tener en los Estados Unidos la misma vida que los que han nacido allí, para que aprendan inglés lo antes posible y, sin perder su lengua o cultura, pasen lo antes a "regular" y salgan de "bilingual", para que puedan tener las mismas oportunidades. Les digo que no somos la policía, y que no nos importa quien tiene o no papeles (les pongo como ejemplo que yo acabo de llegar y todavía no tengo mi número de la seguridad social), que si tienen cualquier problema nos lo pueden comentar (aunque no es que a mí me falten) e intentaremos ayudarles en lo que podamos.
Despues, dos anécdotas y media más o menos divertidas. Primero unos padres vienen diciendo que he llamado estúpido a su hijo y que le he pedido bajarse los pantalones. Lo primero era falso. Lo segundo no. Les explico cómo él y un compañero hicieron ciertos comentarios sobre el posible género de un chico y me pareció que era la única manera de poder comprobar el género de cada uno. Que por supuesto era con motivos didácticos, porque no pienso aceptar comentarios homófobos en mi clase y que, claro, nadie se bajó los pantalones. Me comentan que ese chico, con el que le he sentado, es el que habla y no deja atender a su hijo. Todo queda más claro cuando les enseño la caja de chinchetas que tuve que confiscar a su hijo.
Una madre cree que su hijo debería estar en un nivel de inglés más avanzado de en el que está. Yo no lo creo especialmente, pero prometo averiguarlo y comentarle las posibilidades.
Por último, lo más divertido. Viene un alumno de 8º con su padre, la mitad de alto que yo, pero el doble de ancho, como una especie de remedo de Pancho Villa, pero con bigote rojizo. El aliento le huele a alguna copita de más. Está muy ofendido porque pregunté a su hijo si era "ganguero". Le digo que es verdad, que se lo pregunté a él y algunos compañeros más, porque no se comportan bien y porque no tienen el debido respeto. Que se lo pregunté y yo mismo respondí que si no lo eran en mi clase se iban a comportar con respeto. Que escucharían al profesor, que se callarían cuando hablase otro compañero y que cuidarían un poco las formas...
El padre parece no entender, habla un español que él define como "perfeto". Que él dirige un equipo y no les pregunta si son gangueros. Que tiene que hacer de padre y madre de su familia. Que primero hay que ganarse el respeto... Todo de una manera muy liosa... Dice que yo "hablo muchas palabras"... Mis dos compañeros vienen y parece que se va calmando (llegó a mencionar la "corte"), lo que quiere decir ir a juicio. Parece que todo se calma, nos damos las manos y se va más relajado...
Ya no me queda más remedio que coger el tren de las 9:10. Allí conozco a William, un hispano me parece recordar que de origen guatemalteco, aunque nacido aquí, que viene de ver a su novia. Me cuenta que está estudiando para ser chef. Que quiere ir tres meses a España para hacer prácticas (qué miedo me da el pobre chaval, a ver si tiene suerte, en cuanto vean a un hispano yendo contento al sector de la hostelería...). Me habla también de su novia, de cómo llevan dos años. De cómo la dejó durante unos meses porque era excesivamente celosa y sin motivo (es la única manera de ser celoso, cuando hay motivos es otra cosa). Me enseña su foto. Me dice que es muy inteligente, que saca muy buenas notas y va a estudiar medicina. yo le hablo un poco, en fin, de mi vida. De lo que creo que he hecho correctamente, pero sigo echando, de cierta manera incomprensible, de menos. Yo le he echo tres años de más, el me quita cuatro. A los dos nos parece bien. Nos despedimos habiendo intercambiado antes los teléfonos.
Llego a casa a, casi, las 11 de la noche (desde las 04:50 que me levanté). Parece que el módem ya emite una luz verde, pero no consigo que se conecte. Lo intento hasta las 02:30. En el servicio de atención al cliente me piden el número de teléfono por si la comunicación se interrumpe, y se interrumpe, qué casualidad. Me voy a la cama, porque sólo me quedan dos horas y media posibles de sueño...
A las 2, después del trabajo, mi compañero de programa bilíngüe, el profesor de matemáticas, oriundo de Belice y con mujer cubana (estudio ingeniería allí, se conocieron y ahora esperan su segundo hijo, con más o menos mi edad, creo) me lleva al Lincoln Center. Ambos vamos a vacunarnos de la Hepatitis B bajo sugerencia del distrito. Dos semanas antes de venir me hice una analítica completa de sangre, enfermedadades venéreas incluídas (tal vez lo debería haber hecho antes, tal vez lo hice como catarsis) y sé que no tengo nada, pero bueno, si les hace ilusión pues también nos vacunamos (a una de mis comapañera españolas una compañera de su escuela le dijo que era también para vacunarse del Sida ¿¿??).
Después de vacunarme compruebo que aún no ha llegado mi número de la seguridad social, y que por lo tanto aún no voy a cobrar. Y descubro que, cuando lo tenga, hay dos clases de seguros médicos para elegir, con sus ventajas e inconvenientes (que también tendré que descubrir). A mi compañero el año pasado le hicieron un chequeo un día en el corazón y, "por suerte", gracias al seguro "sólo" le tocó pagar 500$ de la factura de 5000$.Mi compañero me lleva a comer al mismo lugar mejicano nada interesante en el que estuve hace unas semanas. Después, me dirijo a la escuela.
Como no han llegado mis compañeros leo un correo muy cariñoso de una amiga dándome ánimos y explicándome la vida de manera inteligible, pero dificil de seguir y no lamentar.
Más tarde, estamos todos, el profesorado y lo padres que han venido en el gimnasio. Los típicos discursos habituales. Algunas notas sobre normas y disciplina. Cuando acaba, vienen a nuestras clases para conocernos. Primero habla mi compañera española, que es la "Team Leader", después mi compañero de Belice. Y después yo. Les aclaro que estamos allí para ayudarles, para ayudar a sus hijos a tener en los Estados Unidos la misma vida que los que han nacido allí, para que aprendan inglés lo antes posible y, sin perder su lengua o cultura, pasen lo antes a "regular" y salgan de "bilingual", para que puedan tener las mismas oportunidades. Les digo que no somos la policía, y que no nos importa quien tiene o no papeles (les pongo como ejemplo que yo acabo de llegar y todavía no tengo mi número de la seguridad social), que si tienen cualquier problema nos lo pueden comentar (aunque no es que a mí me falten) e intentaremos ayudarles en lo que podamos.
