lunes, 10 de septiembre de 2007

Carretera a Wisconsin (jueves 30 de agosto)

A la salida de clase pregunto a mi compañera española si sabe dónde está un restaurante tipo bufé al que nos llevó el profesor español (al parecer su compañero). Me contesta que por Garnee, aunque no me lo sabe decir muy concretamente. Cree que junto al mall. Como ya tengo coche decido intentarlo.

Llegar hasta Garnee es fácil. Pero allí no estoy tan seguro. Pregunto varias veces. Giro hacia una carretera. Al poco me doy cuenta de que estoy en una nacional (si es que en este país existe este concepto), me doy cuenta que de peaje, camino a Wisconsin. En el peaje (de momento sólo un dólar y medio) pregunto al hombre blanco, con barriga, camiseta sudorosa y algo que no sabría descifrar en la boca cómo puedo volver. Me responde, descifro, que más adelante.

Más adelante consigo darme la vuelta y regreso por una carretera paralela, yo diría que en mejor estado, y sin peaje. Campos verdes. Casas señoriales. Árboles. Señales de que pueden cruzar carros con caballos. Al poco llego a una urbanización donde pregunto a varios de los hispanos que arreglan sus calles y jardines. Cuando les pregunto en inglés me dicen que no entienden. Casi me responden con agradecimiento cuando les hablo en español.

En el mall de Garnee no está, pero es tarde y como lo que en España llamaríamos churrasco en una tienda de comida rápida atendida por asiáticos. Es un “mall” (qué gran nombre) enorme. Tiendas de Gap, H&M, de ordenadores, de compañías de telecomunicaciones… La mayor parte de los jóvenes que andan por sus grandes corredores son blancos y rubios.

A la vuelta un amable hombre norteamericano me señala la palanca bajo el asiento para abrir el depósito de la gasolina de mi Geo Prizm.

Aparco en la estación de trenes de Waukegan. Regreso a Chicago. Cuando llego, por supuesto, nadie ha pintado ninguna habitación de mi apartamento.

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