Era hora ya de retomar este blog, supongo…
Ya es marzo, la madrugada entre el 8 y el 9. Mañana, hoy, hay elecciones generales. Ayer hubo un nuevo atentado terrorista. Un asesinato con cinco tiros. Hace cuatro días mandé mi voto por correo. Nada es perfecto, ningún partido es perfecto, nadie es perfecto. Más bien al contrario. Pero espero, pese a todo, que no gane la derecha. Preferiría que las políticas desarrolladas fueran, hubieran sido, más de izquierdas. Pero ha habido avances. Siempre es preferible que los ministros, mejores o peores, no pertenezcan a sectas religiosas. Que la Iglesia Católica no decida sobre leyes y vidas. Y preferiría unos impuestos directos más altos. Más mano dura con la especulación en vivienda. Mucha mayor inversión en la sanidad y la educación públicas. Que se gravaran más los beneficios del capital y empresariales. Pero ha habido pequeños avances. Y, sobre todo, no debe haber retrocesos. Siempre he pensado que mi gobierno ideal, dentro del realismo y de los partidos existentes, sería uno de coalición entre el PSOE e Izquierda Unida. Lo veo complicado. Aunque sería bonito conocerlo.
Hace doce días que estoy en Barcelona. Viviendo con el Capitán Honestidad y la Capitana Golfa. Aún siento el dolor. Aún me está doliendo. Recuerdo el verano de 2006. Tantos errores y esperanzas. Tantas esperanzas como errores. Y un pequeño cuerpo. Y una mente pequeña. Hace más de año y medio. Parece, en parte, tanto tiempo. Los pinchazos de dolor, las imágenes, parecen de un tiempo tan cercano.
Los meses de enero y febrero han pasado rápido y despacio. Leyendo sobre el duelo amoroso y psicoanálisis. Creo que he entendido cosas. Ninguna teoría es perfecta, ningún sistema es perfecto, pero algo he entendido. Debería haber leído estos libros antes que otros de absurdas y ridículas disfunciones. Seguramente hubieran tenido más utilidad. Seguramente no hubieran solucionado nada. Y resulta al menos consolador, en el consuelo de los tontos, ver cómo alguien como Reich escribía con la misma naïve ingenuidad con la que yo escribo, con esta misma falsa profundidad y cierta semejante petulancia, sobre los mismos hechos ridículos y cotidianos de personas buscando la felicidad en cuerpos y afinidades inexistentes. Aunque él era más trabajador y disciplinado, me temo. A mí me cuesta hasta actualizar este blog. Y, así, por esto mismo, resulta no sé si curioso o preocupante adivinarse un poco “oral” según Lowen. Entender a la otra persona desde una neurosis histérica. Tanto complejo de Edipo, tanto complejo de Electra, quizás demasiadas culpas a una madre, un padre, unas mamas, los primeros años de vida… Y, sin embargo, parecen mostrar algo, encuentro similitudes y explicaciones, peculiares paradigmas, no sé…
Por desgracia, en la Sanidad Pública de Castilla y León, aunque consigo psiquiatra y un psicólogo psicoanalista, la frecuencia de las consultas no parece la adecuada. Apenas una al mes. Y, si el psicoanálisis sirve para algo, si puede llegar a resolver algún problema, responder a algunas dudas, no parece que esta frecuencia lo favorezca en menos de décadas. Y más teniendo en cuenta que mi próximas consultas deberían ser este lunes y este miércoles, estando yo en Barcelona. No sé, intentaré que me recomienden algún especialista digno en la Sanidad Pública de Cataluña. Veremos si la frecuencia es mejor y mayor aquí. Mi psiquiatra, como Valladolid es un pañuelo, ha resultado ser el padre de una conocida cuando trabajábamos en sendas presidencias, ella en una asociación de gays y lesbianas. Tal vez me puedan recomedar especialista e incluso autores. Descubro también que visité al mismo psicólogo por cierta tristeza existencial hace diez años.
Y, ahora, aquí estoy. Después de doce días en Barcelona. Tras haber conocido a algunas personas (más exactamente mujeres) por internet. Algunas interesantes. Otras no tanto. Varias en persona. No muy activo, pese a ello, social o laboralmente desde mi llegada.
Una pareja de superhéroes en la mitad de la treintena y en el comienzo de los cuarenta intentando recobrar o encontrar sus superpoderes. Comenzando en tantas cosas. Con problemas tan pequeños y grandes como problemas. Con sueldos bajos de supuestos profesionales españoles. Y yo con mi nueva personalidad. No sé si queriendo dejar de ser o disfrutar siendo el Capitán Idiota. Menos establecido que nadie. Más ignorante que nunca. En el comienzo de estos tragicómicos (me gustaría sentirlos más cómicos) treinta años. Buscando sospecho que lo de siempre, pero ahora un poco más perdido y temeroso.
Tres superhéroes absurdos y desubicados votantes de la izquierda. Intentando, tal vez, que todo mejore un poco mientras aprenden a mejorarse.
Espero que esto sea, una vez más, pero esta vez de manera cierta, el comienzo, si no de todo, de algo. De algo que desee recordar de otra manera. De algo que, cuando llegue, me haga recordar este comienzo con una sonrisa y un pequeño y placentero sentimiento de felicidad.