Despues, dos anécdotas y media más o menos divertidas. Primero unos padres vienen diciendo que he llamado estúpido a su hijo y que le he pedido bajarse los pantalones. Lo primero era falso. Lo segundo no. Les explico cómo él y un compañero hicieron ciertos comentarios sobre el posible género de un chico y me pareció que era la única manera de poder comprobar el género de cada uno. Que por supuesto era con motivos didácticos, porque no pienso aceptar comentarios homófobos en mi clase y que, claro, nadie se bajó los pantalones. Me comentan que ese chico, con el que le he sentado, es el que habla y no deja atender a su hijo. Todo queda más claro cuando les enseño la caja de chinchetas que tuve que confiscar a su hijo.
Una madre cree que su hijo debería estar en un nivel de inglés más avanzado de en el que está. Yo no lo creo especialmente, pero prometo averiguarlo y comentarle las posibilidades.
Por último, lo más divertido. Viene un alumno de 8º con su padre, la mitad de alto que yo, pero el doble de ancho, como una especie de remedo de Pancho Villa, pero con bigote rojizo. El aliento le huele a alguna copita de más. Está muy ofendido porque pregunté a su hijo si era "ganguero". Le digo que es verdad, que se lo pregunté a él y algunos compañeros más, porque no se comportan bien y porque no tienen el debido respeto. Que se lo pregunté y yo mismo respondí que si no lo eran en mi clase se iban a comportar con respeto. Que escucharían al profesor, que se callarían cuando hablase otro compañero y que cuidarían un poco las formas...
El padre parece no entender, habla un español que él define como "perfeto". Que él dirige un equipo y no les pregunta si son gangueros. Que tiene que hacer de padre y madre de su familia. Que primero hay que ganarse el respeto... Todo de una manera muy liosa... Dice que yo "hablo muchas palabras"... Mis dos compañeros vienen y parece que se va calmando (llegó a mencionar la "corte"), lo que quiere decir ir a juicio. Parece que todo se calma, nos damos las manos y se va más relajado...
Ya no me queda más remedio que coger el tren de las 9:10. Allí conozco a William, un hispano me parece recordar que de origen guatemalteco, aunque nacido aquí, que viene de ver a su novia. Me cuenta que está estudiando para ser chef. Que quiere ir tres meses a España para hacer prácticas (qué miedo me da el pobre chaval, a ver si tiene suerte, en cuanto vean a un hispano yendo contento al sector de la hostelería...). Me habla también de su novia, de cómo llevan dos años. De cómo la dejó durante unos meses porque era excesivamente celosa y sin motivo (es la única manera de ser celoso, cuando hay motivos es otra cosa). Me enseña su foto. Me dice que es muy inteligente, que saca muy buenas notas y va a estudiar medicina. yo le hablo un poco, en fin, de mi vida. De lo que creo que he hecho correctamente, pero sigo echando, de cierta manera incomprensible, de menos. Yo le he echo tres años de más, el me quita cuatro. A los dos nos parece bien. Nos despedimos habiendo intercambiado antes los teléfonos.
Llego a casa a, casi, las 11 de la noche (desde las 04:50 que me levanté). Parece que el módem ya emite una luz verde, pero no consigo que se conecte. Lo intento hasta las 02:30. En el servicio de atención al cliente me piden el número de teléfono por si la comunicación se interrumpe, y se interrumpe, qué casualidad. Me voy a la cama, porque sólo me quedan dos horas y media posibles de sueño...
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Mi batería (miércoles 12 de septiembre)
Estoy volviendo en bicicleta por la Western Avenue a mi apartamento. Vengo del Pep-Boys Auto. Con la mano izquierda sujeto el manillar. Con la mano derecha, sobre el cuadro de la bicilceta, sostengo la batería que acabo de comprar. Es ya casi de noche. Espero que esta batería sea la última que necesite. Espero que esta batería sirva para dejar de quedarme sin batería. Lo deseo.
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Enrique Iglesias y yo en Chicago (martes 11 de septiembre)
Estoy comiendo/cenando en el restaurante mejicano "El barco", en North Ashland Avenue, en Chicago. Me atiende una chica rusa bastante mona que me saluda con simpatía, es ya el segundo día que vengo, y me pregunta cómo me va. Como es la única que no es mejicana en el restaurante parece que le toca fregar más el suelo que a sus compañeras.
Hoy parece que ya han terminado de pintar mi apartamento. Después de comer/cenar tengo que comprar una batería, como me recomendó mi amable vecino, en el K-Mart. Ayer, de nuevo, el coche no quería que fuese a trabajar a Waukegan.
Como música de fondo suena Sakira. Más tarde hay una entrevista a Enrique Iglesias. Dice que, con treinta años, se siente tan inmaduro como siempre. Nunca pensé que me iba a sentir identificado con Enrique Iglesias. Y menos en Chicago. También comenta que prefirió escribir cincuenta canciones porque así había más posibilidades de que hubiera diez o doce buenas. Eso es ser realista (tal vez inlcuso benévolo) y tener en cuenta la estadística.
A diferencia del Jewel de justo al lado, en el K-Mart la clientela es, seguro que por alguna razón (no me parece que los precios sean especialmente más bajos), mayoritariamente negra. Veo las baterías, pero compruebo que no va a ser muy fácil volver con ella, los quince minutos que dista el supermercado de mi apartamento, llevándo sus veinte o treinta kilos mi la bicicleta.
Hoy parece que ya han terminado de pintar mi apartamento. Después de comer/cenar tengo que comprar una batería, como me recomendó mi amable vecino, en el K-Mart. Ayer, de nuevo, el coche no quería que fuese a trabajar a Waukegan.
