Ya es oficialmente verano. Cuando corro hasta el puerto noto el calor. También en la ropa de la gente.
Pese al supuesto nacionalismo catalán (y no tan supuesto), oigo una multitud de gritos de alegría por los goles de la selección española mientras dormito. En parte, los envidio.
Mañana, hoy, es la noche de San Juan, una noche en la que comencé a despertarme y nunca acabé de despertar. Una noche que, por cualquier absurdo motivo, siempre he deseado que fuera de una determinada manera. Los dos últimos años no fue como deseé. Fueron lo último que hubiera deseado.
Este verano se antoja también eterno. Seguramente durará menos.
lunes, 23 de junio de 2008
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