Si no la felicidad, Hong Kong o una actividad en la que me sienta realizado, al menos conoceré la filmografía de Keira Knightley.
Hay cosas peores.
Cuando la semana pasada intenté ver The Duchess en el cine ya no estaba en la cartelera. Finalmente, la veo de nuevo sobre mi regazo, en una copia yo creo que india que llega hasta mí a través de internet saltándose algún derecho de autor.
Y sigue siendo especialmente agradable ver y ver actuar a Keira Knightley en esta película sobre Georgiana Cavendish, esposa de William Cavendish, 5º duque de Devonshire, su vida, su amante, las amantes de su marido (y es también agradable ver actuar a Ralph Finennes).
Y la película es también digna aunque, como es costumbre, como le pasó también a Sofía Coppola con María Antonieta, se deja seducir por el lujo y lo superficial, los grandes palacios y los trajes y pelucas de época…
Es lógico. A todos nos pasa.
Se les olvida tan siquiera mencionar, se nos olvida por lo general pensar cuando lo vemos, de dónde venía, de dónde viene la riqueza para tantos palacios, carruajes, lacayos, trajes, pelucas… Como era, cómo es la vida fuera y sin ellos.
Y aunque aparece apuntado, tampoco menciona cómo Georgiana gastó ingentes fortunas jugando. Cómo gastó la fortuna de cientos y cientos de personas. Cómo, rodeada y apoyando a políticos (liberales en el buen y casi ya perdido sentido, salvo por el absurdo anglicanismo) e intelectuales, se dedicó no a no hacer nada como yo, sino a no hacerlo mientras malgastaba la fortuna de otros e influía, como María Antonieta, de la que fue lógicamente amiga, en la calidad de vida de tantos otros.
La película prefiere centrarse en lo afectivo,en triángulos amorosos.
Es lógico. A todos nos pasa.
Prefiere centrase en el machismo imperante en la sociedad. En las normas arbitrarias de la sociedad. En cómo lo que para unos, generalmente los hombres, estaba permitido, era un delito para otros. Es fácil sentir lástima por ella.
A lo que muchos renuncian por techo y comida, otros lo hacen por palacios, carruajes, lacayos trajes y pelucas. Por poder social, sexual o político. Incluso por cosas mucho más ridículas e insignificantes. La historia ha sido siempre así.
Una descendiente de Georgiana Cavendish se llamó Diana.
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