Como música de fondo suena Sakira. Más tarde hay una entrevista a Enrique Iglesias. Dice que, con treinta años, se siente tan inmaduro como siempre. Nunca pensé que me iba a sentir identificado con Enrique Iglesias. Y menos en Chicago. También comenta que prefirió escribir cincuenta canciones porque así había más posibilidades de que hubiera diez o doce buenas. Eso es ser realista (tal vez inlcuso benévolo) y tener en cuenta la estadística.
A diferencia del Jewel de justo al lado, en el K-Mart la clientela es, seguro que por alguna razón (no me parece que los precios sean especialmente más bajos), mayoritariamente negra. Veo las baterías, pero compruebo que no va a ser muy fácil volver con ella, los quince minutos que dista el supermercado de mi apartamento, llevándo sus veinte o treinta kilos mi la bicicleta.
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Mi bañera (lunes 10 de septiembre)
Mi bañera tiene cuatro patas de león. Cuatro garras. Es vieja. Aún no está todo lo limpia que debiera. Y sin embargo tiene encanto. Una alcachofa fija. Dos grifos en la base. Me resulta imposible no recordar otras bañeras. En España, Edimburgo, Tánger. Otros momentos que no fueron perfectos y que, sim embargo, quizás relativizándolos, añoro. Parece que ésta será solo para mí. Que en ésta estaré solo. Y es una pena.
Es una pena que este viejo y pequeño apartamento, con su salón ya pintado de rojo, sus tuberías de la calefacción de azul celeste, sus imperfecciones... Es una pena que este viejo y pequeño, bohemio apartamento en Wicker Park tenga que ser sólo para mí por culpa de la estupidez y el egoísmo, tal vez también de mi torpeza, este viejo y pequeño apartamento en el que vivió una pareja, creo, con vocaciones artísticas, hasta que ella se fue a estudiar a San Francisco, y él con ella, es una pena sí, es una pena que sea sólo para mí.
Es una pena que no deje de ver algunos fantasmas con los ojos abiertos y cerrados.
Es una pena que este viejo y pequeño apartamento, con su salón ya pintado de rojo, sus tuberías de la calefacción de azul celeste, sus imperfecciones... Es una pena que este viejo y pequeño, bohemio apartamento en Wicker Park tenga que ser sólo para mí por culpa de la estupidez y el egoísmo, tal vez también de mi torpeza, este viejo y pequeño apartamento en el que vivió una pareja, creo, con vocaciones artísticas, hasta que ella se fue a estudiar a San Francisco, y él con ella, es una pena sí, es una pena que sea sólo para mí.
Es una pena que no deje de ver algunos fantasmas con los ojos abiertos y cerrados.
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domingo, 30 de septiembre de 2007
Cosas 3. Adelanto (Domingo 30 de septiembre)
Hace poco más de dos meses mandé a una persona un mensaje triste, un tanto absurdo, un tanto duro tal vez, un tanto desesperado, en el que casi al final decía que el destino nos trataría como pudiera o nos mereciéramos y puede ser que, no sé exactamente por qué, me lo merezca o el destino no sepa, no pueda tratarme mejor. No lo sé. Por supuesto que un destino para un chico de 30 años y clase media, no hay que exagerar. No lo sé.
Y la verdad es que yo no busco, no necesito curtirme, ser más fuerte, sólo quiero ser feliz, un poco más feliz, encontrar lo que, de una manera u otra, de una forma u otra, todos los seres humanos buscamos. Pero parece que, de momento, el destino se ha empeñado, en los últimos dos años, en endurecerme, en entrenarme no sé para qué tarea. O simplemente, los átomos quue forman las cosas, los átomos que forman las personas, las casas, los coches, los teléfonos móviles, los aviones, los establecimeintos de comida rápida, las pieles, los ojos, los cuerpos, los elementos químicos que unen y separan a las personas tiemblan y adoptan formas tensas e incómodas cuando me acerco. No lo sé.
En cualquier caso, aunque resulte incompleto, este es un adelanto de otras tantas "Cosas Modernas" que se te pueden olvidar o levemente complicar, antes, en y durante un viaje (o vida en otro, en un nuevo lugar), en este mundo complejo:
- Puedes comprarte un Geo Prizm del 95 con 160.000 millas que se quede sin batería a los cuatro días y que te lo recarge un amable estadounidense en Wicker Park.
- Puedes olvidarte las llaves dentro de tu Geo Prizm del 95 (unas llaves que no sirven para cerrar la puerta) y que te lo abra un amable policía en Waukegan.
- Puedes comprarte un Geo Prizm del 95 con 160.000 millas que se quede sin batería a los cuatro días de haberla recargado.
- Puedes tener que comprar una nueva batería.
- Puedes olvidarte de nuevo las llaves dentro de tu Geo Prizm del 95 en el Ikea de Schamburg a las 8 de la noche. Puede que allí la policía sólo abra los coches si hay un niño y/o un animal dentro.
- Pudes encontrarte solo las 10 de la noche en un polígono, en un suburbio de Chicago, frente a un Ikea. Puedes tener que ir andando a una BP Petrol Station. Puedes encontrarte allí a un policía bajito y de bigote rojo que te vuelva a aclarar que sólo abren los coches si hay un niño y/o un animal dentro y que a él eso sólo le pasaba de niño y que también les pasa a sus hijos.
- Puedes tener que pagar a una compañía para venga a abrírtelo. Puedes verte con una chica joven y grande y su padre intentando abrir tu coche a las 11 de la noche, en un suburbio de Chicago, frente al Ikea.
- Puedes tener que coger la autopista para regresar a Chicago y llegar a las 12:30 de la noche para levantarte a las 4:50.
- Puedes encontrate con que, a la salida del trabajo, en el aparcamiento de la escuela, tu Geo Prizm del 95 con 160.000 millas no arranque de nuevo. Puedes hablar con el concesionario oficial Mazda donde te lo vendieron (o donde te engañaron) y que te comenten que es sin garantía, pero que mirarán si es algo simple.
