Cojo un un autobús desde Po Lam sin saber a dónde me lleva. El autobús repta por las autopistas de Hong Kong, pasa junto a la costa de los nuevos territorios. Me bajo cuando aparecen calles y centros comerciales.
Un gran bloque rojo llamado explícitamente Mega Box se alza entre los rascacielos. Un centro comercial de diseño. Catorce plantas de tiendas de ropa, cines Imax y restaurantes. Firmas europeas. Muñecos minimalistas para coleccionistas adultos del tamaño de un niño. Enormes tiendas donde los clientes juegan gratuitamente frente a enormes pantallas de plasma a Playstations 3.
Cuando estoy ya saturado de tiendas y ofertas, de escaleras mecánicas y ascensores con pantallas digitales y espejos, pienso en volver a mi habitación.
Son casi las siete de la tarde. Ya es de noche.
Hay un concesionario Porsche que parece perdido en un solar.
Me decido a a encontrar la boca del metro siguiendo a la riada de personas que salen del trabajo. Cientos de personas cruzamos pasarelas invadidas por tiendas y restaurantes, atravesamos centros comerciales, subimos y bajamos por escaleras mecánicas.
Descubro que estaba en Kowloon Bay.
Kowloon Bay, Ngau Tau Kok, Kwun Tong, Lam Tim, Yau Tong, Quarry Bay, North Point, Fortress Hill, Tin Hau.
Un chico occidental rubio habla sonriente con una chica oriental.
En mi cabeza suena suena Waht if this storm ends? de Snow Patrol, pero en esta tormenta sólo estoy yo. Y no pasaría nada si acabara.