Hace ya casi año y medio te ofrecían una mano y una cama sospechando, tal vez, que la oferta ya no sería aceptada. Que entendían que la oferta, por más que doliera no aceptarla, ya no compensaba, porque no era una oferta sentida más allá del miedo superficial y la superficialidad misma, porque no era una oferta esencial ni verdadera.
Hace ya casi año y medio que te creíste librar de una cadena, aunque la cadena siguió aferrada a tus tobillos, tu corazón y tu cuello. Hace ya casi año y medio dejaron de estar presentes una mano, una cama, unos muslos, una voz, una persona. Una esperanza marchita. Una creencia. Aunque éstas eran tuyas. Y también han dejado de estar. Un año y medio perdidos tras un año y medio
Hace ya casi un año que te despediste de una persona esperando verla en menos de un mes. Hace cuatro meses que no te despediste de una persona, de unas personas, porque esta vez era también para siempre. Porque la creencia y la esperanza habían sido también tuyas. Porque la oferta tampoco fue esencial ni verdadera.
Hace ya casi un año esperaba que llegara este día, este momento, para que todo fuera distinto, para que todo volviera a un cauce más esperanzador y soportable. Pero sigue sin aparecer. O está tan seco que no se distingue.
Es todo tan frágil. Tan inconsistente. Tan perecedero.
Hasta tú mismo dudas de tus creencias. De tus esperanzas.
Hace apenas unos años creías contar con una mano, una cama, una voz, unos muslos, una voz, una persona, unas personas.
Y hoy despiertas en Hong Kong en esta habitación de 11 m2 sin saber exactamente para qué despiertas. Y pagas tu habitación hasta el 19 de diciembre cuando tiene el vuelo para España y no sabes si quieres volver, para qué quieres permanecer aquí, para qué quieres volver. Y comes o cenas en un Macdonald’s. Y compras las únicas nubes posibles, y doritos y gominolas y 8 latas de Pepsi.
martes, 2 de diciembre de 2008
Suscribirse a:
Entradas (Atom)