- Puedes descubrir que, al día y medio de dolvértelo "arreglado", tu Geo Prizm del 95 y con 160.000 millas, en la estación de trenes de Waukegan, no arranque de nuevo. Puedes subir andando hasta el concesionario y discutir con el "General Manager" y volver de nuevo a la estación.
- Puedes encontrarte dos multas cuando regreses a la estación: una por no tener el ticket y otra por mal estacionamiento.
- Puedes intentar que un taxista indio te lo recargue y que te sugiera recargártelo por un módico precio. Que un chico negro intente ayudarte y que te mande a un simpático trío de mejicanos que "soporta" sus tropas con los que empujas tu Geo Prizm del 95 y 160.000 millas aparcamiento arriba, aparcamiento abajo, hasta que, sin empujarlo, con las pinzas, consiguen recargártelo.
- Puedes volver a Chicago parando en una tienda de comida rápida (dejando el motor, por si acaso, encendido) y echando gasolina (dejando, por si acaso, el motor encendido).
- Puedes estar esperando cinco horas a que lo reparen en una gran cadena de talleres mecánicos y pagar 280$.
- Puedes, al día siguiente, a as 12 de la noche, encontrarte una nueva multa de 50$ por mal estacionamiento (había una pequeña señal tras las ramas del árbol), decidir olvidarte de ella y buscar a la gente con la que has quedado y descubrir que, tu Geo Prizm del 95 y con 160.000 millas, no arranca de nuevo.
- Puedes estar actualizando tu blog mientras esperas a que llegue la grúa para llevarse tu Geo Prizm del 95 y con 160.000 millas de nuevo a la gran cadena de talleres mecánicos a la que has acudido en bici a las 9:45 de la mañana.
- Pueden ser las 11:45 y que la grúa no haya llegado ni llamado y que tu coche siga mal aparcado frente a la pequeña señal escondida.
Y que pese a todo no te parezca lo más importante, y que pese a todo no lo sea y que pese a todo sea parte de tu vida.
Y la verdad es que yo no busco, no necesito curtirme, ser más fuerte, sólo quiero ser feliz, un poco más feliz, encontrar lo que, de una manera u otra, de una forma u otra, todos los seres humanos buscamos. Pero parece que, de momento, el destino se ha empeñado, en los últimos dos años, en endurecerme, en entrenarme no sé para qué tarea. O simplemente, los átomos quue forman las cosas, los átomos que forman las personas, las casas, los coches, los teléfonos móviles, los aviones, los establecimeintos de comida rápida, las pieles, los ojos, los cuerpos, los elementos químicos que unen y separan a las personas tiemblan y adoptan formas tensas e incómodas cuando me acerco. No lo sé.
En cualquier caso, aunque resulte incompleto, este es un adelanto de otras tantas "Cosas Modernas" que se te pueden olvidar o levemente complicar, antes, en y durante un viaje (o vida en otro, en un nuevo lugar), en este mundo complejo:
- Puedes comprarte un Geo Prizm del 95 con 160.000 millas que se quede sin batería a los cuatro días y que te lo recarge un amable estadounidense en Wicker Park.
- Puedes olvidarte las llaves dentro de tu Geo Prizm del 95 (unas llaves que no sirven para cerrar la puerta) y que te lo abra un amable policía en Waukegan.
- Puedes comprarte un Geo Prizm del 95 con 160.000 millas que se quede sin batería a los cuatro días de haberla recargado.
- Puedes tener que comprar una nueva batería.
- Puedes olvidarte de nuevo las llaves dentro de tu Geo Prizm del 95 en el Ikea de Schamburg a las 8 de la noche. Puede que allí la policía sólo abra los coches si hay un niño y/o un animal dentro.
- Pudes encontrarte solo las 10 de la noche en un polígono, en un suburbio de Chicago, frente a un Ikea. Puedes tener que ir andando a una BP Petrol Station. Puedes encontrarte allí a un policía bajito y de bigote rojo que te vuelva a aclarar que sólo abren los coches si hay un niño y/o un animal dentro y que a él eso sólo le pasaba de niño y que también les pasa a sus hijos.
- Puedes tener que pagar a una compañía para venga a abrírtelo. Puedes verte con una chica joven y grande y su padre intentando abrir tu coche a las 11 de la noche, en un suburbio de Chicago, frente al Ikea.
- Puedes tener que coger la autopista para regresar a Chicago y llegar a las 12:30 de la noche para levantarte a las 4:50.
- Puedes encontrate con que, a la salida del trabajo, en el aparcamiento de la escuela, tu Geo Prizm del 95 con 160.000 millas no arranque de nuevo. Puedes hablar con el concesionario oficial Mazda donde te lo vendieron (o donde te engañaron) y que te comenten que es sin garantía, pero que mirarán si es algo simple.
- Puedes descubrir que, al día y medio de dolvértelo "arreglado", tu Geo Prizm del 95 y con 160.000 millas, en la estación de trenes de Waukegan, no arranque de nuevo. Puedes subir andando hasta el concesionario y discutir con el "General Manager" y volver de nuevo a la estación.
- Puedes encontrarte dos multas cuando regreses a la estación: una por no tener el ticket y otra por mal estacionamiento.
- Puedes intentar que un taxista indio te lo recargue y que te sugiera recargártelo por un módico precio. Que un chico negro intente ayudarte y que te mande a un simpático trío de mejicanos que "soporta" sus tropas con los que empujas tu Geo Prizm del 95 y 160.000 millas aparcamiento arriba, aparcamiento abajo, hasta que, sin empujarlo, con las pinzas, consiguen recargártelo.
- Puedes volver a Chicago parando en una tienda de comida rápida (dejando el motor, por si acaso, encendido) y echando gasolina (dejando, por si acaso, el motor encendido).
- Puedes estar esperando cinco horas a que lo reparen en una gran cadena de talleres mecánicos y pagar 280$.