Ya es marzo, la madrugada entre el 8 y el 9. Mañana, hoy, hay elecciones generales. Ayer hubo un nuevo atentado terrorista. Un asesinato con cinco tiros. Hace cuatro días mandé mi voto por correo. Nada es perfecto, ningún partido es perfecto, nadie es perfecto. Más bien al contrario. Pero espero, pese a todo, que no gane la derecha. Preferiría que las políticas desarrolladas fueran, hubieran sido, más de izquierdas. Pero ha habido avances. Siempre es preferible que los ministros, mejores o peores, no pertenezcan a sectas religiosas. Que la Iglesia Católica no decida sobre leyes y vidas. Y preferiría unos impuestos directos más altos. Más mano dura con la especulación en vivienda. Mucha mayor inversión en la sanidad y la educación públicas. Que se gravaran más los beneficios del capital y empresariales. Pero ha habido pequeños avances. Y, sobre todo, no debe haber retrocesos. Siempre he pensado que mi gobierno ideal, dentro del realismo y de los partidos existentes, sería uno de coalición entre el PSOE e Izquierda Unida. Lo veo complicado. Aunque sería bonito conocerlo.
Hace doce días que estoy en Barcelona. Viviendo con el Capitán Honestidad y la Capitana Golfa. Aún siento el dolor. Aún me está doliendo. Recuerdo el verano de 2006. Tantos errores y esperanzas. Tantas esperanzas como errores. Y un pequeño cuerpo. Y una mente pequeña. Hace más de año y medio. Parece, en parte, tanto tiempo. Los pinchazos de dolor, las imágenes, parecen de un tiempo tan cercano.
Los meses de enero y febrero han pasado rápido y despacio. Leyendo sobre el duelo amoroso y psicoanálisis. Creo que he entendido cosas. Ninguna teoría es perfecta, ningún sistema es perfecto, pero algo he entendido. Debería haber leído estos libros antes que otros de absurdas y ridículas disfunciones. Seguramente hubieran tenido más utilidad. Seguramente no hubieran solucionado nada. Y resulta al menos consolador, en el consuelo de los tontos, ver cómo alguien como Reich escribía con la misma naïve ingenuidad con la que yo escribo, con esta misma falsa profundidad y cierta semejante petulancia, sobre los mismos hechos ridículos y cotidianos de personas buscando la felicidad en cuerpos y afinidades inexistentes. Aunque él era más trabajador y disciplinado, me temo. A mí me cuesta hasta actualizar este blog. Y, así, por esto mismo, resulta no sé si curioso o preocupante adivinarse un poco “oral” según Lowen. Entender a la otra persona desde una neurosis histérica. Tanto complejo de Edipo, tanto complejo de Electra, quizás demasiadas culpas a una madre, un padre, unas mamas, los primeros años de vida… Y, sin embargo, parecen mostrar algo, encuentro similitudes y explicaciones, peculiares paradigmas, no sé…
Por desgracia, en la Sanidad Pública de Castilla y León, aunque consigo psiquiatra y un psicólogo psicoanalista, la frecuencia de las consultas no parece la adecuada. Apenas una al mes. Y, si el psicoanálisis sirve para algo, si puede llegar a resolver algún problema, responder a algunas dudas, no parece que esta frecuencia lo favorezca en menos de décadas. Y más teniendo en cuenta que mi próximas consultas deberían ser este lunes y este miércoles, estando yo en Barcelona. No sé, intentaré que me recomienden algún especialista digno en la Sanidad Pública de Cataluña. Veremos si la frecuencia es mejor y mayor aquí. Mi psiquiatra, como Valladolid es un pañuelo, ha resultado ser el padre de una conocida cuando trabajábamos en sendas presidencias, ella en una asociación de gays y lesbianas. Tal vez me puedan recomedar especialista e incluso autores. Descubro también que visité al mismo psicólogo por cierta tristeza existencial hace diez años.
Y, ahora, aquí estoy. Después de doce días en Barcelona. Tras haber conocido a algunas personas (más exactamente mujeres) por internet. Algunas interesantes. Otras no tanto. Varias en persona. No muy activo, pese a ello, social o laboralmente desde mi llegada.
Una pareja de superhéroes en la mitad de la treintena y en el comienzo de los cuarenta intentando recobrar o encontrar sus superpoderes. Comenzando en tantas cosas. Con problemas tan pequeños y grandes como problemas. Con sueldos bajos de supuestos profesionales españoles. Y yo con mi nueva personalidad. No sé si queriendo dejar de ser o disfrutar siendo el Capitán Idiota. Menos establecido que nadie. Más ignorante que nunca. En el comienzo de estos tragicómicos (me gustaría sentirlos más cómicos) treinta años. Buscando sospecho que lo de siempre, pero ahora un poco más perdido y temeroso.
Tres superhéroes absurdos y desubicados votantes de la izquierda. Intentando, tal vez, que todo mejore un poco mientras aprenden a mejorarse.
Espero que esto sea, una vez más, pero esta vez de manera cierta, el comienzo, si no de todo, de algo. De algo que desee recordar de otra manera. De algo que, cuando llegue, me haga recordar este comienzo con una sonrisa y un pequeño y placentero sentimiento de felicidad.
1 comentario:
Y todo lo bueno llegará. Porque a veces pensamos que lo bueno llega y se acaba pronto y lo malo llega y se queda para siempre. Y en cierto modo es cierto, sobre todo a veces, pero creo que todos podemos intentar cambiar nuestros recuerdos. Aunque sea un esfuerzo tan grande que los que no llegamos somos nosotros, también a veces.
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