Leo sobre la muerte de André Gorz y su esposa. Leo también cosas aparentemente más banales.
Navegando blogs en internet descubro algunos que hablan de lo que todos deseamos. Ser oídos, ser queridos, sexo.
La mayoría están escritos por hombres. Son quizás los que más gráficamente hablan de sus deseos. Y es evidente la influencia en ellos, hasta en los que parecen más autoconscientes y dejan entrever inteligencia, de nuestro mundo audiovisual contemporáneo, de cómo nuestros sueños son o se han transformado en imágenes pornográficas. Hechos que apenas jamás ocurren u ocurren de muy diferente manera. Sueños de mujeres hermosas y esperma.
Y son verdad. No hay que engañarse. Y no pasa nada. De lo único que hay que lamentarse es de su falsa realidad. De que, hombres y mujeres, soñamos sobre nuestros sueños más veces de las que los cumplimos. Y muchos de estos blogs no son más que la prueba. Como en otras personas es lo que dicen o la imagen que pretenden, muchos de estos blogs parecen contar la historia que hubiesen deseado historia. Sueños de personas que no existen, de hechos que no ocurrieron. Los cuerpos y los momentos que hubiesen deseado que les perteneciesen.
También descubro un blog de un tal Alfredo de Hoces y una novelita escrita por él , Fuckowski, memorias de un ingeniero, publicada en papel e internet que tiene cierta gracia.
No coincido en todo con él, claro, las diferencias con su exnovia parecían mucho más superables (aunque parece ser que tampoco se superaron) y de una estupidez menos relacionada con la moral y más disculpable; pero en algunos puntos me siento identificado con su forma de ver la vida.
También valoro el la distancia y el sentido de humor que ahora me faltan y que eran algunas de mis escasa armas en la vida.
Y no es ninguna genialidad, y algunas de sus imágenes y metáforas son algo simples e infantiles seguramente. Pero qué puedo decir yo.
Resulta mucho más ameno e interesante leerlo a él que las absurdas vivencias de un personaje depresivo y a ratos patético que arrastra su falta de tolerancia a la realidad y a las relaciones humanas por el mundo.
Que recorre de nuevo las mismas calles de Hong Kong después de haber pasado todo el día metido en 11 m2 cuando son ya las 10 de la noche.
Que come o cena el mismo entrecot barato y diría que la misma ala de pollo y las mismas rodajas de pepino y zanahoria y setas y la misma media docena de patatas fritas y la misma cocacola en el mismo Maxim’s de cada día y cada noche por apenas 4 euros.
Que ve algunas hermosas mujeres de ojos rasgados y piensa que no las ha conocido. Que ya no las conocerá. Y no sabe si es un error o si le llevarían de nuevo a la tristeza de la que no ha escapado tampoco en Hong Kong.
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