- Puedes, al día siguiente, a as 12 de la noche, encontrarte una nueva multa de 50$ por mal estacionamiento (había una pequeña señal tras las ramas del árbol), decidir olvidarte de ella y buscar a la gente con la que has quedado y descubrir que, tu Geo Prizm del 95 y con 160.000 millas, no arranca de nuevo.
- Puedes estar actualizando tu blog mientras esperas a que llegue la grúa para llevarse tu Geo Prizm del 95 y con 160.000 millas de nuevo a la gran cadena de talleres mecánicos a la que has acudido en bici a las 9:45 de la mañana.
- Pueden ser las 11:45 y que la grúa no haya llegado ni llamado y que tu coche siga mal aparcado frente a la pequeña señal escondida.
Y que pese a todo no te parezca lo más importante, y que pese a todo no lo sea y que pese a todo sea parte de tu vida.
Servicio de Atención al Cliente (sábado 8 de septiembre)
- Wellcome to T-Mobile. For English, say English. Para español, diga español.
- Está bien, usted ha elegido español.
- Dígame en qué podemos ayudarles, recuerde que usted puede elegir cualquier opción, desde recargar su cuenta hasta hablar con un respresentante.
- Está bien, usted ha decidido recargar su cuenta.
- Si desea recargar su cuenta con un cupón de recarga, presione uno. Si desea recargar su cuenta con una tarjeta de crédito o débito, presione dos. Si desea recargar su tarjeta con un cheque, presione tres.
- Muy bien, usted ha decido recargar su cuenta con una tarjeta de crédito o débito.
- Por favor, diga el nombre del titular, tal y como esta escrito en la tarjeta.
- Perdone, no le he entendio bien.
- Perdone, me equivoqué.
- Por favor, diga la dirección completa del titular de la tarjeta.
- Por favor, marque uno a uno los dígitos de su tarjeta.
- Por favor, marque la fecha de caducidad de su tarjeta.
- Por favor, marque el código postal de la dirección en la que está domiciliada su tarjeta.
- Por favor, marque uno a uno el número de teléfono en el que desea hac er la recarga.
- Por favor, marque o diga claramente su número clave para que podamos pasarle con un representante.
- Usted ha dicho....
- Perdone, me equivoqué.
- Por favor, marque o diga claramente su número clave para que podamos pasarle con un representante.
- Por motivos de seguridad y calidad en el servicio su llamada puede ser grabada o monitoreada.
- Debido al alto número de llamadas su llamada puede tardar un poco más de lo habitual en ser atendida.
- Por favor, mantángase a la espera, su llamada será atendida en cuanto haya un representante disponible. Su llamada es importante.
- Está bien, usted ha elegido español.
- Dígame en qué podemos ayudarles, recuerde que usted puede elegir cualquier opción, desde recargar su cuenta hasta hablar con un respresentante.
- Está bien, usted ha decidido recargar su cuenta.
- Si desea recargar su cuenta con un cupón de recarga, presione uno. Si desea recargar su cuenta con una tarjeta de crédito o débito, presione dos. Si desea recargar su tarjeta con un cheque, presione tres.
- Muy bien, usted ha decido recargar su cuenta con una tarjeta de crédito o débito.
- Por favor, diga el nombre del titular, tal y como esta escrito en la tarjeta.
- Perdone, no le he entendio bien.
- Perdone, me equivoqué.
- Por favor, diga la dirección completa del titular de la tarjeta.
- Por favor, marque uno a uno los dígitos de su tarjeta.
- Por favor, marque la fecha de caducidad de su tarjeta.
- Por favor, marque el código postal de la dirección en la que está domiciliada su tarjeta.
- Por favor, marque uno a uno el número de teléfono en el que desea hac er la recarga.
- Por favor, marque o diga claramente su número clave para que podamos pasarle con un representante.
- Usted ha dicho....
- Perdone, me equivoqué.
- Por favor, marque o diga claramente su número clave para que podamos pasarle con un representante.
- Por motivos de seguridad y calidad en el servicio su llamada puede ser grabada o monitoreada.
- Debido al alto número de llamadas su llamada puede tardar un poco más de lo habitual en ser atendida.
- Por favor, mantángase a la espera, su llamada será atendida en cuanto haya un representante disponible. Su llamada es importante.
3:10 to Waukegan (sábado 8 de septiembre)
Por la tarde hablo con una compañera, de mi mismo barrio en Valladolid, que está en el distrito de Carpentersville. Los mismo comentarios que hacemos tod@s: allí están, dejadas de la mano de dios, o del consulado español o de las autoridades educativas de los Estados Unidos. No saben el curriculum que tienen que impartir ni el material, no saben los formularios que tiene que rellenar, no tienen todos los certificados, el sueldo es más bajo que el anunciado, no tiene coche, por lo que se encuentran semincomunicadas del resto de la civilización... en fin.
Después de hablar con ella, decido ir al cine. 3:10 to Yuma, uno de estos nuevos westerns crepusculares con Christian Bale y Russel Crowe. El cine está en el mismo polígono de naves industriales que el Target, Micro Computer, Strack&Van Til, junto a la salida de las autopistas nacionales 90 y 94. Compro una entrada por el módico precio de 10 dólares. Como falta casi una hora decido comprar en el Target una tarjeta de otros 10 dólares para poder mandar mensajes internacionales con mi móvil norteamericano. El servicio automático de T-Mobile no acepta el código. Decido hablar con un "representante". Me toca uno de estos amables representantes hispanos (he decidio hablar en "español") que lamentan todo muchísimo, que te preguntan por tu vida, que hacen comentarios sobre lo que les dices: "qué bueno", "me alegro mucho, espero que le vaya muy bien en Chicago", "lamento mucho esta incidencia en un cliente tan importante para T-Mobile", "cómo lamento esta incoveniencia en su fin de semana" y, que por desgracia, como en todo buen servicio de atención al cliente telefónico (trabajé durante mes y medio en uno) del mundo, casi nunca pueden solucionarte nada.
