No he leído la novela de Anne Tyler. Apenas recuerdo escenas de la película de Kasdan (el perro saltando desde las escaleras). Pero parece una buena descripción de mi situación actual.
He venido a Hong Kong cuando ya no sabía si deseaba venir. Y no sé si he perdido a alguien, si he perdido algo, porque no sé si lo tuve, si realmente he perdido algo. Pero, más allá de estas diferencias, más allá de las diferencias físicas, me puedo reconocer en los ojos de William Hurt.
Hasta hace unos minutos no me había dado cuenta de que ya era jueves. Hasta que no he consultado el calendario del portátil todavía pensaba que era miércoles. Por eso me sorprendo cuando escucho a en el pasillo a la chica de la limpieza esta mañana. Me voy de la habitación después de ducharme y tomar vitaminas, hipérico, una perla de ajo, una perla de aceite de pescado, gingko y un zumo de naranja.
Con Pioneer to the Falls de Interpol como banda sonora de mi cerebro cojo el metro en dirección a Po Lam.
Sentados frente a mí viajan una pareja de veinteañeros. Comparten los auriculares conectados a la Psp. Alternativamente comprueban también algo en el móvil. Ella lleva una camiseta que dice “Fresh Sauce”. Él, zapatillas de piel y gafas de pasta negra. Se acarician las manos, sonríen, cierran los ojos mientras ella apoya la cabeza sobre el hombro de él.
Metro City Plaza es un conjunto de galerías comerciales haciendo de base de unos rascacielos construidos en ninguna parte. Parece ser una zona residencial de la clase media hongkonesa. Apenas se ven tiendas de firmas de lujo. En una tienda de electrónica venden imitaciones del iPhone por 100€. En el MacDonald’s en el que como hay decenas de niños y niñas con uniforme escolar.
Soy el único occidental en el Metro City Plaza de Po Lam. Un occidental con los ojos de William Hurt. Un turista accidental.
1 comentario:
Nada es casual...sigo pensando que encontrarte ha sido por algo,desconocerte me da el valor para hablarte,saber que nunca te vere,la complicidad unica conmigo misma para decirte ESTOY CONTIGO.
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.
konstantínos Kaváfis.
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