La entrada del cine huele fuertemente a palomitas con mantequilla. Hay dos dos docenas de personas comprando comida en cantidades industriales y otras dos docenas jugando a videojuegos. Los pasillos enmoquetados te llevan a la sala siguiendo un sendero de palomitas. En los cuartos de baño todo es automático: la cisterna, los grifos, la máquina de aire caliente para secarse las manos. La sala es aceptable, aunque peor que cualquier sala de los UGC de Valladolid. Media docena de anuncios. La película es aceptable. Cojo la bicicleta para regresar a mi apartamento. Espero que este mi tren a Waukegan tenga mejores resultados.
Después de hablar con ella, decido ir al cine. 3:10 to Yuma, uno de estos nuevos westerns crepusculares con Christian Bale y Russel Crowe. El cine está en el mismo polígono de naves industriales que el Target, Micro Computer, Strack&Van Til, junto a la salida de las autopistas nacionales 90 y 94. Compro una entrada por el módico precio de 10 dólares. Como falta casi una hora decido comprar en el Target una tarjeta de otros 10 dólares para poder mandar mensajes internacionales con mi móvil norteamericano. El servicio automático de T-Mobile no acepta el código. Decido hablar con un "representante". Me toca uno de estos amables representantes hispanos (he decidio hablar en "español") que lamentan todo muchísimo, que te preguntan por tu vida, que hacen comentarios sobre lo que les dices: "qué bueno", "me alegro mucho, espero que le vaya muy bien en Chicago", "lamento mucho esta incidencia en un cliente tan importante para T-Mobile", "cómo lamento esta incoveniencia en su fin de semana" y, que por desgracia, como en todo buen servicio de atención al cliente telefónico (trabajé durante mes y medio en uno) del mundo, casi nunca pueden solucionarte nada.
La entrada del cine huele fuertemente a palomitas con mantequilla. Hay dos dos docenas de personas comprando comida en cantidades industriales y otras dos docenas jugando a videojuegos. Los pasillos enmoquetados te llevan a la sala siguiendo un sendero de palomitas. En los cuartos de baño todo es automático: la cisterna, los grifos, la máquina de aire caliente para secarse las manos. La sala es aceptable, aunque peor que cualquier sala de los UGC de Valladolid. Media docena de anuncios. La película es aceptable. Cojo la bicicleta para regresar a mi apartamento. Espero que este mi tren a Waukegan tenga mejores resultados.
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jueves, 27 de septiembre de 2007
Caseros, pintores, alumnas (viernes 7 de septiembre)
Cuando pregunto a una pareja de alumnas en clase de qué están hablando, me responde: "Nada, - se pone roja- de que se le ve a usted muy guapo". Resulta levemente halagador, pero lo sería más si la chica me gustase y no tuviera unos doce años y no fuera ilegal y no me deportasen del país.
Echo gasolina al coche y cojo la autopista a Chicago sobre las 2 de la tarde. Al salir pronto, en apenas 45 minutos estoy allí. Me encuentro a un mejicano llamado Alfonso pintándome el apartamento. Le pregunto si mi habitación está ya acabada, porque no lo parece. Me contesta que sí. Que Raúl, mi casero, le ha dicho que se limite a tapar todas las posibles manchas. Le aclaro que sé que no depende de él, pero que eso no era lo acordado. Me reponde que Raúl vendrá dentro de poco. Me habla de cómo es mi casero. Que tiene los apartamentos en unas condiciones muy mejorables. Que intenta invertir lo mínimo en arreglarlos. Él, Alfonso, no tiene papeles y no habla inglés, y me temo que,por eso mismo, mi casero abusa de él y su sueldo es mínimo.
Cuando llega mi casero le digo que pintar el apartamento a partes no era lo acordado. Se ríe. Hace bromas. Me pregunta que para qué he llegado hoy tan pronto. Pese a todo, entre bromas y algunas insinuaciones, parece que le dejo claro que tiene que pintarlo entero. Que no gano nada eliminando unas manchas por otras más brillantes. Queda en enviarme a Alfonso a pintarlo el lunes. Le comento a Raúl, mi casero, que hay que tratar bien a los trabajadores. Me cuenta que, cuando vivía en Méjico, le intentaron captar los del sindicato, porque dirigía algunos grupos (y porque no parecía respetar mucho las normas). No queda muy claro en qué quedaron. Todo me suena un poco. Invito a Alfonso a la posible fiesta de inauguración.
Al poco de irse mi casero y el pintor llega mi modem por Ups. Parece que por fin voy a tener internet. Pero no, pese a lo prometido (que el modem me llegara el jueves y tener activado el servicio el viernes), en la carta se me indica que no se me activará el servicio hasta el próximo jueves. Bueno, pese a la pequeña desilusión, no había que esperar mucho más de una compañía de telecomunicaciones.
Voy al citibank a devolver unos papeles que me habían entregado por error cuando abrí la cuenta.
Entro en una tienda "vintage" donde venden ropa de segundamano, supongo que para la gente más cool de "Wicker Park". La atiende una dependienta muy bonita, alta y delgada, de piel clara y pelo moreno, con unas gafas de apariencia intelectual.
Estalla una tormenta.
Como/ceno en el Hollywood Grill. La cajera me dice que le gustan mis vaqueros.
Regreso a casa.
(Durante el día suceden/han sucedido más cosas de semejante irrelevante importancia. Supongo)
Echo gasolina al coche y cojo la autopista a Chicago sobre las 2 de la tarde. Al salir pronto, en apenas 45 minutos estoy allí. Me encuentro a un mejicano llamado Alfonso pintándome el apartamento. Le pregunto si mi habitación está ya acabada, porque no lo parece. Me contesta que sí. Que Raúl, mi casero, le ha dicho que se limite a tapar todas las posibles manchas. Le aclaro que sé que no depende de él, pero que eso no era lo acordado. Me reponde que Raúl vendrá dentro de poco. Me habla de cómo es mi casero. Que tiene los apartamentos en unas condiciones muy mejorables. Que intenta invertir lo mínimo en arreglarlos. Él, Alfonso, no tiene papeles y no habla inglés, y me temo que,por eso mismo, mi casero abusa de él y su sueldo es mínimo.
Cuando llega mi casero le digo que pintar el apartamento a partes no era lo acordado. Se ríe. Hace bromas. Me pregunta que para qué he llegado hoy tan pronto. Pese a todo, entre bromas y algunas insinuaciones, parece que le dejo claro que tiene que pintarlo entero. Que no gano nada eliminando unas manchas por otras más brillantes. Queda en enviarme a Alfonso a pintarlo el lunes. Le comento a Raúl, mi casero, que hay que tratar bien a los trabajadores. Me cuenta que, cuando vivía en Méjico, le intentaron captar los del sindicato, porque dirigía algunos grupos (y porque no parecía respetar mucho las normas). No queda muy claro en qué quedaron. Todo me suena un poco. Invito a Alfonso a la posible fiesta de inauguración.
Al poco de irse mi casero y el pintor llega mi modem por Ups. Parece que por fin voy a tener internet. Pero no, pese a lo prometido (que el modem me llegara el jueves y tener activado el servicio el viernes), en la carta se me indica que no se me activará el servicio hasta el próximo jueves. Bueno, pese a la pequeña desilusión, no había que esperar mucho más de una compañía de telecomunicaciones.
Voy al citibank a devolver unos papeles que me habían entregado por error cuando abrí la cuenta.
Entro en una tienda "vintage" donde venden ropa de segundamano, supongo que para la gente más cool de "Wicker Park". La atiende una dependienta muy bonita, alta y delgada, de piel clara y pelo moreno, con unas gafas de apariencia intelectual.
Estalla una tormenta.
Como/ceno en el Hollywood Grill. La cajera me dice que le gustan mis vaqueros.
Regreso a casa.
(Durante el día suceden/han sucedido más cosas de semejante irrelevante importancia. Supongo)
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miércoles, 26 de septiembre de 2007
Entrando en mi coche con la policía (miércoles 5 de septiembre)
Parece que hoy por fin puedo ir por primera vez a Waukegan en mi coche. A la salida de mi barrio, junto a la autopista, pregunto, pero ni me oriento ni me indican bien. Me veo yendo al norte a través de los barrios de Chicago. Veo amanecer junto al lago Míchigan en Evanston. En otro momento,en otra situación, con otra mente, resultaría idílico, pero no era hoy el objetivo. Por fin consigo entrar en la autopista.
Nada más llegar a mi escuela, al bajar los pestillos de mi coche (único sistema de cierre), compruebo que me he dejado las llaves dentro. Las llaves del apartamento, del candado de la bici, de mi clase, de mismo coche. Pregunto al personal de seguridad, a un profesor, me dicen que con una percha podrían pero que no tienen, que llamarán a la policía. Al rato viene la policía. Es un policía amable. Saca lo que serían las herramientas de un buen ladrón. Mete una varilla a través del hueco de la venta del coche. Sube el pestillo. Hablamos de la policía, de cómo mi padre también lo es en España, de cómo aquí, en Estados Unidos, con todo el mundo pudiendo llevar armas es todo un poco más complicado.
Según llego a Chicago recibo un mensaje de "mi agente" diciendo que lo de mis muebles le está volviendo loco porque en la empresa de alquiler de camiones han perdido la reserva. Le constesto diciendo que él verá, que yo puedo cualquier día a partir de estas horas, pero que no quiero que se estrese por mis muebles. No sé nada de él desde entonces...
Al menos, compruebo al llegar al apartamento que el haber llamado a mi casero y haberle visto y volvérselo a recordar ha servido de algo y ya han pintado algunas molduras en la casa.
Nada más llegar a mi escuela, al bajar los pestillos de mi coche (único sistema de cierre), compruebo que me he dejado las llaves dentro. Las llaves del apartamento, del candado de la bici, de mi clase, de mismo coche. Pregunto al personal de seguridad, a un profesor, me dicen que con una percha podrían pero que no tienen, que llamarán a la policía. Al rato viene la policía. Es un policía amable. Saca lo que serían las herramientas de un buen ladrón. Mete una varilla a través del hueco de la venta del coche. Sube el pestillo. Hablamos de la policía, de cómo mi padre también lo es en España, de cómo aquí, en Estados Unidos, con todo el mundo pudiendo llevar armas es todo un poco más complicado.
Según llego a Chicago recibo un mensaje de "mi agente" diciendo que lo de mis muebles le está volviendo loco porque en la empresa de alquiler de camiones han perdido la reserva. Le constesto diciendo que él verá, que yo puedo cualquier día a partir de estas horas, pero que no quiero que se estrese por mis muebles. No sé nada de él desde entonces...
Al menos, compruebo al llegar al apartamento que el haber llamado a mi casero y haberle visto y volvérselo a recordar ha servido de algo y ya han pintado algunas molduras en la casa.
¿Recargando baterías? (martes 4 de septiembre)
Me levanto una vez más de noche, con sueño. No tengo tanta prisa. Hoy voy al trabajo por primera vez en mi nuevo/viejo coche. Entro en él. Meto la llave. No hace absolutamente ningún sonido. Ansolutamente ninguno. Lo intento varias veces. Nada. Decido dejarlo, porque en el siguiente tren ya llego tarde, pero si no salgo también lo perderé.
En el tren compruebo, cuando me pide el billete el revisor, que seguramente en el último viaje, decidí regalar los cinco viajes que me quedaban en el bono. Mi cabeza y el moderno sistema de dejarlo en una pequeño soporte de metal para que los vea el revisor lo han conseguido. Es la segunda vez. Busco dinero. No tengo. Y en la compañía de trenes no aceptan tarjetas. El revisor decide invitarme.
Regreso en el primer tren que puedo para intentar ver qué le ocurre al cohe. Me han comentado que, si no suena absolutamente nada, es la batería. Al llegar veo una pareja de jóvenes negra que se baja de un todoterreno. Les pregunto si tienen pinzas, pero no tienen. Un hombre blanco que estaba sentado en las escaleras de la antrada de su casa se acerca. Parece de clase baja. Me dice que él tiene. Acerca su furgoneta. Me ayuda a encontrar la palanca para abrir el capó del coche. Pone las pinzas. Manda a su hijo pequeño a casa a por una llave. Se acercan dos amigos. Revisa los bornes. Aprieta las tuercas. Me indica cuándo encender el motor, cuando parar. Me dice que, posiblemente, se deba a que es una batería vieja. Que, si me vuelve a ocurrir, me compre una batería nuvea. Que en la K-Mart no costará más de 45$. Que si quiero, si necesito comprarla, él me la pone. Es muy amable. También muy americano. Parece mecánico o cualquier otro trabajador del sector oficios. Le digo que, cuando tenga ya el apartamento pintado y con muebles, pienso hacer una fiesta de inauguración. Que está invitado. Me lo agradece, dice que no faltará.
Cojo el cohe para que se acabe de recargar la batería. Vuelvo a perderme en Chicago. Conduzco por calles que creo lejanas y más tarde descubriré que están junto a mi apartamento o que empiezan junto a mi apartamento y terminan, quién sabe, esto es América, tal vez en Nuevo México.
En el tren compruebo, cuando me pide el billete el revisor, que seguramente en el último viaje, decidí regalar los cinco viajes que me quedaban en el bono. Mi cabeza y el moderno sistema de dejarlo en una pequeño soporte de metal para que los vea el revisor lo han conseguido. Es la segunda vez. Busco dinero. No tengo. Y en la compañía de trenes no aceptan tarjetas. El revisor decide invitarme.
Regreso en el primer tren que puedo para intentar ver qué le ocurre al cohe. Me han comentado que, si no suena absolutamente nada, es la batería. Al llegar veo una pareja de jóvenes negra que se baja de un todoterreno. Les pregunto si tienen pinzas, pero no tienen. Un hombre blanco que estaba sentado en las escaleras de la antrada de su casa se acerca. Parece de clase baja. Me dice que él tiene. Acerca su furgoneta. Me ayuda a encontrar la palanca para abrir el capó del coche. Pone las pinzas. Manda a su hijo pequeño a casa a por una llave. Se acercan dos amigos. Revisa los bornes. Aprieta las tuercas. Me indica cuándo encender el motor, cuando parar. Me dice que, posiblemente, se deba a que es una batería vieja. Que, si me vuelve a ocurrir, me compre una batería nuvea. Que en la K-Mart no costará más de 45$. Que si quiero, si necesito comprarla, él me la pone. Es muy amable. También muy americano. Parece mecánico o cualquier otro trabajador del sector oficios. Le digo que, cuando tenga ya el apartamento pintado y con muebles, pienso hacer una fiesta de inauguración. Que está invitado. Me lo agradece, dice que no faltará.
Cojo el cohe para que se acabe de recargar la batería. Vuelvo a perderme en Chicago. Conduzco por calles que creo lejanas y más tarde descubriré que están junto a mi apartamento o que empiezan junto a mi apartamento y terminan, quién sabe, esto es América, tal vez en Nuevo México.
Luchando contra América o el destino (martes 25 de septiembre)
Hace mucho que no actualizo este blog. Ha sido complicado. El mundo es muy complejo y todo es un poco complicado. El disco duro de mi portátil no pasa por sus mejores épocas. Mi disco duro tampoco. Ayer, volviendo en el tren de Waukegan con una de mis compañeras españolas, una chica catalana con la que, pese a las diferencias, hay cierta empatía, hablábamos de cómo estábamos un poco muy hartos de todo y cómo a veces nos daban ganas de volver a España. Y sí, hay momentos, bastantes, en los que es así. Pero le dije, y me digo cada poco, que no, que no va a ser así, que América o el destino no nos van a ganar y que voy a vencer a este puto país, a mi destino, a mis absurdo pasado, a recuerdos que no me dejan dormir tranquilo, a todas las inclemencias que, una tras otra, parecen perseguirme.
Sí, hay veces que me arrepiento de cosas que hice, que he hecho, de cosas que no supe, que no he sabido gestionar, de cierta inflexibilidad, de cierta falta de sangre fría, de mente despejada, no sé, de tantas cosas... Y hay veces que pienso en rectificar ciertas cosas, dar mi brazo a torcer, ofrecer cosas que, en estos momentos, creo poder ofrecer (cosas que he ofrecido tantas veces), ser generoso, olvidar, de nuevo, tantas cosas del pasado, este último verano, los sentimientos de los últimos meses, volver a intentarlo... Pero sé que, en lo esencial, no debo hacerlo, que debo de olvidar, superar el pasado y rectificar el futuro, evitar caer, cometer los mismos errores, pese a que Waukegan, Chicago, Illinois, Estados Unidos, parezcan no querer dejarme encontrarme, encontrar mi camino.
Hace mucho que no actualizo este blog. Intentaré hacerlo. Intentaré no ser pesado ni excesivamente aburrido. Intentaré resumirlo.
Sí, hay veces que me arrepiento de cosas que hice, que he hecho, de cosas que no supe, que no he sabido gestionar, de cierta inflexibilidad, de cierta falta de sangre fría, de mente despejada, no sé, de tantas cosas... Y hay veces que pienso en rectificar ciertas cosas, dar mi brazo a torcer, ofrecer cosas que, en estos momentos, creo poder ofrecer (cosas que he ofrecido tantas veces), ser generoso, olvidar, de nuevo, tantas cosas del pasado, este último verano, los sentimientos de los últimos meses, volver a intentarlo... Pero sé que, en lo esencial, no debo hacerlo, que debo de olvidar, superar el pasado y rectificar el futuro, evitar caer, cometer los mismos errores, pese a que Waukegan, Chicago, Illinois, Estados Unidos, parezcan no querer dejarme encontrarme, encontrar mi camino.
Hace mucho que no actualizo este blog. Intentaré hacerlo. Intentaré no ser pesado ni excesivamente aburrido. Intentaré resumirlo.
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